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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de enero de 2020.- Para nadie es novedad que uno de los mensajes que más impactaron durante la campaña electoral permanente de López Obrador fue el estribillo de ¡primero los pobres!.
Hoy, sin embargo, todos saben que se trató de una de las mayores mentiras de Obrador ya que los desposeídos –como les llamaba otro López, Portillo–, son los más afectados por el gobierno lopista.
¿Por qué los pobres son los primeros afectados y los que más sufrirán por los errores, las torpezas y los engaños presidenciales?
La respuesta está a la vista de todos.
Porque los que menos tienen son quienes demandaban con mayor frecuencia el sistema de salud pública; el Seguro Popular y el IMSS; porque los desposeídos son los que padecen con mayor severidad los estragos de la escalada de precios; porque los pobres son los que más resienten el desempleo y los que más caro pagan el depredador sistema educativo que impuso AMLO.
Y, además, porque a los pobres es a quienes más golpea la violencia criminal, la inseguridad, asaltos a mano armada y robos en transporte público.
Por ejemplo, para miles de mexicanos de escasos recursos, lo más preciado que poseen es el teléfono celular. Consiguen un teléfono con meses de esfuerzo y sacrificios. Y cuando les roban el celular en el transporte público, en la calle o en el Metro, les roban lo más valioso que poseen.
Pero acaso el mayor crimen de todos es la destrucción del sistema de salud pública; un sistema que fue construido para atender, precisamente, a los que menos tienen; a los pobres.
Todos saben que millones de mexicanos tenían en “el Seguro Social” –como de manera coloquial llaman al IMSS–, un respaldo seguro y de calidad para el cuidado de la salud.
Sin embargo, hoy nadie tiene la certeza de que será atendido con la calidad y la urgencia requeridas; nadie sabe si en el segundo o tercer nivel le resolverán su emergencia de salud o si habrá medicinas, equipo, médicos y enfermeras para respaldar cualquier emergencia.
Otros tantos millones de mexicanos que no contaban con IMSS o ISSSTE tenían en el Seguro Popular el último recurso de atención médica. Eran, por lo general, los más pobres de los pobres.
Sin embargo, el rencor criminal del presidente Obrador –por todo aquello que dejó como legado el presidente Calderón–, lo llevó a ordenar la destrucción del Seguro Popular, que era una alternativa real de atención sanitaria, y de bajo costo, para los mexicanos más pobres.
En su lugar, se creó un sistema sin pies ni cabeza, llamado Insabi, que nación sin recursos económicos, sin reglas de operación y sin objetivos claros.
Por un lado, el presidente dijo que sería un servicio gratuito y de calidad, pero la realidad es que se trata de un servicio más caro y más deficiente que el propio Seguro Popular.
¿Lo dudan?
Vale recordar que desde el arranque del gobierno de AMLO, en diciembre de 2018 a la fecha, se han despedido a casi 3 mil trabajadores de base, de confianza y eventuales del sector salud; de un total de 30 hospitales y clínicas de especialidades.
Contrario a lo anterior, el Insabi arrancó, como ya se dijo, sin reglas de operación y con un déficit de 250 mil enfermeras, 125 mil médicos y 80 mil especialistas.
A pesar de todas esas deficiencias, López Obrador aseguró que no debía preocuparse ninguno de los 80 millones de mexicanos que eran atendidos por el Seguro Popular, ya que el Insabi los atendería de manera gratuita.
Al final todo fue mentira.
La atención a los enfermos que no cuentan con IMSS o ISSSTE y que eran atendidos por el Seguro Popular es más cara en el Insabi, en algunos casos hasta 500 por ciento más costosa; el Insabi no atenderá el llamado “tercer nivel” –cirugías y especialidades–, y las medicinas no serán gratuitas.
En pocas palabras, del rentable “¡primero los pobres!”, que dio muchos millones de votos a López Obrador, pasamos al “¡que se jodan los pobres!”.
Hasta cuando entenderán los ciudadanos que el de López Obrador es un gobierno que le rompe las rodillas a los pobres para luego regalar becas, para ganar su gratitud.
Al tiempo.