Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de enero de 2020.- Que sepamos, en los países nórdicos no se les cobra a los ciudadanos de menores o nulo ingreso por una consulta, un medicamento urgente o una camilla dónde reposar con sus dolencias.
Hace más de un año el gobierno arrancó sus tareas con la promesa de tener un sistema de salud a la altura del sueco, el noruego o el finlandés, y que nadie dejaría de contar con atención por falta de recursos.
Ha sucedido lo contrario. Los pobres deben pagar y se perdió la certeza que daba el Seguro Popular.
Si no hay corrección pronta, el desastre en salud será mayúsculo.
Por lo visto, lo que ocurre ha sido producto de la precipitación por destruir el Seguro Popular (ese que decían que “no es seguro ni es popular”), porque lo hicieron gobiernos anteriores para atender a personas que no cuentan con seguridad social ni dinero para atención privada.
Hoy vemos las consecuencias de actuar sin planeación con tal de demoler lo que se hizo (bien) en el pasado.
El inicio del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) ha sido caótico y las consecuencias las pagan los pobres.
Seguramente la intención del Presidente es que haya atención y medicinas gratis, pero entre las intenciones y los hechos debe existir un trabajo profesional que no se hizo.
Dice el Presidente que es una “campaña mediática” el señalamiento de que los hospitales públicos están cobrando, y se equivoca.
Tanta gente humilde no se pudo haber puesto de acuerdo para irse a instalar afuera de los hospitales, coordinarse con medios de comunicación y hacer declaraciones que muestren al gobierno como mentiroso.
No hay tal complot. Hay, en el mejor de los casos, ineptitud para echar a andar un programa.
Rivelino Rueda, reportero de este diario, fue al Hospital General a hablar con los enfermos, y la señora Andrea, que se atendía en el Hospital General de Ticomán, le narró que ahí le informaron que con la entrada del INSABI debía venir hasta el Hospital General de México y que las consultas y medicamentos serían sin costo:
“Abre su monedero y enseña dios billetes, uno de cien y otro de 200 pesos. Dice: me están cobrando 450 pesos por la consulta y me andan diciendo personas de aquí a afuera que también están cobrando los medicamentos. A mí me urge la insulina para mi tratamiento. No me alcanza. Sólo tengo medicamentos para tres días”.
El reportero entró y habló con “Rita”, administrativa del Hospital General desde hace 20 años, quien le dijo que esas eran las nuevas reglas para todo el personal. “Desde principio de diciembre las anunciaron y nos dijeron que venían directamente desde la Secretaría de Salud”.
Otro medio de comunicación, Imagen, envió a la reportera Miriam Morales (del noticiario conducido por Ciro Gómez Leyva), quien entrevistó gente afuera del Hospital. Don Israel, que venía de Oaxaca y tenía una semana y media con su familiar enfermo y sin dinero.
La reportera le preguntó a Don Israel: ¿Desde cuándo subieron los precios? ¿Cuánto pagaba antes y cuanto para ahora?
Respuesta: “Antes pagaba 80 pesos más o menos, en promedio. Después, hace 15 días, entrando este mes, el 1 de enero, pues ya me están cobrando 477 pesos. Entonces, pues no es justo eso que cobran porque yo vengo del estado de Oaxaca y entonces por una semana y media me están cobrando cinco mil pesos”.
-¿Es lo único que pagan?
-No, toda la medicina que ellos nos piden, tenemos que pagar todo eso a nuestra cuenta.
-¿Les han hablado del INSABI, el sistema que entró para que la salud fuera gratuita?-, quiso saber la periodista.
Don Israel responde: “No han comentado nada”.
-¿Del Seguro Popular le dijeron que ya no?
-No, ya no existe, ya no existe eso, entonces pues todo nos están cobrando y es demasiado caro, y pues tiene que ser justo el gobierno, porque necesitamos apoyo del gobierno porque no tenemos dinero para pagar, es muy caro.
Miriam Morales entrevistó a varios pacientes y familiares, pero abreviemos y nos quedamos con el señor Francisco que recién había sido informado de la muerte de su madre y le notificaron que tenía una deuda con el Hospital General, impagable para sus posibilidades.
Dice el señor Francisco: “El doctor encargado me decía que ya era todo lo que teníamos que hacer, más que llenar el formato de defunción, o algo así, no sé cómo se llama. Y vamos allá y me salen con que tengo que pagar tres mil 328 (pesos) y me están anexando unos estudios que ya no se le hicieron, hoy se los iban a hacer, pero como falleció temprano pues ya no le hicieron nada y los tengo que pagar: mire, aquí están.
Reportera: “¿Es una extorsión condicionarle el cuerpo de su madre?”.
Señor Francisco: “Yo digo que sí, porque si no pago no me dan el cuerpo”.
Abundan los testimonios desgarradores de cómo exprimen a la gente pobre en los hospitales públicos.
El Presidente dice que es gratis, que no se cobra, y que todo es “una campaña mediática” en contra de su gobierno.
El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, dice otra cosa: “ya se está reformulando el esquema de financiamiento para que la medicina de alta especialidad tenga solvencia y sea gratuita”.
Mientras el gobierno atina a darle coherencia a sus propósitos, le gente pobre recibe una atención más parecida a la etíope de Haile Selassie que a la de países nórdicos.
Y todo por destruir lo que hicieron gobiernos anteriores.