A 5 años, no dejemos solo a nadie
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de enero de 2020.- La austeridad se hace en los programas de cultura, ciencia, salud, campo, empleos, sueldos, pero no en la satisfacción de los caprichos del Presidente.
Ahí no se repara en gastos. Se tira el dinero.
Bueno, ni tanto. Sus decisiones populistas y derrochadoras del dinero público le reditúan en popularidad.
La semana pasada la Secretaría de Comunicaciones y Transportes informó que quedó cerrado el proceso de cancelación del aeropuerto de Texcoco con la liquidación de contratos y recompra de bonos por un total de 75 mil 223 millones de pesos.
No es así. Faltan por pagar a tenedores extranjeros de bonos la cantidad de cuatro mil 200 millones de dólares (más de 80 mil millones de pesos), ya que sólo se han pagado mil 200 millones de dólares.
El capricho de no terminar lo que llevaba un tercio de su construcción suma un daño patrimonial a la nación de 150 mil millones de pesos, cuando menos.
Los 75 mil millones de pesos que anunció la SCT como ya pagados, se erogaron por algo que no se va a hacer. Y lo que ya había hecho se va a destruir.
¿Cómo se van a cubrir esos cuatro mil 200 millones de dólares que se entregaron en bonos a largo plazo? Se pagarán con el impuesto que se cobra a los viajeros, llamado TUA.
Tal ingreso no estará disponible para nada más que para cubrir el monto de los bonos emitidos para la terminal aérea moderna, bonita y funcional que ya se hacía en Texcoco.
Vamos a estar pagando por muchos años un aeropuerto que no se quiso construir.
Caro el capricho presidencial, ¿no?
El avión presidencial, por no usarlo, nos costó el año pasado la cantidad de 617 millones de pesos, entre lo que hubo que pagar por financiamiento, depreciación de la aeronave más los 33 millones de pesos por tenerlo estacionado en Estados Unidos, según se informó oficialmente la semana pasada.
Los cálculos por no usar el avión o malbaratarlo en una rifa, ascenderían a los dos mil millones de pesos.
Nuestra compañera Lourdes Mendoza explicó ayer en estas páginas que, en caso de rifarse y resultar exitosa la operación, sólo se recibirían 88.4 millones de dólares (hay porcentajes que por ley la Lotenal debe entregar a otros rubros, como programas se asistencia pública), y se deben alrededor de 142 millones de dólares por él.
Para satisfacer el capricho presidencial, se tira el dinero. Para atender necesidades básicas, se escamotean los recursos.
Esos 617 millones de pesos que se pagaron por no usar el avión presidencial, son mucho más que lo presupuestado por el gobierno de la 4T para:
-Prevención y Atención del VIH Sida (416 millones 408 mil pesos)
-Mantenimiento de Infraestructura Sanitaria (44 millones 588 mil pesos)
-Proyectos de Infraestructura Social de Salud (111 millones 254 mil pesos)
-Servicios a Grupos con Necesidades Especiales (287 millones 114 mil pesos)
-Desarrollo Integral de las Personas con Discapacidad (31 millones 706 mil pesos).
Si nos vamos a la pérdida total por no usar el avión y malbaratarlo, es una cantidad superior a los presupuestado para todo el Fortalecimiento de los Servicios Estatales de Salud (mil 600 millones de pesos).
Caro nos salen los caprichos del Presidente. Pero le dan popularidad: ¡qué bueno que no va a hacer ese aeropuerto para ricos! ¡Viva AMLO que no se sube a un avión de lujo!
Esa popularidad nos cuesta, y la caravana la hace con sombrero ajeno.
La aeronave TP-01 no pertenece a López Obrador, mandatario en turno, sino que es propiedad de la nación para uso de los presidentes de México.
Si a él no le gusta es su problema, pero todos los presidentes anteriores han utilizado un avión presidencial y seguramente los que siguen también lo usarán.
Quiere deshacerse del TP-01 y que no lo use nadie después de él.
Así, nuestro Presidente se comporta como el rencoroso de la escuela que le ensucia el sándwich a sus compañeros, para que no coman lo que él no va a comer.
Y todos esos desplantes
populistas salen muy caros.