Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de marzo de 2020.- No hay mal que por bien no venga y uno de esos bienes y extraordinario, es la apertura mundial de los científicos a compartir sus investigaciones sobre el coronavirus y ampliar quizá en el futuro una colaboración permanente sobre los aportes que pueden servir a la humanidad.
Muchos países tienen a su gente trabajando en carrera contra el tiempo para buscar la vacuna, el antídoto contra el sorpresivo virus que aqueja al mundo.
Hasta los más medianos en ese campo – en México se mueve la preocupación-, buscan aportar algo y lo vimos en los primeros días en los que el virus se había instalado, a países como Colombia avisando que ya podía detectar el ataque y en altos vuelos, a los científicos cubanos famosos en el mundo por el avance de su ciencia y sus aportes, generando ya un aporte que los chinos aplican en forma concomitante a sus propios descubrimientos.
Valen los adelantos publicados del Instituto Nacional Magal en Israel en medio de un entorno dividido pero que la ciencia puede unificar en este momento.
Los avances de su vacuna son prometedores y surgen de los resultados aviares que se aplicaron desde hace dos años. Hay más adelanto, pues, que en otros países.
En caso similar se informa que los investigadores de la universidad de Texas en colaboración con los institutos nacionales del país, han aislado una parte del mapa del virus en la proteína S y publicado sus avances en la Revista Sciencie.
Los expertos de esta universidad han trabajado desde tiempo atrás en investigaciones sobre virus. Otro caso es el de los virólogos del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas Lázaro Spallanzani, en Italia, que han logrado aislar al virus, lanzar diversas teorías sobre la renovación de este, de persona en persona y advertir sobre el adelanto en una vacuna.
EL SISTEMA ECONÓMICO HA SEPARADO A LOS CIENTÍFICOS Y CREADO CONTROLES
Esos que se burlan cuando se menciona al neoliberalismo como causante de muchos males y problemas, deberían analizar el problema de la ciencia. A esta la solemos detectar en los premios Nobel cuando se anuncia el premio por un descubrimiento o un avance importante, pero poco sabemos de la aplicación de esos avances como no sea en forma de caros medicamentos, en fórmulas médicas que tardan en llegar a los pobres de un país por cancelación de marcas que en su nueva presentación de patente, son más efectivas y también más caras.
La ciencia, por desgracia -y con notables excepciones-, ha estado al servicio de las transnacionales, de los grandes laboratorios que controlan el saber y lo hemos visto en México en el desbarajuste de los medicamentos, en cuyo origen no está otra cosa que la arrebatiña económica del conocimiento que puede salvar vidas.
Casos como esta pandemia que convulsiona a los países, dan la oportunidad de ceder los intereses económicos y el secretismo de laboratorio, a la solidaridad, a los aportes generosos y a una comunidad científica mundial, que sea eso, una sola.
LEWIS THOMAS CIENTÍFICO Y HUMANISTA Y SU FE EN LA CIENCIA Y EL ARTE
Dentro de esas naturalezas cuya inquietud lo convirtió en muchas cosas, además de científico, Lewis Thomas tuvo como premisa confiar en el ser humano que se deja llevar por sus dudas e ignorancia y busca las soluciones.
Ante la movilización inusitada de los aparatos científicos en el mundo en este momento, las tesis alentadoras de este médico, poeta, etnólogo, ensayista, educador y asesor de políticas de investigación en Estados Unidos, apoyarían la inmediatez y cooperación en lograr resultados.
El Fondo de Cultura Económica publicó en 1984 su colección de ensayos La medusa y el caracol reunidos en 1979, en donde aborda desde diferentes campos temas sobre la complejidad de la ciencia y las críticas que se alzan a menudo en tormo a ella. Usa en su ensayo Los azares de las ciencia, la palabra Hubris como pernicioso despectivo que han aplicado a los científicos por su arrogancia, petulancia, orgullo y exceso de confianza en si mismos.
Y porque según un sector de críticos, han querido ponerse al nivel de los dioses en el uso de cierto descubrimientos. Pero él se alza con su negativa de ocultar conocimientos, de dejar lugares vacíos por órdenes superiores de políticos y de caer en la inercia de dejar hacer, porque eso no es importante en este momento.
Hay que oponerse a los dogmas científicos y seguir adelante en busca de la verdad, asegura y partir de que una de las más grandes verdades descubiertas en el siglo XX, es que ignoramos profundamente la naturaleza. Nacido en Flushing Nueva York en 1913, Thomas murió en 1993 en Manhattan.
Egresado de varias universidades entre ellas las de Harvard, Nueva York y Princeton, ganó premios literarios y periodísticos, entre estos el Pulitzer y actualmente la Universidad de Rockefeller otorga el premio Lewis Thomas a los científicos con inclinaciones artísticas. Reproducimos un párrafo de su ensayo mencionado arriba, donde expresa su fe y confianza en la ciencia:
“En una u otra época, los investigadores se han ocupado de agentes tan peligrosos como los de la rabia, la psitacosis, la peste y el tifo, en laboratorios seguros con solo raros casos de autoinfección de los investigadores y sin ningún caso de epidemia. Hace falta mucha imaginación para postular la creación de agentes patógenos nuevos, tan salvajes y voraces como para escapar de laboratorios igualmente seguros y al diseminarse poner en peligro la vida humana en gran escala, según sostienen ahora algunos de los opositores”