
Buenos, hasta que hablan
OAXACA, Oax., 3 de agosto de 2020.- La historia está llena de pasajes sorprendentes y giros increíbles. La historia de México puede rendir testimonios múltiples.
La civilización de millones de personas aborígenes que se derrumba y es sepultada por los castellanos pre-españoles en unos cuantos años al comienzo del siglo 16.
El imperio español que cae como castillo de naipes en América a lo corto y ancho de una intensa década al iniciar el siglo 19.
El destino dependiente de un país que recién independiente se pensó como imperio criollo, que en 20 años perdió más de la mitad de su territorio y cuatro lustros después tuvo que ampararse en el gigante indígena zapoteca, Benito Juárez, y su gobierno arrinconado en Paso del Norte (Ciudad Juárez) para no desaparecer del mapa político mundial.
La celebración internacional y fastuosa de 100 años del inicio de la independencia y del progreso inaudito de Mezico, en 1910, en medio de un fraude electoral colosal escondido tras bambalinas que aceleró el rápido fin del poder porfiriano –en tan solo 6 meses– ganado 30 años atrás bajo la promesa de la no reelección.
El proyecto de reformas moderadas del nuevo Juarez: Venustiano Carranza, que en dos meses fue transformado por los revolucionarios radicales en el Teatro de la República de Querétaro en la Constitución de 1917, una de las más vanguardistas de la época por su compromiso con las garantías sociales, la laicidad y la soberanía nacional.
El sueño cardenista de la segunda mitad de los años 30, en particular el deseo de la educación socialista consagrado.en el artículo 3o, constitucional, reconvertido en menos de una década en un proyecto no socialista perdurable.
La revolución hecha instituciones que brindó sus mejores años a la historia del país antes de acuchillarse en unas cuantas horas durante la amarga Noche de Tlatelolco, en octubre de 1968.
El giro inesperado entre el tiempo en que había que "prepararnos para administrar la abundancia" de 1978 a la grave crisis de los precios del petróleo y la deuda externa, dos años después, que desembocó en el decenio siguiente del crecimiento 0.
La caida del Muro de Berlin y la Unión Soviética que forzó la imprevista firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica en 1992 y, en el punto más alto de la legitimidad y la fama, preparándose para gobernar 20 años más, caer por el alzamiento de los indígenas chiapanecos y dos magnicidios en 1994 más un torpe error de manejo financiero que empeñaria al futuro previsible de la mayoria de 27 millones de mexicanos nacidos entre 2000 y 2020.
Construir una nueva esperanza, firmar el Pacto por México en 2012 y revocar casi todo apenas 6 años después. ¿Hay algo más inverosímil que eso? Ya veremos.
Construir una salida casi obligada con la máxima sensibilidad social, reconstruir y colocar las piezas temblorosas de un nuevo estado de bienestar en menos de 24 meses, y, de pronto, de repente, sin quererlo, sin previsiones, recibir el tremendo impacto del micro Covid-19 cuyos efectos macro apenas comenzamos a registrar.
Por momentos solemos pensar que la historia no es real, que podemos evitarla e inventar libremente el futuro. No es asi.
En tan solo 100 días entre marzo y julio de 2020 hemos entrado en un nuevo giro histórico que puede desembocar en un escenario muy distinto al de la nueva República con mejores condiciones de vida cotidiana que nos merecemos los mexicanos.
Recordemos los giros del pasado para reducir en lo posible la incertidumbre del mañana.