Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de agosto de 2020.- El mundo empresarial que conocimos, se pulveriza ya.
La conciencia social es alta, el matiz cultural se agudiza, la competencia se intensifica, la consolidación se tambalea y los medios de comunicación se fragmentan, el escepticismo de los clientes aumenta y la difusión de información se produce más rápido que nunca. En este contexto, es probable que la creencia en las empresas disminuya.
Ante esto, la capacidad de una corporación para presentar una reputación corporativa sostenible, significativa y auténtica a sus consumidores resulta fundamental.
El mercado recrudece su competitividad mientras se racionaliza más el consumo, la comercialización omnicanal resulta insuficiente, la digitalización acentúa el distanciamiento social y la frialdad.
Así clientes y empleados buscan el “corazón” o mística empresarial detrás de cada marca.
La trascendencia determina la vivencia corporativa.
Ante esto, el comunicador organizacional aparece como un experto para construir relaciones más sólidas con grupos individuales.
También adquiere un rol protagónico para generar convincentes mensajes de posicionamiento y cohesionar intereses, expertise y conocimientos.
En tiempos de pandemia, el comunicador se vuelve fundamental de la permanencia corporativa.
Entre otras cosas, este profesionista logra establecer prioridades, fija una dirección clara para ejecutar la estrategia, gestiona la eficacia de la reputación, incide en el rumbo en la toma de decisiones y cuenta la historia del negocio y sus éxitos. También dirige el posicionamiento competitivo.
En tiempos de crisis, su trabajo determina si una organización se salva o desaparece.
No es hipérbole. El comunicador impulsa la demanda de productos y servicios, atrae y retiene talento, construye comprensión en torno al propósito, clarifica la misión y los valores, mejora la valoración financiera y minimiza las barreras a la entrada en el mercado mientras construye capital de relación crítica, facilita las relaciones gubernamentales y de las Organizaciones No Gubernamentales.
Un comunicador organizacional tiene una misión no escrita: fomenta y aumenta la confianza de las partes interesadas, abarca toda una organización y tiene la tarea de unir diversas agendas, prioridades y egos, entre otras funciones.
Ahora, para que el comunicador logre aportar a la corporación debe alinear la estrategia de negocio a las funciones de la comunicación. Sólo así generará riqueza ala empresa.
Los objetivos específicos son fundamentales para determinar la aportación de la comunicación al negocio.
Se requiere una definición clara, precisa y cuantifiable.
Develar los matices en el comportamiento y acciones es tarea prioritaria del comunicador organizacional, que deberá descubrir qué hay detrás de las percepciones, las preocupaciones, intereses y acciones de las partes…incluso, inferir si hay un impulso para ciertos comportamientos.
Un comunicador organizacional, finalmente, puede generar certidumbre y oportunidades a la empresa si predetermina objetivos y prioridades.
Entonces, la nueva función de la comunicación consta de tres niveles: Perspectivas sobre el comportamiento de los empleados, clientes e influencer además de los medios de comunicación.
Comprensión de cómo se discuten y moldean marcas, productos, políticas y líderes. Conexiones dentro de la empresa para transmitir soluciones integrales y a una narrativa convincente, aspiracional y clara.
El comunicador, en sí, abordar las nuevas realidades del negocio de la organización, la gestión de reputación y el marketing… se convierte en un asesor estratégico para las organizaciones.