La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 25 de enero de 2021.- Igual que ocurre con todas las calamidades naturales –inundaciones, terremotos y huracanes–, la pandemia de Covid-19 ha exhibido lo mejor de la sociedad mexicana, por un lado y, por el otro, la peor cara de los mexicanos.
Y es que igual que ocurre en las sociedades de todo el mundo, la nuestra tiene muchos rostros que, curiosamente, aparecen cuando menos esperamos.
Así, por ejemplo, en torno a una causa común –como la preservación de la vida y la salud–, aparecen los rostros del heroísmo, altruismo, humanismo, unidad y solidaridad, entre muchos otros.
En el extremo contrario, sin embargo, vemos florecer indeseables expresiones de oportunismo, cinismo, influyentismo, fanatismo, amiguismo, “valemadrismo”; además del engaño, la mentira y hasta el crimen de Estado.
Y, como si se tratara de la rigurosa Ley de Newton, a cada ejemplo de heroísmo social, corresponde el espejo del comportamiento despreciable.
Y si lo dudan, van los ejemplos.
1.- Se cuentan por miles los heroicos trabajadores de la salud que, a riesgo de la vida, permanecieron en la primera línea de la lucha contra la pandemia, en cumplimiento del “juramento de Hipócrates”, que los obliga “a no velar por otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”.
En el otro lado de la moneda aparece la irresponsabilidad criminal de las autoridades federales, del propio presidente Obrador, del secretario de Salud, de Hugo López-Gatell, de los directores del IMSS, del ISSSTE, además de la jefa de gobierno de Ciudad de México, quienes siempre se negaron a proporcionar los equipos médicos indispensables para proteger la vida de miles de trabajadores de la salud.
Sí, a los ojos de todos aparecieron el heroísmo de los trabajadores sanitarios y la irresponsabilidad criminal de los burócratas de López Obrador.
2.- Gracias a las redes –que antes eran benditas y hoy son malditas–, muchos ciudadanos solicitaron y consiguieron donadores de sangre y plaquetas; buscaron y encontraron tanques o concentradores de oxigeno, rastrearon tal o cual medicamento y hasta llevaron ayuda a muchos ciudadanos a quienes el Estado abandonó a su suerte.
Todos atestiguamos estremecedoras muestras de solidaridad, altruismo, humanismo y generosidad de una sociedad que –igual que en el terremoto de 1984–, hoy le arrebató la iniciativa al gobierno criminal de López Obrador.
Sin embargo, frente a lo mejor de México y de los mexicanos, vimos la actitud criminal de un gobierno que abandonó a su suerte a los ciudadanos; vimos al gobierno de AMLO que negó de manera reiterada la letalidad de la pandemia, que nunca utilizó cubre-boca, que se burló de quienes exigían acciones más estrictas, que no autorizó más recursos a hospitales y médicos y que, en términos generales, realizó la peor gestión ante la pandemia.
Hoy, el gobierno de AMLO es un gobierno criminal, culpable de por lo menos medio millón de muertes por Covid-19 –sean muertes oficiales y extraoficiales–, y es un mandatario que debe ser destituido y llevado ante la justicia por su responsabilidad en cientos de miles de crímenes de Estado.
Y es que resultó falso que el gobierno de López Obrador haya comprado las vacunas requeridas; es falso que exista el presupuesto para tales vacunas y es clientelar y electorera la campaña de vacunación.
En pocas palabras, el gobierno de Obrador mostró la peor cara posible en un gobierno; la cara del uso político-electoral de la salud y de una pandemia como la del Coronavirus que es manejada con fines electoreros.
3.- Pero la irresponsabilidad y el oportunismo no sólo aparecieron en el presidente Obrador y en su gobierno; gestión que mostró la peor cara. No, muchas empresas y ciudadanos se sumaron “a la jauja” de la muerte.
Y es que mientras miles de médicos dieron la vida para salvar al mayor número posible de enfermos por Covid-19, otros miles de doctores se convirtieron en mercenarios de la salud.
Por ejemplo, una video-consulta se cotiza en oro; una receta es un salvoconducto para la vida y hay medicamentos que se venden al mejor postor
Es decir, apareció el tráfico de consultas, de recetas para adquirir medicamentos de distribución restringida, mientras que el oxígeno se cotizaba al precio de una joya preciosa.
El mercado negro de recetas, medicinas y equipo; para conseguir un tanque o un concentrador de oxígeno, no sólo son una ofensa mayor –porque es el tráfico de vidas–, sino que es el mercado negro de la vida y la muerte, tolerado por el gobierno y solapado por las autoridades.
Incluso existe una cadena mafiosa, al estilo del crimen organizado, que vincula a médicos con los mercaderes de recetas, medicamentos y equipos; con el mercado negro de cotizado oxígeno y hasta de camas de hospital.
Y todo a los ojos de autoridades del sector salud; sea a nivel municipal, estatal o federal. Y el siguiente ejemplo ilustra la tragedia.
Un concentrador de oxigeno con capacidad para cinco kilos, que antes de la pandemia costaba 12 mil pesos, con su respectiva factura, hoy lo venden –si es que está en existencia–, en 60 mil pesos y sin factura.
¿Y qué decir de los servicios funerarios?
Hoy, cremar el cuerpo de un ciudadano muerto por Covid-19, es más caro que una operación de alto riesgo antes de la pandemia.
¿Y qué hay de la industria de los seguros?
El negocio redondo entre hospitales privados y aseguradoras; pingüe negocio que deja en la ruina a miles de ciudadanos.
¿Dónde están –frente a la tragedia que viven cientos de miles de mexicanos–, el presidente, el gobierno federal; dónde están los gobiernos estatales y las instituciones del Estado, ante la peor cara de la pandemia?
Duele decirlo, pero es la verdad; desde el presidente Obrador, pasando por su gobierno, por las instituciones del Estado y por los Poderes Legislativo y Judicial, hoy todos lucran con la vida y la muerte de los ciudadanos.
Y es que en tiempos electorales, hasta los muertos votan.
Al tiempo.