Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax., 7 de marzo de 2021.- No sé qué fue, pero no fue en definitiva, el conocimiento ni una preocupación legítima y sincera por Oaxaca lo que llevó a Gibrán Ramírez a publicar su texto del pasado 1 de marzo en Milenio.
Mas bien parecieron apresuradas conjeturas de una charla de café. Alguien con algún tipo de interés en Oaxaca le dictó esas líneas.
Gibrán no conoce Oaxaca. Nadie que no viva o no tenga raíces en Oaxaca conoce Oaxaca. Hay que “ser” de aquí para saber de lo que se habla o de lo que se escribe.
No sé cuál es el pretendido aporte de Gibrán. Su única intención manifiesta es exhibir sus desafectos al gobernador.
Un Doctor en Ciencia Política es un científico social formado en la dureza de la evidencia y los datos. Más allá de la calidad moral y la intencionalidad política, un posgraduado del Colmex no debía andar así por la vida.
Como el último heredero de aquella famosa “izquierda salinista” -cuenta su correligionario Pedro Salmerón- tenía todo para brillar con luz propia. Hoy es, lastimosamente, un joven sombrío lastimado por el brillo de quienes le rodean. Es un costal de resentimiento, aún a pesar de su pasado.
Salmerón Sanginés, que lo conoce bien, escribió de él:
“No se escuchaban las voces de Morena en los medios masivos oligárquicos. Y justo por entonces empezó a aparecer como “vocero” de Morena (¿quién lo nombró?, nadie) el joven “analista e intelectual” (sin méritos previos para presentarlo como tal) Gibrán Ramírez Reyes. Esos medios estaban vinculados, todos y cada uno de ellos, a los espacios del salinismo intelectual promovidos por Nexos y Milenio. Lo demás fue solamente inflarlo…”.
A Gibrán lo eligió Denise Dreseer. Sin Dresser, Gibrán no tendría la mediana atención que hoy tiene. Gibrán es y será el error de Denisse.
A Gibrán no le dijeron en esa plática que los megaproyectos como el Corredor Interoceánico y las autopistas serían imposibles sin el diálogo permanente que el gobierno de Murat tiene con las autoridades municipales, comunales, ejidales, con los pueblos y las comunidades indígenas, con las organizaciones sociales y los sindicatos.
GIbrán no sabe o no se enteró que los últimos 4 años han sido los más complicados en la historia reciente de Oaxaca. La hemos pasado entre sismos, inundaciones, desbordamientos de ríos, sequías y pandemia. Y aquí seguimos, construyendo sobre lo que se ha reconstruido.
Y cuando minimiza la gobernabilidad que hoy tenemos pasa por alto el infierno que vivimos en 2006. Es lógico. Tal vez estaba en la sala infantil de alguna biblioteca.
A Gibrán no le dijeron todo eso, o tal vez sí se lo dijeron y por eso con preocupación escribió lo que escribió.
Gibrán desconoce muchas cosas de Oaxaca. De hecho, sabe muy poco de Oaxaca. Por eso a nadie sorprende y a nadie asusta lo que publica. Tal vez debería espaciar más sus entregas en abono a la calidad y al interés.
Gibrán debe entender que si hay un gobernador que ayuda al Presidente, ese es Alejandro Murat; que si en algún estado el Presidente se siente contento y reconfortado, es Oaxaca; ¡y que López Obrador acaba de invitar a Joe Biden ¡a Oaxaca!
El Presidente tiene, con Alejandro, un estado tan complicado por lo diverso, en orden y en paz. Oaxaca es una preocupación menos para el Presidente. Públicamente le dijo a Cuitláhuac: “Aprende de Alejandro”.
En un estado como el nuestro, ningún gobernador puede darse el lujo de pelearse con la federación. Murat piensa en Oaxaca y en los oaxaqueños, no en el Presidente.
Estimado Gibrán:
Dices que Murat ejerce “un control paternal de los medios”. Yo no soy periodista. Que las y los periodistas oaxaqueños te respondan.
Lo que sí me consta es que Alejandro se sienta con ellas y ellos, no se niega a las entrevistas, atiende sus demandas cuando existen y está solícito a ayudarles cuando hay algún problema de la vida cotidiana. Porque son oaxaqueñas y oaxaqueños, muchas y muchos amigos míos, que son la voz de Oaxaca.
Si eso es “control paternal” creo que malentendiste lo que te enseñaron tus maestros. Eso es “don de gente” que no se aprende en Columbia; es educación que -como decimos aquí- “se mama” desde la casa y se ejerce cuando se tienen los pies bien puestos en la tierra.
En verdad te digo: si son sinceros tus afectos hacia el Presidente, pon los pies en la tierra, ayúdale y no le estorbes.