Cortinas de humo
Son visibles, en Cuba, los signos de decadencia de un modelo de
poder centralizado, que convierte en mérito revolucionario la
obediencia a las órdenes que bajan, bajo la orientación, desde las
cumbres: Eduardo Galeano
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de julio de 2021.- Mientras México es titubeante, la comunidad internacional, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Amnistía Internacional reprobaron el uso de la fuerza por parte del gobierno de Cuba en contra de manifestantes y activistas quienes fueron agredidos y detenidos por la policía debido a que ejercieron su derecho a protestar.
Los organismos multilaterales piden respetar la vida y los derechos humanos de los grupos que marcharon y gritaron consignas el pasado domingo 11 de julio en contra del gobierno socialista de Cuba, así como abrir Internet y la telefonía celular a la población de la isla, servicios que fueron bloqueados recién comenzaron las manifestaciones.
Llegar al hartazgo y la desesperación no es difícil cuando por más de 60 años la población cubana de espíritu libre y alegre ha resistido con paciencia la escasez, el racionamiento alimentario y, ahora se suman la falta de vacunas y hospitales para atender a enfermos de Covid 19.
La marcha del 11 de julio cimbró la atención mundial por lo inédito de estas manifestaciones en un sistema caracterizado por su intolerancia a la crítica. Miles de cubanos en las principales ciudades se congregaron bajo el grito de «Libertad» , «abajo la dictadura» y otras consignas en contra del gobierno, establecido en la isla desde 1959.
La nación caribeña es presidida desde 2018 por Miguel Díaz Canel, quien para no dejar duda sobre su naturaleza hizo un llamado a la represión, a la confrontación de los revolucionarios del Estado, el gobierno y el Partido Comunista en contra de los manifestantes, según él, manipulados desde el exterior por movimientos como #SOSCuba.
Y fue más allá: el presidente conminó a los revolucionarios comunistas a enfrentar a los marchistas con la vida, si es necesario; llamó a quitarles las calles, que en Cuba las calles son de los revolucionarios y no de los gusanos neoliberales, ni de mercenarios imperialistas.
La situación es muy delicada. Díaz Canel, al frente de las fuerzas militares del gobierno comunista, marchó para arrasar con los activistas, hay personas heridas por disparos de la policía, detenciones arbitrarias, ataques a periodistas , además de que los servicios de Internet y telefonía móvil se suspendieron por dos días, y regresaron en forma intermitente.
Momentos difíciles vive el pueblo cubano que hoy más que nunca pide la solidaridad internacional, quizá ya llegó el momento de grandes reformas para esa nación.
Pero no, señor presidente de los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, no se trata de apoyar al gobierno, sino a un pueblo oprimido que pide a gritos «libertad» y el pleno goce de sus derechos a disentir y expresarlo.
Lo fundamental, creo, no es si los manifestantes defensores de derechos humanos en la isla al protestar frente a la embajada de Cuba en México gritan «maricones» a los guardias que quieren desplazarlos a empujones, o si uno de los agredidos describe como el guardia «negro» lo golpeó, como se exhibió con actitud moralina en la conferencia presidencial mañanera. Es otro el debate.
La vida de nuestros hermanos cubanos está en peligro real y México debería responder a su tradición en política exterior y asilo, como defensor de los derechos humanos y las libertades.
De héroe libertario a dictador
Sin duda, la geopolítica y la ambición, así como las leyes del mercado, han operado en contra de esta nación, la primera autoproclamada socialista en el continente americano, resultado de una revolución auténtica comandada por el caudillo legendario Fidel Castro Ruz, con la participación del argentino Ernesto «El Che» Guevara, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida, Raúl Castro, Juan Manuel Márquez, Huber Matos, Frank País y otros más.
Fidel Castro y sus «barbudos» –como fueron llamados– lograron desterrar al dictador Fulgencio Batista, acusado de ser un empleado de Estados Unidos y haber convertido a Cuba en el país de las desigualdades sociales, la mafia, los casinos y las prostitutas.
Pero luego el héroe de la campaña en Sierra Maestra fue por 17 años primer ministro (1959-1976) y 32 años presidente (1976-2008), desde el inicio de su largo mandato determinó purgas incesantes, desapariciones de críticos, encarcelamientos y fusilamientos en masa de opositores.
Se expropiaron fortunas, propiedades, empresas, haciendas y casas a los ricos para dejar vivir en ellas a muchos de los revolucionarios pobres que carecían de vivienda. Muchos cubanos han emigrado desde entonces a Miami, Estados Unidos y otros países.
Con el paso del tiempo el comandante evidenció su ambición desmedida y deseo de permanencia, se convirtió «por derecho propio» –eso creen todos los narcisistas cuando llegan al poder– de héroe libertario, uno de los más loados por intelectuales, en uno de los dictadores más repudiados del Caribe.
Medio siglo después, el escritor Manuel Vázquez Montalbán, escribió sobre la revolución cubana: Dios entró en La Habana, cuyo título refleja como fue de esperanzador el movimiento arropado por los intelectuales de izquierda en la década de los años 60’s .
El comandante heredó el mando a su hermano Raúl Castro Ruz, quien ocupó la presidencia del 24 de febrero de 2008 al 19 de abril de 2018, (aunque fue interino desde julio de 2006), cuando lo sucedió Miguel Díaz Canel, actualmente presidente, jefe de Estado y de gobierno, primer secretario del Partido Comunista de Cuba y comandante supremo de las fuerzas armadas.
Turismo en decadencia
Cuarenta años atrás, Cuba era destino predilecto de políticos, intelectuales y periodistas mexicanos de izquierda, quienes gozosos visitaban un régimen que presumía sus logros en materia educativa, había logrado acabar con el analfabetismo y sus adelantos médicos lo colocaban como líder mundial en rehabilitación y ortopedia, entre otras especialidades.
Eran famosos sus shows de música y baile en el Tropicana y otros centros nocturnos como el del hotel Nacional, donde sensuales mujeres afrocubanas bailaban ritmos tropicales interpretados por grandes orquestas o se contoneaban para enmarcar las potentes voces de cantantes de cumbia, son o boleros.
Se hablaba de las jineteras –prostitutas–, jóvenes soñadoras que creían ver en el extranjero al príncipe azul que las sacaría de su precaria condición económica y con suerte las llevarían a sus países; o las cambiadoras, quienes buscaban en hoteles conectar a algún turista para lograr el intercambio de jeans, lentes de sol, chamarras y bolsos, entre otros artículos del capitalismo, por café, tabaco y ron cubanos.
Hace tres años, constaté que en Cuba las cosas iban de mal en peor. El régimen castrista presumió siempre de seguridad para el turista, esto, como muchas cosas más han venido a menos.
A finales del mes de julio de 2018, mi hermana Betty y yo visitamos Varadero, uno de los principales sitios de playa con el encanto del Caribe: arena blanca y suave y aguas azul esmeralda.
Nos hospedamos en un hotel de una cadena internacional española, el personal integrado por cubanos atendían con indiferencia y quejas, era un viernes veraniego así que pedimos un mojito, la bebida típica, se nos dijo que se había acabado la yerba -hielo frappé, yerbabuena, azúcar y ron son los ingredientes- y hasta el lunes se abastecerían.
Parecían más empleados del gobierno, contestaban: no hay, se acabó, no se puede…
Observé que si en forma previa se ofrecía una propina en dólares aparecía hasta la yerba y en general se conseguía lo necesario en el bar.
Digamos que los empleados son profesionales pero de otras especialidades -matemáticos, astrofísicos, etcétera- pero como no hay empleos en su oficio, se convirtieron en prestadores de servicios turísticos, pero adolecen de la vocación y capacitación para dar una buena atención.
Recordemos que la extinta URSS, la potencia comunista, durante la guerra fría le dio apoyo económico y educativo a la Cuba entonces llegó a nombrarse revolucionaria marxista-leninista, luego se proclamaría socialista.
Nuestro hotel, al igual que los del resto de la zona hotelera en Varadero presenta un grave desgaste: nos tocó un cuarto cuya puerta no cerraba, una caja de seguridad sin candado, y dentro del cuarto varios especímenes de lagartijas habían hecho su hogar. Solicitamos cambio de cuarto.
Al otro día se nos dio la nueva habitación y la nueva caja de seguridad. Aún así fuimos víctimas de robo hormiga, el día que salimos temprano para abordar un catamarán hacia Cayo Largo, de regreso al hotel la caja fuerte había sido forzada, nos sustrajeron 100 dólares, las camas estaban revueltas.
Advertidas de lo complejo que es presentar y darle seguimiento a una denuncia en el sistema socialista, sopesamos el daño y mejor lo dejamos pasar.
Asistimos a la Casa de la Música, el lugar nocturno de moda a festejar el cumpleaños de mi hermana, entramos a las 11:00 p.m. y había un cantante afrocubano con bailarinas, más de 200 personas de pie se contoneaban al ritmo del reguetón, pero a las 12:00 de la noche se suspendió la música por ser día de asueto local.
Nadie nos advirtió ni nos regresaron las entradas -25 dólares por persona, más bebidas-. Eso sí, el taxi que nos recogería en la madrugada se presentó a la medianoche para llevarnos al hotel. El conductor nos informó que el restaurante donde cenaríamos también estaba cerrado, es por órdenes de los sindicatos que vigilan y castigan a los infractores. Fin de la fiesta.
Nos trasladamos de Varadero a La Habana en autobús, el viaje duraría casi tres horas, cruzamos Matanzas, la provincia de los puentes y los ríos, algunos edificios de 10 o 12 pisos descascarados conservan grandes letreros en que se lee «Patria o muerte».
Llegaríamos al hotel Tryp Habana, el otrora famoso hotel Hilton Habana, construido en 1958, un año después fue expropiado por la revolución triunfante. Llamado Habana Libre fue residencia oficial de Fidel Castro durante varios años.
Llegamos en medio de una tormenta, el operador de la guagua usó el altavoz para informar que debido a las condiciones climáticas desviarían el ingreso programado por la bahía a calles internas.
Cruzamos la Habana Vieja y el centro, las construcciones coloniales están en ruinas, casas y edificios se sostienen de milagro, en algunos –sin ventanas o con terrazas y fuentes naturales– podíamos ver a los residentes escasamente vestidos, descalzos o con sandalias sentados en alguna silla o poltrona tomando alguna bebida.
El hotel Tryp Habana está en un inmejorable lugar, pero como todo en la isla, hace falta limpieza y mantenimiento. Lo peor está al salir del hotel, hay varias personas dedicadas a adivinar el origen de los turistas y ofrecer café, tabaco o ron o llevarte a algún Paladar –casas con servicio de comida casera que puede ser muy cara y no buena-.
Hay un acoso constante por parte de malvivientes locales para hacer que el turista incurra en alguna acción indebida y entonces sí, poner en riesgo al visitante de ser chantajeado, otros llevan recetas para que les compres en farmacias sus medicamentos, a los que ellos no tienen acceso.
Sus shows musicales siguen siendo de una gran calidad, los bailarines -mujeres y hombres-, músicos, escenógrafos, cantantes, montan espectáculos que bien valen la visita, casi hacen olvidar todos los inconvenientes.
Los jóvenes -mujeres y hombres- con frecuencia se acercan al turista solo para platicar y externar su tristeza por la falta de incentivos, la precariedad de la vivienda, el racionamiento de alimentos, medicamentos, agua, luz…
Los choferes de los taxis son un buen termómetro de la desilusión, muchos de ellos estudiaron licenciatura pero no ejercen, no hay empleos. Dedican su vida a darle mantenimiento a grandes automóviles heredados de sus padres o abuelos, marca Ford, la mayoría, no hay refacciones por eso piden al usuario cerrar las portezuela y sentarse con cuidado, cualquier daño menor podría dejarlos sin sustento.
Cómo olvidar a uno de esos conductores, astrofísico de profesión, quien sólo se había dedicado a manejar el viejo automóvil de su abuelo, cuándo le preguntamos cuál era su motor de vida, sonrió irónico y dijo: «pronto lo sabrán por ustedes mismas. Dicen las noticias que México acaba de elegir a un presidente socialista».
Pese a toda esta descripción que evidencia el deterioro político, económico y social, el pueblo cubano sigue estando cerca del corazón de los mexicanos, la literatura, la arquitectura colonial, el arte, la música, los artistas talentosos, los escritores, el ron y la historia compartida nos hermana. Nuestra solidaridad con ellos en estos momentos.