Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax. 1 de agosto de 2021.- Una sociedad más grande y compleja y que presiona para democratizar el acceso a la representación política, distribuir pluralmente los cargos y cada vez controlar más y mejor las decisiones de gobierno son rasgos propios de un país moderno con una ciudadanía fuerte.
Hace apenas 30 años, México se adentraba en una nueva etapa de su evolución moderna.
Recordemos que el sistema político estaba cerrado al predominio de un solo partido y hoy, con todas sus debilidades, contamos con un sistema de varios partidos integrados por millones de ciudadanos –muchos otros sin afiliacion partidaria– que compiten en serio por alternarse en el poder.
Los partidos de izquierda apenas se alineaban en una opción que contendía aprovechando las crisis coyunturales, como la de los temblores y elecciones locales de 1985-86 o la del error presidencial de diciembre de 1994-1995. Hoy no solo gobiernan desde la presidencia de la República sino que disputan y ganan palmo a palmo a sus opositores en el control de las entidades federativas y localidades.
Los organismos electorales autónomos, el hoy Instituto Nacional Electoral, el tribunal electoral y la fiscalía para atender delitos electorales no existían y la Suprema Corte de Justicia de la Nación no estaba autorizada para revisar el carácter constitucional de las normas legales. Al contrario, ahora tenemos instituciones electorales sólidas, claro que siempre perfectibles, e incluso reconocemos instancias interamericanas –también perfectibles– que refuerzan las garantías de los derechos.
Hace 30 años, en fin, ni soñar con que la ciudadanía pudiera desde una computadora o un teléfono celular solicitar información pública o sobre sus propios datos personales a cualquier administración pública o incluso entes no gubernamentales. Ni que decir de la libertad de expresión y comunicación que ejercemos en nuestros días.
A todo ello hay que sumar el derecho a que se nos consulten decisiones de gobierno sobre temas de trascendencia nacional o regional, como ha ocurrido este domingo 1o de agosto de 2021 por primera vez en la historia contemporanea de Mexico.
Las reformas consumadas en 2012 y afinadas en años subsecuentes y la Ley Federal de Consulta Popular se han estrenado al fin en la práctica de manera positiva, luego de que al menos cuatro intentos previos se habían frustrado en el camino y más alla de los ensayos locales como los de la Ciudad de México.
La consulta popular consumada hoy significa un hecho histórico y debe abrir una nueva época en la que la ciudadanía se empodere y corresponsabilice más todavía y los gobernantes se comporten con sentido ético y jurídico en favor y no en contra de la mayoría popular.
En el fondo, las consultas populares, complemento de la democracia representativa, transfieren a la ciudadanía y al pueblo, que somos los titulares originarios de la soberanía, más capacidad para controlar a los poderes gubernamentales y a los conciudadanos a quienes se les encarga temporalmente su ejercicio –y que suelen olvidar que son comunes mortales.
Ahora bien, es claro que así como hay evidencias de malos gobiernos y pésimos ciudadanos gobernantes, también las hay de gobernantes y gobiernos virtuosos y eficaces.
De lo que se trata con las consultas populares es que hay que sujetar a los malos gobernantes a que se apeguen a las normas acordadas y no defrauden al pueblo, y que los buenos o mejores reciban apoyo para que no se equivoquen y optimicen su actuación responsable.
Nuevas reformas en la materia y mejores prácticas, entre ellas el uso de los medios digitales, deberán normalizar y legitimar aún más este tipo de ejercicios participativos.
Más poder a la ciudadanía equivale a su mayor incidencia en el rumbo que tome la historia futura del país que debemos construir conscientemente entre todos y no mediante una minoría de supuestos iluminados del partido que sea aquel que acceda a la representación política relevante.
O bien, peor aún, de una minoría que desde afuera del estado o del país pretenda manipular la historia.
La historia del futuro la debemos escribir entre todos.