Economía en sentido contrario: Banamex
En los cambios de época los países se juegan su futuro y, por lo tanto, su pasado, del que debieron aprender.
El siglo que corrió de 1867 a 1967 enseñó a las generaciones mexicanas de la Reforma y la Revolución que cualquier cosa podría pasarle a a la Patria salvo perder territorio, recursos estratégicos u oportunidades para el desarrollo.
Luego de las dos dramáticas décadas que transcurrieron de 1847 a 1867, en las que el país estuvo envuelto en dos guerras internas y dos de intervención extranjera, al fin pudo concentrarse en su unidad y modernización.
Las apuestas de Porfirio Diaz en este sentido resultaron favorables hasta que cometió el grave error gen 1910 al no acordar la alternancia en la silla presidencial.
Esta pasó por la fuerza de mano en mano hasta 1934, cuando con Lazaro Cardenas inició el largo periodo de sucesiones institucionales.
Los posrevolucionarios aprendieron de aquel pasado que cuando los vientos del norte cambian los del sur suelen cambiar también.
Asi que ante el fin del liberalismo tipo
siglo 19 y su liquidación mediante dos guerras mundiales y la Gran Depresión, el México cardenista dio vuelta a la izquierda para cumplir las promesas que costaron cientos de miles de vidas entre 1910 y 1930.
Al concluir la segunda guerra mundial, la socialdemocracia se extendió en Occidente y en México, entre otras razones porque había que equilibrar el poder sovietico.
El siglo al que comenzamos a transitar desde finales de los años 60 nos está alertando que no debemos perder la memoria.
El giro neoliberal internacional a partir de los años 80 y 90, que fue incentivado tardíamente en 2012, representaba una apuesta riesgosa que nos fortaleció tanto como agudizó añejas contradicciones.
La nueva vuelta a la izquierda que se advierte en el ambiente internacional junto con aquellas contradicciones está forzando la reorientación a que asistimos dia con dia.
La nueva apuesta mexicana parece pertinente pero no debería ser tan rígida como para generar pronto su propia antítesis radical.
Aprender de la historia y practicar sus enseñanzas es la única herramienta de la que disponemos para que en el futuro no se escriba que volvimos a cometer los errores del ayer.