América Latina postula 14 películas a Premios Oscar; México va con Sujo
Cuando cursaba el quinto año de primaria con la maestra Aurelia, ya tenía responsabilidades qué cumplir, pues todas las tardes iba a dejarle a mi mamá Tina la comida en su puesto de venta de pescados en el interior del Mercado Público de Juchitán, que a sugerencia de mi tío Fausto Santiago López decidió recomendar a Na’tina Cuba Leche, como el cariñosamente le decía a mi mama para contribuir a la economía familiar.
Para ello debía recorrer la calle de Aldama hasta la Avenida 16 de Septiembre para llegar al mercado.
En una ocasión al pasar por la casa de la señora Pilar Pineda Orozco, quien vivía justo donde hoy se localiza el sitio San Vicente, un señor de edad me llamó y me dijo:
-Veo que todas las tarde pasas por esta calle, ¿A dónde vas?
Le contesté que para contribuir con la economía familiar mi mamá vendía pescados y que mi tarea era ir a dejarle su comida y ayudarle a traer sus cosas del mercado a la casa y que en ocasiones -cuando la venta era baja- iba por el hielo para conservar los productos del mar, en esa época era una novedad que algún comerciante contara con un Refrigerador. Debo reconocer que de hecho ese fue mi primer trabajo y me ayudó a entender lo que era una responsabilidad.
-Soy el Señor Donaciano Orozco, me dijo, viví muchos años en la ciudad de México y acostumbro a leer diario el periódico, pero por mi edad se me dificulta ir a comprarlo y mi vista ya no me permite hacerlo, si me haces el favor de ir a comprarlo y me lo lees te daré un peso, oferta que acepté con gusto; un peso en ese entonces implicaba poder disfrutar 5 paletas de agua con mis compañeros de escuela.
Eso que se supone era un segundo trabajo fue lo más maravilloso que Ta Don me heredó, el gusto por la lectura diaria de un periódico, que por cierto debido a la distancia de Juchitán a la Ciudad de México, el periódico llegaba un día después. En esa época solo había dos canales de televisión el canal 5 privado y el canal 13 del Estado Mexicano y también no cualquier familia tenia una televisión en casa de hecho conocì la television en casa de un vecino Che’ Mingo Zapatero de Profesion que era una televisión marca telefunken de blanco y negro.
A esa edad, de 9 años, le leía al señor Donaciano el Excélsior, el periódico de la vida nacional. Con gran paciencia me fué enseñando cuál era la noticia principal, la de 8 columnas, las secciones de un periódico, el editorial y las columnas de opinión de Manuel Buendía en Red
Privada y Frentes Políticos, asimismo le leía la revista Siempre, y las primeras ediciones de la revista Proceso.
¡Ahí comprendí que la información era una herramienta fundamental, y hombre o mujer informado valen por dos!
Eso me llevó a buscar libros de lectura, revistas y suplementos a temprana edad, de tal suerte que cuando en la secundaria nos dejaron de tarea realizar la portada de un Periódico, el equipo que hice con mi compañera Patricia González Calvo, quien hasta el dia de hoy escribe las mejores letras que he visto fue el ganador de toda la generación; recuerdo que le pusimos de nombre Diario El Estudiante, periodismo de vanguardia; así nació mi vicio por la lectura que hasta el día de hoy no me permite salir de casa sin antes haber leído por lo menos cinco diarios.
En esa época al salir de la primaria antes de irme a casa pasaba a la biblioteca infantil de la casa de la cultura cuyo director era el poeta Macario Matus quien al verme leer cuentos me dijo: Deja de leer eso, lee mejor a Marx, a partir de ahí comprendí que para ser universal hay que leer todas las corrientes sin temor a equivocarse…