Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Miscelánea, salud y política
«Huid del país donde uno solo ejerce todos los
poderes: es un país de esclavos». Simón Bolívar
La evolución del líder opositor de antaño al tirano en que se ha convertido hoy Andrés Manuel
López Obrador no es una incongruencia: antes, este expriísta irredento luchó por el poder y
para ello denostó a todos los gobernantes del pasado y ofreció lo que el pueblo quería
escuchar. Hoy no quiere dejar el poder y para ello aduce la continuidad de un proyecto que sólo
él conoce, como redentor legítimo y natural del pueblo, de manera grandilocuente pelea en
contra del «conservadurismo», genérico que aplica a todo aquello que se opone a la imposición
de su voluntad personal.
Para el temerario opositor conocido por sus ímpetus verbales, el Ejército debía mantenerse
ajeno a las tareas de seguridad pública, el candidato de Morena a la presidencia prometió un
gobierno civilista, la inseguridad se combatiría desde sus causas, con políticas sociales en
contra de la pobreza, creando empleos, oportunidades para jóvenes… López Obrador era
contrario a darle mayores facultades al Ejército, y apuntaba como riesgos la creciente violación
a derechos humanos, mayor pérdidas de vida, «eso no le conviene ni a la misma institución
militar», sostenía.
Pero ahora, ante la descomunal descomposición nacional por la violencia que no alcanza a
detener su gobierno, López Obrador en lugar de reconocer el fracaso de su política de
seguridad y convocar a todos en delinear una nueva estrategia, quiere pasarle íntegra la
responsabilidad de la seguridad pública al Ejército.
Esta determinación lo pintó nítidamente, podría figurar en un Manuel de cómo ejercer el poder
en forma autoritaria, sería mediante decreto o un convenio del Ejecutivo, porque la oposición
conservadora seguramente impedirá la aprobación de su nueva reforma constitucional para
hacer que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional.
AMLO externó que el Congreso no impedirá que administrativamente se logre pasar la
seguridad a mandos castrenses, mismos que ya resuelven la cuestión operativa. El
voluntarioso mandatario aseguró » no voy a rendirme…me asiste la razón».
La andanada en contra no se hizo esperar. juristas, organizaciones civiles, colectivos,
académicos, etc. llaman a la ciudadanía a hacer que el presidente respete la Constitución y las
leyes, la seguridad pública debe mantenerse en mandos civiles, el Ejército responde a otras
prioridades, ya de por sí, cuestionaron, ha sido desmedido el incremento de atribuciones que
se le han conferido, en detrimento de su misión como garante de la integridad, la
independencia y la soberanía de la nación.
El jefe del Ejecutivo invocó al Poder Judicial para que intervenga si cree que el Ejecutivo
vulnera a la Constitución. Sólo que la Suprema Corte de Justicia de la Nación no es muy
confiable, pues presenta ya un rezago en la resolución de siete controversias por actos
impugnados en contra de la Guardia Nacional. La falta de diligencia es interpretada por
especialistas como sumisión frente al Ejecutivo.
Creo que en el mandatario tabasqueño se cumple la frase: infancia es destino. Nacido en
Tepetitlán, municipio de Macuspana, en Tabasco, biografiado por Enrique Krauze como «El
mesías tropical», ya desde niño sufría de una rara enfermedad, cita el historiador y ensayista,
que «sus biografías oficiosas contendrían datos interesantes sobre su carácter temprano. ́Fue
un niño muy vivaracho –recordaba su padre– pero tenía una enfermedad: no se le podía decir
nada ni regañarlo, porque se trababa.’ Existen abundantes citas sobre su temperamento
corajudo, malicioso y burlón. https://enriquekrauze.com.mx/el-mesias-tropical/
Como sea, casi concluimos el cuarto año del gobierno de AMLO y pareciera que todos quienes
le rodean temen la reacción de aquél niño voluntarioso que, hoy investido del inmenso poder
presidencial, pudiera enojarse o hasta trabarse ante la negativa de quitarle la naturaleza
constitucional civil a la Guardia Nacional. ¿Habrá quien lo enfrente con argumentos, pese a sus
argucias por todos conocidas y padecidas de pausar sus expresiones, chasquear la lengua,
torcer la boca o la mirada?
Estamos ante una encrucijada en la que nos ha colocado el presidente de la República, amo de
explicar sus contradicciones con su muy personal y sesgada narrativa, el mismo que prefirió la
austeridad de ocupar como sede oficial el esplendor y lujo de Palacio Nacional y despreció por
ser fastuosa rémora de los gobiernos neoliberales vivir en la residencia oficial de Los Pinos.
El mismo AMLO, que denostaba a los corruptos de la mafia del poder por sus excesos al
disponer de casas blancas, valga el genérico para referirnos simbólicamente a los bienes que
son muestra de ser sospechosas dádivas de particulares a cambio de favores del gobierno, y
que se enojó hasta el paroxismo con periodistas antes afines a él, sólo por transparentar la
existencia de la Casa gris que puso en evidencia que, al igual que ayer, hoy los juniors, como
José Ramón Beltrán, reciben canonjías y prebendas.
Y qué decir de la señora Beatriz Gutiérrez Muller, quien humildemente rechaza ser llamada
primera dama, pero desarrolla un protagonismo sin precedente en representaciones
diplomáticas en el exterior. Por cierto, me recuerda al senador chiapaneco Manuel Villafuerte
Mijangos, quien fue un crítico contumaz de que las o los consortes de los ganadores de un
puesto de elección popular ejercieran cargos públicos, cuestionaba en una iniciativa de su
autoría: ¿quién los eligió a ellos, por qué se les paga con recursos del erario?
Otro caso es el más pequeño de los hijos, Jesús Ernesto, quien a sus 15 años viaja solo, recién
fue captado en el Aeropuerto de Londres, recibiendo el apoyo de la mismísima embajadora
Josefina González-Blanco Ortiz Mena para documentarle y hasta cargarle su mochila. Nooo, si
no son iguales, como suele decir López Obrador, pero en los modos quienes detentan el poder
en México, sí se parecen mucho.
Ayer escuchaba a la historiadora Soledad Loaeza comentar sobre la «disruptiva presidencia de
Andrés Manuel», quien «tanto repite que es diferente a todos los otros gobernantes que
pareciera querer convencerse a sí mismo, pero lo más preocupante es su desprecio por la ley
tal y como existe y su disposición a manipularla según su conveniencia».
Ahora, cuando sus afanes están puestos en la sucesión, el presidente quiere incorporar de
pleno a la Guardia Nacional al Ejército, dicen algunos analistas, busca cobijar a este cuerpo
malhadado (sólo cuenta con aprobación del 40%) con el prestigio de las Fuerzas Armadas,
que, al menos en percepción pública, recibió 80% de aprobación.
La Guardia Nacional, a más de tres años de haberse creado con el apoyo unánime del
Congreso, cuenta ya con 118 mil elementos, 341 instalaciones y un presupuesto de 60 mil
millones de pesos anuales, pese a ello no logra controlar la violencia: ya rebasamos los 110 mil
homicidios en el gobierno de la 4T.
A la hora de hacer un balance, muchos aprecian al Ejército bueno, al que se viste de gala, el
que organiza y participa en los desfiles, el que apoya a los habitantes en casos de desastre.
Muchos parecen olvidar el otro Ejército, el usado por gobernantes para reprimir movimientos
opositores, el que cometió crímenes de lesa humanidad en 1968 y al que no se ha podido
enjuiciar ni castigar porque tampoco se han podido esclarecer asesinatos, torturas, violaciones
y desapariciones forzadas, en los que sí estuvo involucrado.
Los mexicanos estamos obligados a vigilar que ese Ejército, el que obedece a ciegas a su
comandante no regrese, y mucho menos se encargue de la seguridad pública.