El episcopado ante el segundo piso de la 4T
El miércoles 29 de julio el Dr. Johnson,
Mr. Dompster y mi tío, el Dr. Boswell,
que estaba entonces en Londres,
cenaron conmigo.
James Boswell, Vida del Doctor johnson
Acá estás tú, Ar
Mantén sencillo lo sencillo, en el CUISH. Bukowski el viejo indecente hablaba del encuentro con su mentor, John Fante, de ese afecto sincero que sólo pueden expresar cuando se encuentran un par de emigrados. La muerte de Fante, comido por la maldita diabetes. Bukowski dijo de la angustia del escritor ante las palabras que callan y no dicen nada, por más que quien escribe le busque, lo intente. Nada. Silencio y miserias rodean a los que escribe. Indiferencia, olvido de las palabras con todo aquello que respecta a lo humano. Sólo el mezcal guía los pasos. El mezcal y la mujer guían los pasos del que escribe, el extraviado. Frente a la existencia está la desesperanza, la muerte. Ese es el común denominador para toda la especie. No hay más. Silencio, angustia y dolor. Desde ahí tendrás que mantener sencillo lo sencillo, expresó Bukowski. Sencillo lo sencillo, escuchar el tronar del mundo que revienta y quedarse quieto frente al derrumbe. No hay más; desde ese sitio habrá que sacar las palabras que dicen cosas, que hablan. Malditas.
Oaxaca de los mezcales
Un poema en medio de tanta gente. Un poema entre la gente como la mirada de una criatura perdida entre las voces de los ebrios, en el sitio de mala muerte. El poema pasó junto a las mesas del café con su andar de paloma esquiva, por medio atrio de la catedral. El poema/paloma camina. Nadie lo distingue, perdido en las voces de tanta gente. Su andar es como de ebrio sin cantina, agobiado por la abstinencia. Los gritos de la gente suben de intensidad, junto al poema y el poema mientras se mantiene tierno él en toda su persona. Obstinado en permanecer junto a las personas. Permanece así, en su malograda presencia, tierra él, polvo él, todo él junto a las personas. Apenas sobre sus pies de paloma huraña. A duras penas llega a la sombra de un viejo laurel. El poema. El sobreviviente de mil voces. La gente pasa con prisas de comercio o de agente inmobiliario. Llevan el tiempo contado. Andan por el mundo como sindicalistas que salen a la calle a gritar consignas contra el gobierno. Tiempo de la protesta, de la arenga. Tiempo de batallas. Nadie mira al poema que padece a mitad de la calle. La gente que pasa junto a su persona porta cámaras fotográficas, que penden del cuello como la soga del ahorcado. Nadie lo mira. Llevan un andar de ciegos o elefantes, contundente. Caminar de migrante, orondo. El poema permanece con el rostro cubierto de polvo para que nadie lo vea. Como billete de 200 perdido en el piso, solitario, sin que nadie se detenga y lo levante, lo meta en la cartera y siga su camino.