Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
PUNTO DE ENCUENTRO
¡Compadre! ¡compadre! Ya despierte, ¿qué hace? híjole compadre pensando, pensando en el año que acaba de pasar y en éste que ha iniciado ya. Es el primer año que salimos después del encierro que nos provocó la pandemia y que pudimos volvernos a reencontrar con mayor libertad.
Pero no cabe duda que ya no somos iguales: pos como no compadre si no dejábamos de ¡comer!, ¡no pues compadre! Agarre la onda; me refiero a que esto fue un parte aguas en la humanidad, que vino a sacudirla y comenzamos un nuevo proceso de readaptación en todos los sentidos, no sólo en las economías de los países ni en los nuevos estilos de gobernar sino en los nuevos estilos de vida y comportamiento humano: en lo familiar, laboral, escolar, etc. que aun no terminan de cuajar ni de acomodarse las cosas.
Y aunado al sentimiento emocional que causa la algarabía decembrina, vuelve más sensibles a las personas; provocando cambios en su estado anímico y muchas veces (por cosas que ya se venían arrastrando) negativos pues desequilibran su psique desfavorablemente, cayendo en: desgracia, depresión, irritabilidad, pesimismo, apatía, fatiga, tristeza, soledad, etc.
Los estudiosos en el tema, les llaman enfermedades decembrinas a los trastornos afectivos emocionales temporales.
No hay nada perdido, ¡ánimo compadre! que un nuevo año es una nueva oportunidad para reinventarse, para hacer una pausa en nuestra ajetreada vida y reflexionar y capitalizar los momentos y las emociones para enmendarse.
Y si aún mi estimado lector, no lo hemos hecho o no hemos definido propósitos de año nuevo pues estamos a tiempo para tener un encuentro con nosotros mismos. De tal manera que podamos puntualizar las áreas o cosas –así sea una sola- en que podamos mejorar y la(s) tengamos presente a lo largo del año para direccionar nuestras acciones cada vez que sea necesario. No pensemos en: este año voy a ser mejor; pues es necesario definir en qué puedo o tengo que ser mejor o mejorar. Hay que concretar.
Que éstos no sólo sean cosas materiales que son buenas y a veces hasta necesarias, pero son mejores las que tienen que ver con nuestro crecimiento como persona, con nuestro interior; que al final del día, es lo que nos dará más frutos incluyendo los materiales.
Recordemos que los cambios no vienen solos, no se dan por el simple hecho de darle vuelta a una hoja en el calendario o incluso por haber tomado cursos de superación personal: el cambio no se da por arte magia u ósmosis. El cambio se da, cuando uno mismo así lo decide, cuando uno quiere cambiar y a veces ayudan mucho los “empujoncitos” que la vida nos da en algunos sucesos.
No hay que desistir, no hay que claudicar sino persistir que en esa medida creceremos como personas. Si no hay cambio, no hay evolución y no te sientas mal por evolucionar, que no pierdes nada sino te ganas a ti mismo al reencontrarte y deshacerte de aquello que no te dejaba avanzar.
Hagamos acciones que fortalezcan nuestra resiliencia. La experiencia ya vivida en el 2022 nos ha de servir para reinventarnos en éste 2023; hagamos propósitos reales, concretos y medibles para que no se queden en lindos deseos que obras son amores y no buenas razones.
Les mando una cordial felicitación aún navideña, así como mis mejores deseos para que este año que ha iniciado, les sea mucho mejor que el anterior. Dios les cuide y llene de bendiciones.
Contáctame: [email protected]