El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Pronto dejaremos de utilizar frases del tipo: “por primera vez una mujer encabeza” tal o cual institución, gobierno, empresa, tarea. Sin embargo, no es asunto menor que la Ministra Norma Lucía Piña Hernández fuera votada por sus pares como la primera presidenta de la Suprema Corte de Justicia de México.
Con 34 años de carrera en la institución, y una apretada votación de seis a favor de ella y cinco a favor de otra opción, ella ha sido una personalidad interesante al servicio de México, aportando en debates que otros perfiles no desean ya no digamos aprobar sino simplemente debatir.
En una excelente semblanza de Ivonne Melgar en Excélsior, señala que la Ministra Peña, fue maestra normalista antes de estudiar derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México donde alcanzó el grado de Doctora. La periodista también recuerda las palabras de la Ministra cuando dio la bienvenida hace apenas un par de meses a 87 nuevas juezas:
“Han pasado tantos años y lo recuerdo como si fuera ayer: ¿Qué hay detrás de este día tan significativo? ¿Cuántas horas de estudio, cuántas noches sin sueño, qué malabares se inventaron para estudiar y no dejar de atender a sus hijas e hijos, a sus padres? ¿Quién fue su red de apoyo para lograr estar hoy aquí? ¿A cuántas de ustedes les persiguió la culpa? Esa culpa que no nos suelta a las mujeres, aunque sepamos que no debiera estar ahí”.
Y es que el hecho de que una mujer encabece el poder judicial en nuestro país es una buena noticia, máxime que haya sido Piña Hernández, por su trayectoria y temple. Y que no mina en absolutamente nada el escándalo reciente de otra Ministra que compitió por la misma presidencia.
No se puede esconder tan fácil el elefante en la sala, ya que todo lo dicho alrededor del supuesto plagio de la tesis de licenciatura de la Ministra Yasmín Esquivel, que repito, debe tratarse como un tema totalmente aparte de la elección de la nueva presidenta del poder judicial, debe tener un final que deje claridad en el hecho mismo, que aporte a la vida nacional, que ayude a elevar el nivel de la credibilidad, de la fortaleza de instituciones, de la democracia misma.
Quizá entonces en esa medida deberíamos agradecerle a la Ministra Esquivel Mossa quien quizá sin proponérselo como objetivo principal, ahora puso el dedo en la llaga de la exigencia académica que cada vez más se debate en foros no sólo académicos.
Porque claro que tiene que ver con un tema de valores, hablamos de una integrante de la instancia máxima donde se imparte justicia en nuestro país, por ello su honorabilidad no debería estar en tela de juicio, empero Esquivel Mossa ha hecho, a partir de diversas acciones que se generen más dudas que certezas que tienen que ver con otro de los grandes temas de hoy en día: la verdad, la credibilidad y la postverdad. Baste por muestra el mal papel que jugó la Procuraduría General de Justicia de la ciudad de México y su titular en este embrollo.
A la pregunta: ¿Qué tesis es la original, la de 1985 o la de 1986?, una respuesta lógica, o lo que antes parecía algo de sentido común, ahora llega a “los otros datos”, y quizá entonces ese hecho ilegal se vuelva legítimo a golpes de influencias, amiguismos, compadrazgos.
Celebremos que una mujer, Norma Lucía Piña Hernández, encabece por primera vez la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y que sea alguien que lo merece por sus credenciales, oficio y trabajo. Ahora le tocará hacer el trabajo y dar resultados que México y el contexto actual le exigen.
@rvargaspasaye
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