Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Diario de San Martín Mexicapam
Si paso ante el edificio donde resido,
puedo decir “vivo allí”
Georges Perec, Pensar/Clasificar.
La mesa está hecha con madera de guayacán, 120X90 cm, cuenta con la superficie formada por delgadas tablas de 5 cm, separadas entre sí por 1 cm de aire limpio; con un marco que las contiene, de 12 cm de ancho. La base en X, que en sus extremos soporta las patas que se levantan en diagonal con referencia a su centro. Sobre esta mesa escribo un conjunto de poemas, un poemario, un ensayo que intenta acercarse al alma desesperada, a este presente de terquedad sublime que se extiende sobre la geografía de la materia prima.
Sentarme a la mesa, ocupar su extensión me aclara el asunto literario. Trato de escribir un libro de poemas, juntar, unir, levantar amarras; uniones, las partes dispersas que en su unidad no dicen nada, o dicen poco, pero que unidas a un conjunto cantan.
Parto de este pensamiento: quien ve una mesa en la cocina no mira la mesa, mira su hambre. Por el contrario, quien escribe a la manera en que el ebanista imaginó las alargadas tablas se acerca a la poesía. Planteó acercarme “al mejor artesano”; ¿qué quiere decir la expresión antes escrita? Busco el mapa de la terquedad, insistir sobre un modelo, una representación, ocupar el lenguaje simbólico para decir cosas diferentes a las que aluden las letras.
Mi primer cuestionamiento es ¿hacia dónde va este modelo de mi escritura? Trabajar el fragmento será establecer una competencia leal de capacidades con el lector, involucrarlo a partir de fintas, escarceos, salidas en falso. Para eso me sirve el tono cotidiano, bajar del ladrillo del lenguaje poético, buscar el conjunto con recursos retóricos en temas ordinarios, cotidianos.
¿Quién le habla al pan? El que sació su hambre; quien la padece no habla, busca el pan, insiste en alimentarse. Así el poeta frente al poema.
Pongo a dos de mis precursores. Saúl Ibargoyen, con su uno no amanece todos los días como cantando; y la crónica periodística de la maestra Arlen Pimentel (El Universal). ¿Qué se forma con estas dos presencias opuestas? Nombrar. Entiendo el poema como la unión de contrarios, lo dijo Paz, “el poema como artefacto del lenguaje”, la elaboración de piezas; el ensamble. El embalaje.
Bien, hasta ahí bien, pero ¿busco algo más? Si, compartir informes sobre mi tiempo, proporcionar despachos de la atmósfera, decir mi tiempo en lenguaje escrito. El poema trae noticias, dice Pound. Que otros busquen a la poesía, yo trabajo el poema, la superficie que conjunta, que ordena los materiales que, al estar unidos, informen a quien se asome por ahí de un tiempo, una tierra, una atmósfera. Ciertas gentes.
Que a la poesía la refundan en las aulas universitarias, que la compartan los estudiosos, los exégetas. Poco me importa. Me interesa más la calle que el camino, el espacio que me llena de preguntas. La gente que se cruza conmigo. A la manera de Perec, trabajo el puzle, pero encuentro otro destino a la suma del conjunto, a la relación última que existe entre filos, cortes, líneas y curvas. Colores. Armo una camisa para dejarla en el perchero, para que el lector, la lectora imagine el cuerpo, el tono de piel, de voz, de la persona que vestirá esa prenda.
La encantadora será un buen título para este grupo de poemas elaborado sobre la mesa hecha con tablas de guayacán; el proyecto, que ocupa el tiempo siniestro, el de la ciudad donde se encarece la vida y la seguridad de las personas depende de un milagro voy con humor, cierta parte de loca terquedad para insistir con palabras que carecen de significado porque llevan más oídos que manos, que piernas, porque, al final de cuentas, ¿para qué sirven las manos y las piernas cuando estamos congelados por la desgracia?
Y voy, a la manera de las vanguardias, los ismos, sobre la risa como elemento principal del asunto literario. Tuvimos muchos ya años de poetas solemnes, ahora llegan autoras, autores que descienden de la mesa de paño verde, del ladrillo y se ponen a decir sus poemas a ras de piso. Junto a todas, todos.