Llora, el país amado…
Dirán algunos que somos puristas, pero es chocoso escuchar que a nuestra centenaria ciudad se le mencione ordinariamente como Oaxaca a secas, como sinónimo de la entidad en que habitamos, cuando desde el año de 1872, al morir el presidente Juárez, el Congreso oaxaqueño acordó brindarle un homenaje permanente al Patricio, dándole su apellido a esta tierra.
Más allá de este prurito, las actividades oficiales por el 491 aniversario de la declaratoria de ciudad, a la antigua Villa de Antequera, tuvieron de todo en una larga jornada que incluyó repiques de campanas, repartición de tamales, entonación de Las mañanitas, reinauguración de fuentes rescatadas y sustitución del piso en la alameda de León, además de un concierto de ópera, quema de pirotecnia, conferencias magistrales y presentación de libros y otros eventos artísticos y culturales.
Un hecho relevante, a mi parecer, fue la presentación del libro: Oaxaca, la ciudad renovada. Historia de los procesos de transformación y crecimiento urbano 1876-1950, de la arquitecta Danivia Calderón Martínez, hecho que vale la pena comentar porque el ayuntamiento actual se fijó el compromiso de editar, cuando menos, una obra anual con temas oaxaqueños.
Con 561 páginas, el texto es un estudio con datos, cifras, pasajes y hechos pormenorizados sobre el cambiante desarrollo de una ciudad de profundas reminiscencias coloniales y sabor provinciano, motivo de orgullo de sus habitantes y el país entero, y fuente también de ganancias turísticas.
Nadie puede ocultar que la ciudad es constante víctima de agresiones en su entorno, ya sea por un crecimiento desordenado por el tráfico y venta de terrenos ejidales y privados -que genera asentamientos humanos irregulares- o por los lapidarios ataques que sufre su patrimonio edificado a causa de manifestaciones de protesta, además del ahorcamiento constante de su movilidad por los bloqueos. Y fenómenos actuales que hacen crisis como el grave problema en el manejo de sus residuos.
La narrativa de la doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el instituto de Investigaciones doctor José María Luis Mora y arquitecta egresada de la Universidad local da cuenta de la transformación de la vieja ciudad durante los gobiernos del porfiriato que, con los grupos de poder locales, en gran medida, determinaron las intervenciones en el espacio público, así como los cambios y continuidades que hoy presenta.
Sin ser una mega urbe, aunque ya figura entre las 60 ciudades más pobladas del país, sus casi trescientos asentamientos (colonias, barrios, fraccionamientos y unidades habitacionales en las 13 agencias) albergan, de algún modo, la constante migración del interior del estado y de otras partes de la República. Las personas llegan buscando un mejor horizonte de vida, pero también los atrae la tradicional hospitalidad de su gente, el clima y la tranquilidad, entre comillas, que acá se respira. Un motivo más es que se ha convertido en un socorrido centro cultural gracias a figuras como el desaparecido artista Francisco Toledo y el empresario Alfredo Harp, entre otros.
El centenario aislamiento en que se mantuvo la capital oaxaqueña se rompió, a mi parecer, en los años noventa del siglo anterior, cuando se inauguró la súper carretera Oaxaca-Cuacnopalan que conecta a los estados de Puebla, Veracruz y la ciudad de México. Un nuevo fenómeno poblacional puede suceder cuando estén funcionando las dos vías rápidas que conducen a las regiones del istmo de Tehuantepec y la costa, gracias a los empeños del gobierno federal, el único con capacidad financiera y voluntad política de hacerlo.
La modernización del núcleo urbano, después de sufrir constantes sismos y terremotos, ha demandado servicios múltiples, que en el libro se dan cuenta, a partir del abasto de agua, la electricidad y la experiencia de movilidad que significó la introducción del ferrocarril y el servicio de tranvía (de mulitas) llamado de sangre que, en la transición de los dos siglos anteriores, cambiaron su fisonomía.
Flanqueada -en el teatro Macedonio Alcalá- por su asesora de tesis, Eulalia Ribera Carbó, el historiador Francisco José Ruiz Cervantes y la autoridad de la ciudad, la autora nos invitó a conocer una obra -imposible de describir en estas líneas- que está acompañada de mapas, imágenes y descripciones extraídas de archivos y fondos locales, como el Histórico Municipal y la Fundación Bustamante Vasconcelos, explorados por ella con minuciosidad y paciencia.
Este esfuerzo de investigación e historia urbana abona a los contados estudios existentes sobre la transformación y el crecimiento de nuestra ciudad capital, y será un referente para las y los estudiosos del tema. ¡Felicidades, Oaxaca!
@ernestoreyes14