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En los últimos siete días, Doña Mercedes, una católica, apostólica y romana vive en el infierno.
Las altas temperaturas que alcanzan los 41 grados, a solo a seis pasos del umbral de su oxidada puerta metálica que da a la calle, se mezclan con el calor que produce cuando cocina para una familia de seis personas, incluyendo a «Solovino», el perro de la casa.
En la modesta vivienda, construida por partes, las tres recámas y la sala-comedor, no exceden la longuitud de un camión de pasajeros, mientras que los baños y la cocina, lo que ocupan tres autos «tsurus».
La distribución del terreno, cuenta Doña Mercedes, la decidieron su marido y su suegra bajo dos promesas: La primera, construir dos plantas más, una para la madre de su esposo; y la segunda, llevarlos de vacaciones a una playa, pero la muerte prematura del primero, las convirtieron en cenizas.
Cinco décadas después de ese ofrecimiento, Doña Mercedes, confiesa que desde hace siete días vive entre el infierno de 41 grados de la tercera ola de calor que registra en Monterrey, Nuevo León y los más de 30 grados de su cocina.
«Nunca me fue tan difícil cocinar. Hoy hago lo que puedo por las noches, lo que me deja el calor y los tres ventiladores que tengo. Más no hago», explica.
-¿A qué cree que se deba tanto calor?- le pregunto.
-A la contaminación, a lo artificial, a la comida artificial, a la basura, a nuestra indiferencia. A nuestra huevonada. No cuidamos nada.
-¿Usted es creyente?
-Sí.
-¿Usted cree que es castigo de Dios?
-Sí. Yo creo que nos vio muy jodidos, sin ganas de ayudarnos y se dijo: para qué pierdo mi tiempo, en lugar de juzgarnos hasta el fin del mundo, mejor me adelanto y les traigo el infierno a la tierra.
Monterrey, Nuevo León 17 de junio de 2023.