Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
El liderazgo es una mezcla de acción y relato, está obligado lo mismo al resultado que a la ensoñación. Es decir, mientras sus sueños deben hacerse tangibles para los demás, sus obras requieren trascendencia y esperanza. Es por ello que, con cierta regularidad, se describe y simplifica la figura política de algún personaje con cualidades místicas y pararreligiosas, a un ‘estado de perfección’ donde palabra y acto van siempre aparejadas.
De hecho, el sustrato más básico de toda campaña electoral es justamente convertir a la persona política en una especie de demiurgo, un principio organizador, un hacedor de realidades. El primer requisito de cualquier persona política es lograr que su ser se vuelva performativo, es decir, que sus expresiones se conviertan en acciones y sus palabras transformen la realidad constatable.
Desde la inquietud tecnócrata, Krause advirtió en ‘El mesías tropical’ que López Obrador no sería sólo un administrador temporal de los controles en poder de diversas fuerzas, sino que su idiosincrasia sería una fuerza política que traspasaría y pondría en riesgo la institucionalidad que el PRI le puso a la revolución. Con una crítica mordaz –y quizá sin saber el favor que le hacía–, Krause denunció ‘al hombre providencial’ por su discurso y su actuar moralizante, mesiánico y caudillista. Cualidades que el tabasqueño asimiló y potenció narrativamente hasta alcanzar su rotundo triunfo en 2018.
Ahora, a 17 años de aquel texto, ha sorprendido que la escritora y socialité Guadalupe Loaeza comparara a la política Xóchitl Gálvez con la Virgen de Guadalupe, la advocación mariana más importante para los mexicanos y el símbolo por antonomasia de la evangelización católica popular, transcontinental e intercultural: “apareciste cuando más te necesitábamos”, expresa la escritora en un frenético panegírico.
Gálvez se perfila como la potencial candidata de la reacción opositora contra el modelo y estilo de gobierno iniciado por López Obrador. Desde la mayor de las indefiniciones ideológicas (una especie de conservadurismo neoliberal de populismo reaccionario y progresismo demócrata cristiano crypto-priista), la creación de la persona política que habrá de enfrentarse al régimen de la autodenominada Cuarta Transformación tiene que rebasar por las vías extremas al líder que sus propios detractores convirtieron en mesías y de ahí la exageración, el desmedido y alucinante elogio.
Porque, en la narrativa de la mística política se cree que sólo una ‘super persona’, la hipérbole humana, es capaz no sólo de responder a los problemas del contexto sino trascender en la historia como un ‘creador’ de ideas y decisiones; no es el vigilante de la maquinaria sino su creador, el artífice de realidades, el arquitecto de instituciones.
El símil utilizado por Loaeza es, sin duda, un despropósito y tiene trazos de burla a la fe católica porque es difícil que se desconozca el profundo valor religioso que la Virgen de Guadalupe representa para millones de mexicanos (algo parecido hizo el propio López Obrador cuando mostró un ‘detente’ del Sagrado Corazón como especie de ‘amuleto’ contra el Covid 19); y, sin embargo, adelanta la construcción de la narrativa de mística política a la cual está obligada la oposición para vencer en el juego democrático a las retóricas moralizantes del régimen actual.
Así, la narrativa de mística política estará integrada de relatos imprescindibles que van desde el principio irrenunciable y la misión ineludible, hasta el profetismo y la moralización de la vida social. Sólo habrá que recordarles a esos estrategas de ‘storytelling’ que esta narrativa política siempre padecerá del ‘síndrome de Nazaret’ (Cómo va a ser el mesías si es el hijo del carpintero y yo jugaba con él en la calle); es decir, nadie puede ser realmente profeta en su tierra pues los que lo conocen, los que realmente lo conocen, sospecharán de todas esas virtudes que otros dicen de aquel.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe