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Después de que México fuera conocido como “la patria de la amibiasis”, por su alta incidencia de casos con esta enfermedad, se descubrió que “esos bichitos pequeñitos, apenas más grandes que un glóbulo rojo, son capaces de destruir el hígado, el intestino y, si se extienden, hasta el hueso”, expuso Adolfo Martínez Palomo, miembro de El Colegio Nacional, al coordinar y participar en la conferencia Amibas, enemigos invisibles, del ciclo Bajo el microscopio.
El colegiado aseguró en un comunicado que la amiba afecta a la capital de México desde el siglo XVI y, puntualizó, desde el siglo XVII se realizaron estudios para explicar la presencia de la amibiasis en el país. “Ya no es tan frecuente, pero no ha desaparecido, por eso es importante. Una gráfica de 2023 muestra que hay, en promedio, 500 casos de abscesos hepáticos amibianos al año en México”.
De acuerdo con el médico mexicano, el doctor Bernardo Sepúlveda fue quien creó el Centro de Investigación en Amibiasis en el país y sus seminarios empezaron a conjuntar el interés por la investigación del tema en todo el mundo, incluso, los especialistas se reunieron en numerosas ocasiones en El Colegio Nacional.
En relación a su investigación, Martínez Palomo expuso que, después de que sus colegas del Centro Médico del Seguro Social le compartían amibas de un portador asintomático, es decir, de una persona que tenía amibas en el intestino, pero no una enfermedad, comparó estos ensayos con amibas de alguien con disentería, con inflamación de los intestinos y diarrea con sangre. Encontró que pasaba lo mismo que con las células cancerosas. “Las células malas con disentería aglutinaban con la misma leptina que se llama Concavalina A y las “normales”, que venían de un paciente asintomático, no aglutinaban. Entonces, lo mandé a Nature y lo publicaron”.
Agregó que el parasitólogo francés Émile Brumpt propuso la existencia de dos tipos de amibas, una mala, llamada Entamoeba Histolytica y otra buena conocida como Entamoeba dispar, porque no invade y es comensal. “Esos tipos de amibas fueron descritos 50 años antes de mi observación, pero las pude comprobar”.
“A través del microscopio de barrido, hemos podido ver que, en segundos o minutos, la amiba que toca la célula epitelial comienza a formar globitos que la alteran y matan. También hemos visto que hay amibas que, como aspiradora, eliminan las microvellosidades de las células, es decir, tienen un efecto químico y un efecto mecánico. El efecto mecánico no se conocía y el químico apenas se está tratando de entender”, detalló el colegiado.
Subrayó que, con ayuda de estudiantes y colaboradores, diseñó el daño que causan las amibas en los intestinos. “En el microscopio de luz podemos ver cómo se mete una amiba en el seudópodo, hace un hoyo y rompe el epitelio del intestino grueso para meterse, después se va expandiendo por debajo del intestino y puede perforarlo y provocar la muerte”. De acuerdo con el especialista, cuando llegan las amibas al hígado, el cuerpo reacciona y manda una gran cantidad de glóbulos blancos, provocando una inflamación. “Los glóbulos blancos rodean a la amiba tratando de eliminarla, pero no lo logran y se genera un absceso hepático que va creciendo de tamaño”.
En la sesión, realizada el 10 de agosto en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, participó Martha Espinosa Cantellano, investigadora del Departamento de Patología Experimental del Cinvestav, quien explicó que actualmente “no todos tenemos amibas, se producen por contaminación de agua y alimentos, se originan por materia fecal con quistes de amiba, esa es la única manera de tener amibiasis. Nos protegemos lavándonos las manos, teniendo higiene en la preparación de alimentos y evitando que las moscas se posen sobre nuestros alimentos”.
Recordó que en año 1993, el doctor el médico estadounidense Louis Diamond desarrolló el primer cultivo axénico de Entamoeba dispar, hasta ahora el único cultivo que se tiene en México de esta amiba no invasora. Por su parte, las amibas histolyticas son llamadas así por su capacidad de destruir tejidos. “Les encanta comer eritrocitos, también conocidos como glóbulos rojos, son voraces. Lo que hacen es chupar el contenido de la célula para internalizarlos, pero no solo se las come, también las comienza a degradar”.
En palabras de la investigadora, la amiba dispar se encuentra en el intestino, puede provocar inflamación leve, pero no invade, por lo tanto, no está en contacto con los eritrocitos y no los conoce, los rechaza. “Tenemos una amiba que tiene proteínas que asoman hacia afuera y que reconocen los anticuerpos. Las trata de identificar el sistema inmune para alertan al resto del sistema y así destruir al invasor. La amiba histolytica forma una concentración enorme, a diferencia de la dispar que tiene apenas unos cúmulos”. También las estructuras de adhesión son más prominentes en la amiba histolytica, mientras que la dispar presenta más estructuras relacionadas con la locomoción.
“En este momento estamos investigando: ¿por qué invade la amiba histolytica? Y ¿por qué la amiba dispar no tiene características invasivas? Esos son estudios que estamos haciendo afuera del microscopio”, concluyó Espinosa Cantellano.
La conferencia Amibas, enemigos invisibles, del ciclo Bajo el microscopio, coordinado por el colegiado Adolfo Martínez Palomo, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.