Economía en sentido contrario: Banamex
Tiene razón Hobbes (1588-1679) que el ansia de poder se termina solo con la muerte, su necesidad de dominar, de someter a una sociedad y a la gente, incluso de envilecer a su prójimo se observa como virtud.
Para mi gusto este es el fenómeno del poder a secas, descarnado, sin envoltura. Este es el mismo poder del que habló Maquiavelo (1469-1527) y nos enseñó a usarlo para nuestros fines.
Estas ansias de poder que se refleja en la necesidad de ser el primero en todo, hasta ser el primero en el Estado, de convertir en objetos a medio mundo, sobre todo a las mujeres.
La sed de poder, para mi gusto no es nada natural, es al contrario, un estado enfermizo que pocos curan. Estar en una relación de poder y en posición privilegiada ahoga a la inteligencia, aumenta la estupidez, conduce a la embriaguez, se convierte en animal trastornado, conduce hasta el cambio del timbre de la voz, habrá delirio de grandeza.
El que está en posición de poder, regularmente es un envidioso. La envidia nutre, transforma al sujeto en posición de poder. La envidia en la relación de poder conduce, necesariamente, a la necesidad del cálculo, del plan, de la estrategia, el no envidioso, en los juegos del poder viaja hacia su perdición. El envidioso liquida a sus compañeros de viaje en la lucha por las posiciones de poder, porque se corre el peligro de ser derrotado y suplantado por ellos. Si uno se adueña de la posición de poder, lo primero es someter a todos los amigos, proceder de otra manera es malvender el oficio, desacreditar la posición de poder (Cioran: 1960).
Gobernar solo por razones de poder, conduce, necesariamente, a la injusticia, por razones obvias. Si se tiene que sostenerse en el poder en estas condiciones, tienes que saber fingir la cólera, exagerar las muestras de ser agradable. El pueblo en estas condiciones, se debe observar con ironía, pues está condenado a sufrir las consecuencias de estas formas del ejercicio del poder, sobre todo de las fantasías del gobernante. El ejercicio del poder por el poder es a expensas del pueblo, a sus sufrimientos, en su contra, en su calvario, no hay piedad, hay uso y abuso. Si el pueblo se revelara por esta forma de ejercicio del poder por el poder, será otra historia, estaríamos apelando al poder de la política, no al poder por el poder. La revolución del pueblo es un lujo que se da el propio pueblo de vez en cuando, pero solamente es una embriaguez, la cruda del día siguiente lo ubica en la realidad: ser el vencido de la historia.
Los que ejercen el poder por el poder en lo público, son inmediatamente ubicados, pero los que lo disfrazan bajo el manto de la redención y de la profecía, es decir, los redentores y los profetas, estos siempre esconden su naturaleza y su vocación por la desmedida ambición sin límites, disfrazan sus acciones con preceptos engañosos, propagan para el manejo de las conciencias, para implantarse y apoderarse de ellas.
Crean las ideas de los grandes hombres para no cuestionar el ejercicio del poder por el poder, el ejercicio del cesarismo espiritual es lo más refinado, es dejar una iglesia para su provecho. Así se tendrá a neófitos apegados a su suerte y a locuras, fieles para la salvación o para la condena.
El gobierno del poder por el poder, es el camino fácil para la existencia de dictadores, de autoritarios, de tiranos, porque da rienda suelta a las ambiciones; en estos contextos del poder, abundan los fanfarrones, los locos.
Con ellos, nuestras libertades más elementales se hayan amenazadas. Una República que se quiera respetar deberá estar alerta ante el surgimiento del “del gran hombre”, pues este tipo de gobernantes vienen poseídos del poder por el poder.
En cambio, el poder de la política, baña, envuelve y sumerge al poder a sus principios, a sus valores, a sus misiones. En el seno de la política se desvanecen los males del poder. La política, el más grato ejercicio del poder para el beneficio del otro, es la negación del sujeto del poder, es el logro del bien común. El gobernante que se guía por el poder de la política, negará a Maquiavelo y a Hobbes, seguramente también a algún gobernante vigente.