Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
Este 11 de septiembre se cumple el 50 aniversario luctuoso de Salvador Allende, presidente de Chile, en el clímax del asalto al palacio de La Moneda y la consumación del golpe de Estado que terminaría con su gobierno, elegido democráticamente, dando pie a 16 años de dictadura militar. Más allá de ideologías y de filias y fobias políticas, el tiempo ha consagrado la figura de Allende como un estadista histórico.
La efeméride me lleva a recordar el famoso discurso que pronunció en la Universidad de Guadalajara unos meses antes de su muerte, el 2 de diciembre de 1972, y del cual me interesa destacar dos puntos.
El primero es su llamado a la juventud universitaria, animándolos a darle un profundo sentido social a su aprendizaje. Los cambios en la sociedad exigen cuadros profesionales bien preparados en las distintas ramas del saber humano, pero no para simplemente buscar el progreso individual sino para servir al bien común, para atacar los problemas que afectan a la sociedad en su conjunto. “Y porque una vez fui universitario […] puedo hablarles a los universitarios a distancia de años; pero yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y en éstos me ubico yo. […] Hay jóvenes viejos que […] hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios intereses.”
Relacionado con su llamado a los jóvenes, el segundo punto que quiero destacar es la mención que hace Allende en su discurso de la dimensión social de la práctica médica: “Allá (en Chile) hay muchos médicos que no comprenden o no quieren comprender que la salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por lo tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de gentes que no pueden ir a sus consultorios, y son pocos los que luchan porque se estructuren los organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo.”
“Y aquí —continúa Allende—, en esta casa de hermanos, yo, que soy médico, que he sido profesor de medicina social y presidente durante 5 años del Colegio Médico de Chile, puedo dar una cifra que no me avergüenza, pero que sí me duele: en mi patria, porque hay estadísticas y no las ocultamos, hay 600 mil niños que tienen un desarrollo mental por debajo de lo normal. […] Y cuántas son las madres proletarias que no pueden amamantar a sus hijos, cuando nosotros los médicos sabemos que el mejor alimento es la leche de la madre; y no lo pueden hacer porque viven en las poblaciones marginales, porque sus compañeros están cesantes y porque ellas reciben el subalimento. Como madres, ellas están castigadas en sus propias vidas, y lo que es más injusto, en la vida de sus propios hijos.”
Es la relación entre medicina, salud y pobreza. El pensamiento de Allende permanece vigente, porque sigue el mismo reto de brindar salud a los que menos tienen. Ese es el gran reto en México el día de hoy, un reto permanente que compartimos con nuestros hermanos latinoamericanos que, “siendo países potencialmente ricos, la inmensa mayoría somos pueblos pobres”.
Ese discurso, como digo, todavía está vivo y honra la memoria del presidente Salvador Allende a 50 años de su fallecimiento. Nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, está presente el día de hoy en la capital chilena para conmemorar el grave y solemne acontecimiento. Ojalá que en su mensaje pudiera recordar también el discurso de Guadalajara y el propósito de llevar la salud a todos los pobres de México. Aún hay tiempo, aún queda un año de trabajo, tiempo muy valioso para tratar de encontrar la solución y darle salud a los que más la necesitan. Es el reclamo que más hemos estado viviendo en las colonias, en los barrios y en las agencias de Oaxaca.
Ningún programa social es tan prioritario, porque, como ya he citado aquí más de una vez, tal vez la salud no sea lo más importante, pero sin salud no hay nada, comenzando por la libertad. Lo cual me lleva a parafrasear otro discurso del viejo joven, médico y presidente socialista Salvador Allende, sin duda el más famoso y el más citado, sus últimas palabras al pueblo chileno desde el interior de La Moneda asediada: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasen la mujer y el hombre sanos, para construir una sociedad mejor.” ¡Que viva Oaxaca!