Llora, el país amado…
Periodismo Trascendente
Por si no fuera suficiente la violencia que ha desatado el crimen organizado en los últimos 15 años en el puerto de Acapulco, y que ha dejado una estela de muerte, destrucción y sangre, colocándola como la segunda ciudad más violenta del mundo; ahora, enfrenta los devastadores efectos del huracán Otis, que dejó, no 48 muertos como se dice, sino muchos más, por la dimensión de la tragedia, un sin número de desaparecidos e incalculables daños materiales que, sacudieron, pero no derrumbaron a esa ciudad tan importante del estado sureño de Guerrero que, a pesar de la indolencia oficial y todo, está de pie y sacando fuerzas de flaqueza para salir adelante y erguirse e imponerse como el gigante que es.
Y para colmo de males, los miles y miles de acapulqueños que resultaron afectados por el poderoso huracán, que tocó tierra el pasado 25 de octubre y que en cifra récord alcanzó la categoría 5, en tan solo 12 horas, después de perfilarse como tormenta tropical, enfrentan la mediocridad de los gobiernos federal y Estatal, que resultaron impotentes, con todas las fuerzas de seguridad, para frenar la rapiña que complementó la tragedia. Tampoco pudieron, o mejor dicho, no quisieron, responder con eficacia y en la medida que se requería en auxilio de la población damnificada.
Así, o más frío e indiferente todavía, con el populismo y demagogia, que es el sello del desgobierno del dictadorzuelo de Palacio Nacional, que desoyó y no hizo caso a las alertas oportunas de expertos que desde el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, advirtieron con muchas horas de anticipación, desde las 2 de la tarde de un día antes, martes para ser exactos, sobre la gravedad del impacto del huracán Otis, que causó los estragos ya conocidos.
Con la misma indiferencia, irresponsabilidad y hasta deshumana, se comportó el desgobierno federal lópezobradorista y, por lo consiguiente, la hija putativa, impuesta por la fuerza en el Estado de Guerrero, Evelyn Macedonio Pineda, porque nunca intervinieron, a través de sus huestes incrustadas en las esferas oficiales, como el caso ameritaba y exigía, ni durante, tampoco después y menos antes de que la fuerza implacable de la naturaleza impactara la Ciudad y Puerto de Acapulco.
Por eso, los mexicanos, que viven en ese destino turístico del interés nacional y extranjero, no solamente perdieron todo al paso del huracán Otis, sino que, todavía, tuvieron que enfrentar el saqueo, la rapiña, de quienes encontraron el momento propicio para apropiarse de bienes que no les correspondían, desde víveres, aparatos domésticos, muebles y hasta inmuebles que fueron materialmente invadidos por el hampa organizada, que materialmente se ha apoderado del Puerto de Acapulco.
Y por si se diera el sarcasmo de los desgobernantes, como lo acostumbran, porque no es de dudarse que para salirse por la tangente y justificar su indolencia y actos deshumanos, abandono oficial de los directamente afectados y la indiferencia que hiere, no solo a los acapulqueños, sino a todos los mexicanos que, en solidaridad, desde las diferentes partes del país, se ha dejado sentir y a la que nos sumamos, desde esta tribuna del pensamiento libre, en pro de nuestros hermanos y compatriotas.
Tampoco, nadie esperaba y menos les pedirían a los directamente responsables de atender y auxiliar a los damnificados, que disiparan, desviaran, o por lo menos disminuyeran la fuerza del poderoso huracán con categoría 5, porque aparte de que esto es humana y científicamente imposible, pero sí porque hasta se creen omnipotentes, que todo lo saben y pueden, si era posible aplicar la cultura de la prevención, que es elemental para todos los mexicanos y que pudo evitar la pérdida de vidas humanas y desaparecidos.