Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
El sábado pasado, día 13 de enero, se conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, con el propósito de sensibilizar, orientar y prevenir a la población sobre este grave problema de salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 280 millones de personas sufren depresión en el mundo y es un padecimiento que va en aumento.
Cualquier persona puede desarrollar un trastorno depresivo en algún momento de su vida, incluso durante la infancia, y es un padecimiento más frecuente en mujeres que en hombres. La vida cotidiana implica altibajos en el ánimo, pero la depresión es algo distinto. Hay una pérdida de interés en los asuntos de la vida, una ausencia de placer en actividades que anteriormente sí lo proporcionaban, una tristeza que no se sabe de dónde viene, una propensión al enojo y la irritación, una sensación de vacío y de no encontrarle sentido a la existencia misma. Y estos sentimientos van poco a poco invadiendo todas las horas del día y empiezan a quedarse la semana entera y de pronto son dos o tres semanas y uno no puede dejar de verlo todo gris. Baja la autoestima, hay problemas para concentrarse en el estudio o el trabajo, hay cambios en los patrones de sueño y en el apetito, hay problemas de relación hacia el interior de la familia y con los grupos de amigos. Llega el momento en que no hay fuerzas ni siquiera para levantarse de la cama por la mañana y luego se suman las fantasías de muerte, los pensamientos de suicidio e incluso su culminación, el desenlace fatal de acabar con la propia vida.
La depresión es una de las principales causas de discapacidad en nuestros días y es un problema de salud mental que hay que abordar con toda seriedad. La persona que está deprimida necesita ayuda y no basta con decirle “échale ganas”; hay que llevarla con un profesional de la salud que sea capaz de hacer un diagnóstico informado y dar el tratamiento específico, que por lo general consiste en alguna forma de psicoterapia y la prescripción de esos fármacos llamados, precisamente, antidepresivos. Aquí lo importante es comprender que son medicamentos cuyo uso es muy delicado, lo cual exige una supervisión médica cercana que permita identificar cuál de todos los fármacos posibles es el que le sienta bien a cada persona, en dosis que también hay que determinar caso por caso. Son medicamentos, además, que tardan tiempo en mostrar sus efectos y que tampoco se pueden descontinuar de un día para otro.
No se conoce con precisión cuál es el origen de esta enfermedad mental, pero es posible identificar algunos de los factores que pueden ayudar a prevenirla. Hay un factor genético, para empezar, donde si alguien tiene antecedentes de cuadros depresivos en los padres o los hermanos debe mantenerse alerta. Los acontecimientos traumáticos —la muerte de una persona querida, una ruptura amorosa, la pérdida del empleo— pueden ser los factores que disparen el cuadro depresivo, por lo que es vital establecer estrategias y prácticas saludables para enfrentarlos. Se ha visto que el ejercicio físico es un factor muy importante para prevenir los brotes depresivos, por lo que promover el deporte es también una manera de promover la salud mental de la comunidad.
Según los expertos en salud mental, la depresión puede clasificarse en leve, moderada o grave según el número y la intensidad de los síntomas, y según qué tanto estos síntomas repercuten en el funcionamiento cotidiano de la persona. Puede ser un episodio depresivo único, puede haber un trastorno depresivo recurrente o puede ser un cuadro bipolar, donde el episodio de depresión se alterna con uno de manía, es decir un episodio de euforia desmedida y actividad frenética, generalmente acompañado de conductas impulsivas y autodestructivas.
Entre nosotros, lo que hemos visto en tiempos recientes es un aumento de los cuadros depresivos a raíz de la pandemia de COVID-19, por todo lo que implicó en términos de aislamiento, angustias, temores, incertidumbre, ruptura temporal o permanente de lazos afectivos, ausencia del contacto directo de persona a persona. Necesitamos seguir atentos a estas secuelas de la pandemia en el campo de la salud mental, tomando en cuenta no sólo lo que implican en materia de aumento de la discapacidad, sino sobre todo en términos del sufrimiento real que la depresión acarrea a personas que pueden ser muy jóvenes y que es necesario rescatar de ese pozo negro en que se pierde la alegría de vivir y las ganas de seguir luchando. Por una sociedad atenta a la salud mental de todos sus miembros, ¡que viva Oaxaca!