Economía en sentido contrario: Banamex
Por decisión personal y ahora reforzado por la edad, cada día que asumo la vida redoblo mi aislamiento sin que ello signifique dejar de reunirme por trabajo, fraternidad y por consanguinidad con lo que me queda de ello para caminar por los cerros y montes de esta bella ciudad en donde me radiqué después de los años en que los estudios universitarios, el deleite de viajar allende los mares y sobre todo el amor, el amor irredento por las compañeras de vida, por los compas que jamás nos hemos olvidado, por algunas y algunos que piensan algo puedo decirle y acompañarles, por la vida misma, me alejó momentáneamente de donde decidí estar.
Aun así, la amargura, el odio, el individualismo y el rencor social acechan como buitres tras su presa dejando a su paso y acoso dolor, impotencia, coraje y también por supuesto solidaridad, acercamiento, renovación de vínculos y alianzas y contra todo pronóstico adverso el apoyo y asesoría de las autoridades competentes en la materia para tratar de esa manera de abordar las conductas dañinas y adversas que muchos enfrentamos sin que necesariamente las propiciemos o busquemos.
Asumo que sin fundamentalismos trasnochados e interpretaciones ideológicas sesgadas, el sistema individualista que hemos construido y entronizado por demasiados años nos empuja a asumir que todo se convierte en mercancía, factible de conseguir por cualquier medio y fuera del contrato social vigente en que los semejantes son en todo caso competencia para logar los objetivos individuales y hasta ahora los gobiernos que hemos experimentado sin que el partido que los lleva a administrar el bien común, los principios y plataformas políticas y las ideologías que sustentan sean las que dirimen las conductas de absolutismo, intolerancia, unilateralidad y sobre todo de alguna u otra manera sostenedores y reproductores del estatus quo que pareciera no tener fin y como la hidra del cuento cada que cortamos alguna parte de ese cuerpo venenoso, se reproduce hasta el infinito. Los aparatos ideológicos de este modelo de vida y coexistencia social promueven y difunden como válido y necesario este sistema que como presas del síndrome de Estocolmo no pocas veces lo justificamos y aun lo validamos una y otra vez hasta hacerlo nosotros mismos casi invencible, imperecedero y forma única de vida. Como en filme de Fritz Lang o del colectivo Monty Phiton, desfilamos y transitamos por este sistema de vida como autómatas pocas veces reflexivos y empáticos con un estadio de vida posible donde la tolerancia y el respeto a los diferentes sean las divisas de convivencia y coexistencia social.
Este sistema dominante, creado por nosotros mismos de una u otra manera, tiene diversas formas de justificarse, de legalizarse y de reproducirse denostando las otras formas de vida y de valores en que los colectivos, el bien común, la distribución equitativa del valor, el acceso universal a los mínimos de bienestar, la fraternidad y la comunalidad sean las prácticas que nos permitan estadios superiores que podemos alcanzar y que subliman la existencia con la universalidad, la lectura, el amor, la música, la poesía, el cuidado del medio ambiente, el respeto a los diferentes y reitero, el amor, el amor por el ser humano sea cual fuere su definición y sus inclinaciones sin afectar a terceros.
La pobreza extrema que obliga a tratar de subsistir por sobre otras expresiones excelsas que tiene a más del 80% de las mexicanas y mexicanos y que en nuestro Oaxaca querido a más del 90% en los índices ignominiosos e indignos, la acumulación de la riqueza en 80 familias de México en más del 80%, la falta de estrategias de gobierno para acercar a las mayorías a una educación como práctica de la libertad así como unos usos y costumbres de la sociedad mexicana por el individualismo, primero yo, luego yo, después yo, al último yo y si algo queda yo, son lastres pesados que si bien han campeado por demasiados años podemos revertirlos. Como decía y sigue diciendo mi Tata Don Arturo el obispo de los pobres, dar, dar hasta que duela hasta que juntos logremos el verdadero cambio fuera de quimeras y sortilegios, de espejismos y formas de poder que bajo diferentes caretas solo justifican y reproducen el viejo sistema que insisto hemos construido de una u otra manera y que se ha vuelto como Frankenstein contra nosotros mismos, sus creadores.
Hoy que más que las guerras fratricidas que siguen siendo practicadas por la necedad humana con verdaderos golpes de estado que exterminan a nuestros semejantes sobre todo a niñas y niños inmisericordemente, los nuevos jinetes de la apocalipsis dominan y que amenazan nuestra propia existencia como son el cambio climático, la crisis del agua, la falta y el exceso de lluvias, los intensos calores así como el aumento de las temperaturas que parecieran no importar a los grupos de poder que nos dominan, yo te bendigo.
Gerardo Garfias Ruiz