Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
OAXACA, Oax. 24 de marzo de 2024.- Con temor por lo ocurrido apenas el día anterior, en la madrugada fresca te miré al despertar.
No me pude contener, era ya insoportable la ansiedad, que apresurado me dejé arrastrar y aspiré profundo.
Imaginé esa piel a mi alcance, convertida en exquisito manjar, tocada por manos rudas y expertas.
Me enfadé, sin mirar y olvidando el fracaso de la mañana anterior me arrojé, la temperatura de ti, era más que paraíso.
Se empezó a escuchar el trinar de inquieto Cenzontle que es visitante asiduo en estas fechas.
Las monjitas también acudieron, gorriones inquietos dejaron escapar sus alegres cánticos y parecían sostener en alto una envidia de mi disfrute.
Pasaron minutos de cándida delicia.
El intruso entró y molestó el voraz momento; soltó, agresivo y amenazante para someterme, un clásico ¡Gobiérnate!
En espera de una reacción similar a la del día anterior, me puse de pié.
Te dejé a un lado sin antes revisar, sí revisar si te habías agotado o debía pasar la vergüenza de no haber aprendido las lecciones de vida adictiva.
Esa sensación matutina me hizo volver de inmediato, te tomé de nuevo, viví tus sabores y pensé que también eternizabas la experiencia.
Los besos fueron suaves al inicio y al paso se volvieron largos, muy largos sorbos.
Un día antes, el deshidratado cuerpo con medio siglo y seis años encima tuvieron enorme fracaso.
Una semana sin café había hecho crisis y desesperado intenté tomar una taza, la que al paso del primer sorbo, cuál proyectil arrojé, y no pude más.
Me sentí fatal mi organismo reclamó.
Había desperdiciado el delicioso café arábica de Pluma Hidalgo.
Me convencí que debía volver a la senda del exquisito sabor del aromático brebaje negro y preparé en mi justa (antes le llamaba “egoísta”) cafetera de una sola taza del “Rey” selecto de tierras ticas.
Traído para mí por quién en esta crisis infecciosa y en otras, me atendió, que bueno que es médica (lease médico).
Agradecido disfruté mis deliciosas tazas de café. Embelesado por esa simbiosis de convalecencia, adicción y levedad del ser, volví a recostarme y te soñé, vida.