El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Espresso ComPol
Los estereotipos de belleza, conductas y roles han sido impuestos por la industria del espectáculo desde hace muchos años, los cuales con la llegada de la imagen en movimiento se consolidaron gracias al molde que Hollywood impuso. Nadie puede negar que la gran influencia de la meca del cine ha sido fundamental para perpetuar estereotipos.
En París, Tokyo, Roma Ciudad del Cabo, Mumbai, Río de Janeiro o Ciudad de México, durante la década de los años 40 todos los niños, jóvenes y adultos de la época querían ser como John Wayne: rudo, valiente, poderoso y amado por las mujeres.
Conforme pasa el tiempo esos estereotipos han cambiado: la belleza femenina de la década de los años 50 era de cuerpos curvilíneos; en los años 90 pasó a ser todo lo contrario. Los estereotipos existen, a pesar de los esfuerzos por combatirlos y son muy importantes en el contexto político actual, en el que la corrección política cada vez es más abiertamente rechazada porque se le relaciona con debilidad. Ejemplos abundan: Vladimir Putin en Rusia, Donald Trump en los Estados Unidos, López Obrador en México, Javier Milei en Argentina, entre otros.
La industria del espectáculo tiene en Hollywood a su mayor referente; Europa ha sido muy marginal en imponerse como tal. De ahí que John Wayne, La Roca, Henry Caville, Bruce Willis, Sean Connery, Harrison Ford, Pierce Brosnan, entre los hombres son ejemplos del estereotipo de hombre guapo y rudo.
Mientras que entre las damas Marilyn Monroe, Audrey Hepburn, Madonna, Pamela Anderson, Hale Berry, entre otras son referentes de belleza occidental.
En la comunicación política los estereotipos han sido de mucha utilidad para ganar votos, especialmente en tiempos recientes.
Por eso comencé este editorial con la frase del célebre consultor político de los Estados Unidos Paul Begala: así como la industria del espectáculo, cuya capital es Hollywood, tiene como protagonistas a personajes que son estereotipos de guapura, rudeza, belleza y feminidad; la política es la industria del espectáculo para gente que no tiene como constante la guapura o la belleza.
Quizás por eso es el refugio de personajes variopintos que no son el reflejo siquiera de buenos modales, México lo demuestra con Fernández Noroña, Layda Sansores y López Obrador en el ámbito nacional. Mientras que en el local, gente como la diputada local chihuahuense Leticia Ortega, sus paisanos los diputados Benjamín Carrera, Cuauhtémoc Estrada o el Pichuy de la Rosa y otros tantos ejemplos que encontramos en Oaxaca o Nayarit.
La política actual se ha tornado obscena, tanto en México como en Estados Unidos y países como Rusia y Ucrania.
Desde que López Obrador fue arrasado en las urnas en 2012, se comenzó a construir una narrativa policiaca obscena que hoy busca repetir los resultados del 2018, en los que AMLO ganó abrumadoramente las elecciones presidenciales y beneficiar a Claudia Sheinbaum, mujer que tiene posibilidades de convertirse en la primera presidenta de México.
Espero que el voto de las y los mexicanos no le favorezca. ¿Por qué?
A poco usted, ¿le daría su voto a una mujer que tolera, permite y excusa el golpeteo, maltrato y violencia hacia otras mujeres, incluso de su mismo partido?
Claudia Sheinbaum en sus spots de campaña presume una sororidad que no existe en su actuar público.
¿O cómo se explica que sea ella quien avale la postulación al senado de un misógino comprobado como lo es Javier Corral Jurado?
Además, con su silencio cómplice aplaude la violencia política en razón de género que los diputados locales chihuahuenses han aplicado en contra de su compañera legisladora Adriana Terrazas Porras, quien es además la presidenta del Congreso del Estado de Chihuahua.
Claudia premia la misoginia de Corral con una candidatura plurinominal al senado y castiga el oficio político de la presidenta del congreso Adriana Terrazas Porras, a quien Morena le negó la reelección.
En contexto breve: Terrazas Porras recién inició en septiembre su segundo periodo como cabeza del poder legislativo de Chihuahua, tras un primer periodo en el que le dio gobernabilidad a un estado que fue entregado a la actual gobernadora Maru Campos, totalmente destrozado tras el quinquenio maldito de Corral Jurado, quien descuartizó la unidad y civilidad de las y los chihuahuenses.
Mientras que fuerzas políticas de oposición a Morena, reconocieron el trabajo de la morenista legisladora electa por Morena para repetir como legisladora, diputados y diputadas del PRI, PAN y Movimiento Ciudadano le dieron la confianza de repetir como presidenta del congreso local, sus compañeros y compañeras de Morena le cerraron las puertas de la fracción en su totalidad; la han escatimado recursos para realizar su trabajo, la han aislado de las tareas legislativas de la fracción de Morena y denostado públicamente por su talento para hacer política.
Como buenos “bullys” son obscenos en su actuar y decir, emulando con éxito a López Obrador, Claudia Sheinbaum y Javier Corral, los líderes que con devoción inusitada siguen hasta la misoginia.
Entonces, ¿cómo pueden las y los chihuahuenses siquiera considerar darle un voto a Claudia Sheinbaum cuando ella promueve en los hechos la violencia política en razón de género en contra de una compañera de su propio partido?
¿Cómo darle un voto a Sheinbaum cuando ella aplaude y premia a Javier Corral tras perseguir y violentar con todo el peso del gobierno a la actual gobernadora de Chihuahua Maru Campos Galván?
¡Ni un voto a Claudia Sheinbaum!
Votar por Sheinbaum es darle un voto a la misoginia; votar por Claudia es aplaudir la conducta de un violentador de mujeres como Javier Corral: ¡abre los ojos, México!
ESPRESSO COMPOL
Javier Corral Jurado es bien conocido en su actuar público y privado en Oaxaca. Ojalá y los oaxaqueños ayuden a difundir su verdadero rostro: el que disfruta maltratar a las mujeres como lo hizo con Maru Campos en Chihuahua.