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Apunte diario sobre letras hipnóticas
En los rincones del tiempo, entre los susurros del olvido, se erige la figura espectral de Miguel Hernández, el poeta maldito de la España franquista. Su voz, cual eco etéreo, resuena aún en las almas sensibles, tejiendo un tapiz de desgarro y esperanza en cada verso.
Verso 1: En Orihuela nació, entre surcos de tierra y cantos de labriegos, Miguel Hernández forjó sus sueños entre los trigales y los suspiros del viento. Una infancia marcada por la dureza del trabajo en el campo, pero también por el don divino de la poesía, que brotaba como un manantial en su alma sedienta.
Verso 2: Con el alma sedienta de conocimiento, Miguel devoraba las palabras de los grandes maestros de la literatura, hambriento de letras y sediento de sabiduría. Aunque las circunstancias le negaron el camino académico, el universo conspiró a su favor, poniendo en su camino al cura Luis Almarcha, quien le regaló el tesoro más preciado: los libros.
Verso 3: En las calles polvorientas de Orihuela, Miguel halló refugio en los versos de Cervantes, en las tragedias de Lope de Vega, en la lírica exquisita de Góngora. Y así, entre las páginas amarillentas y el olor a tinta, nació el poeta, desafiando las cadenas de la ignorancia con la espada afilada de la palabra.
Verso 4: Pero la guerra, ese monstruo voraz que devora sueños y esperanzas, llamó a las puertas de España, arrastrando consigo los ideales y las ilusiones de una generación entera. Miguel, soldado de la República, marchó al frente con el corazón en un puño y la pluma como única arma.
Verso 5: Las batallas de Teruel, Andalucía y Extremadura se convirtieron en el telón de fondo de su epopeya, donde la poesía y la realidad se entrelazaban en un baile macabro de vida y muerte. Y entre trincheras y lamentos, Miguel escribía, con la sangre como tinta y la angustia como musa.
Verso 6: Pero la victoria de los vencedores trajo consigo el oscuro manto del exilio y la persecución. Miguel, condenado a muerte por el simple delito de soñar en voz alta, fue arrojado a las fauces del olvido, donde la sombra del desamparo y la desesperanza se cernía como un buitre sobre su alma.
Verso 7: Fue entonces, en la oscuridad de la cárcel y el frío de la indiferencia, cuando Miguel escribió su obra maestra, su testamento lírico: «Las nanas de la cebolla». Un canto desgarrador a la maternidad, a la pérdida, a la resignación. Un poema que brotaba del dolor más profundo, como un río de lágrimas que inundaba las páginas de su existencia.
Verso 8: Y aunque la muerte lo reclamó como suya, arrancándolo del mundo de los vivos con la crueldad de un verdugo sin rostro, la voz de Miguel sobrevive, eterna e inquebrantable, en cada verso, en cada acorde, en cada nota de la canción que Joan Manuel Serrat transformó en himno de esperanza y redención.
Conclusión: *
Así, en el fragor de la batalla entre la luz y la sombra, entre la vida y la muerte, Miguel Hernández, el poeta de las manos ásperas y el corazón ardiente, se alza como un faro en la noche, guiando a las generaciones futuras con el brillo de su palabra y el eco de su canto. Que su memoria perdure por siempre en el firmamento de la poesía, como un testigo mudo de la eterna lucha del hombre por su libertad y su dignidad.
La Historia y el reproche
El 28 de marzo de 1942, en la Prisión de Alicante, España, moría de Tuberculosis, el poeta Miguel Hernández Gilabert. Nacido en Orihuela, en el seno de una familia de campesinos, mientras se destacaba en sus estudios secundarios, a los 15 años su padre lo convocó para trabajar en el campo. Los jesuitas le ofrecieron una beca, pero su padre se negó, fue entonces cuando el cura Luis Almarcha, le comienza a prestar libros para que Miguel leyera en sus descansos. Comienza a concurrir frecuentemente a la biblioteca de Orihuela donde retira libros de Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega y sobre todo, Luis de Góngora. En 1931 obtiene su único reconocimiento literario en vida, gana el premio mayor de la «Sociedad Artística del Orfeón Ilicitano» por su poema «Canto a Valencia», este hecho le abrió las puertas de los círculos literarios de Madrid, por lo que viaja allí para publicar poemas en revistas y recopilaciones literarias. En 1933 publica su primer libro, «Perito en lunas» y explota su creatividad dando sus mejores poemas y sonetos incluida «Elegía» dedicada a la muerte de su amigo Ramón Sijé. Al estallar la guerra civil se alista en el ejército Republicano participando en las batallas de Teruel, Andalucía y Extremadura, comienza una etapa donde la temática social tiñe su obra y empieza a recopilar material para su próximo libro. En 1939 concluida la guerra civil y triunfante el Fascismo, Miguel Hernández, siendo poeta y habiendo luchado en el bando opuesto, no tenía posibilidades. Su libro «El hombre acecha» en proceso de encuadernación fue secuestrado por una comisión depuradora Franquista, que ordenó la destrucción de toda la edición, afortunadamente 2 ejemplares fueron guardados lo que permitió su publicación en 1981. Miguel fue detenido, condenado a muerte, luego conmutada por perpetua y trasladado al penal de Toledo, estando allí, recibió una carta de su mujer, Josefina Manresa, donde le contaba que habían sido requisadas todas sus pertenencias y que ella y su pequeño hijo solo comían pan y cebolla. En cautiverio Hernández escribe su poema más desgarrador Las nanas de la cebolla, a fines de 1941 contrae fiebre Tifoidea que derivó en la tuberculosis que le provocó la muerte.
Para limpiar su nombre la familia pidió en 2011 que su condena fuera revisada, el Tribunal Supremo de España le negó esa posibilidad por lo que el estado español aún lo considera un delincuente.
Las Nanas de la cebolla
De Joan Manuel Serrat
El Canto Renacido: Joan Manuel Serrat y Nanas de la Cebolla
En el vasto panorama de la música ibérica, hay una melodía que destaca como un faro de emoción y verdad: Nanas de la Cebolla de Joan Manuel Serrat. Pero para comprender su significado, debemos sumergirnos en la historia detrás de esta canción, en la simbiosis perfecta entre poesía y música que la convierte en una obra maestra atemporal.
Verso 1: Corría el año 1972 cuando Joan Manuel Serrat, el trovador moderno de Cataluña, se encontraba inmerso en la búsqueda de nuevos horizontes musicales. Fue entonces cuando, como un eco lejano del pasado, llegó a sus manos el poema Las nanas de la cebolla de Miguel Hernández, una joya literaria que resonaba en su alma como un grito de dolor y esperanza.
Verso 2: Inspirado por la profundidad y la universalidad de los versos de Hernández, Serrat se propuso la tarea titánica de transformar ese canto desgarrador en una melodía que pudiera llegar al corazón de todos los que la escucharan. Con su guitarra como compañera de viaje, se sumergió en el universo poético del autor, buscando la armonía perfecta entre palabra y nota.
Verso 3: Y así, entre acordes y suspiros, nació «Nanas de la Cebolla», una canción que destila la esencia misma de la tragedia humana, pero también la fuerza indomable del amor maternal. Con la voz quebrada por la emoción y los ojos llenos de lágrimas, Serrat dio vida a cada verso, convirtiendo el dolor en belleza, la desesperación en consuelo.
Verso 4: El éxito de la canción fue instantáneo, como un relámpago en la noche, iluminando los corazones de miles de personas con su mensaje de redención y esperanza. Desde los escenarios más humildes hasta los teatros más imponentes, «Nanas de la Cebolla» se convirtió en un himno de resistencia y dignidad, un testimonio vivo del poder transformador de la música.
Verso 5: Pero más allá de su impacto en el ámbito musical, la canción de Serrat trascendió fronteras y generaciones, erigiéndose como un monumento a la memoria de Miguel Hernández y a todos aquellos que luchan por un mundo más justo y humano. Con cada nota, con cada palabra, «Nanas de la Cebolla» nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza nunca se apaga.
Conclusión: Así, entre los acordes etéreos de una guitarra y las palabras inmortales de un poeta, nació una canción que traspasó el tiempo y el espacio, dejando una huella imborrable en el corazón de todos aquellos que tuvieron el privilegio de escucharla. Que su eco perdure por siempre en el firmamento de la música, como un tributo a la belleza y la verdad que habita en lo más profundo del alma humana.
_Con admiración a un gran poeta, y un profundo reproche humano a un cruel dictador: el Poeta Universal: Don Miguel Hernández, el infame dictador: Francisco Franco
El gran rolero: Joan Manuel Serrat, gracias por «las nanas de la cebolla»
URDIALES Zuazubiskar fundación de Letras hipnóticas A.C
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