El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Periodismo Trascendente:
Este 25 de abril, la majestuosa, atractiva, señorial y e incomparable ciudad de Oaxaca, está cumpliendo 492 años de su fundación.
Y los orgullosamente oaxaqueños, que sumamos más de 300,000 habitantes y qué tenemos la dicha y el placer de ser de esta maravillosa ciudad, estamos de fiesta.
Y qué mejor forma de festejar «al amor de mis amores» como romántica y poéticamente pudiéramos expresarnos, que iniciar el día, con las tradicionales mañanitas y en pleno corazón de la ciudad de Oaxaca y del Centro Histórico, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad».
Y si los oaxaqueños, que hemos tenido la dicha y la fortuna de nacer aquí y de disfrutar la grandeza de vivir en ella y disfrutarla a plenitud, hemos aprendido a amarla y a respetarla, porque su belleza es inigualable, como no elogiarla y enamorarla, quienes por circunstancias de trabajo, familiares u otras causas, han venido a esta hermosa ciudad y se han enamorado de ella, por sus costumbres y tradiciones
Mucho más profundo es el cariño, el reconocimiento y el respeto, de quienes hemos tenido la oportunidad de conocer y disfrutar de otras ciudades de México y de otras latitudes, porque aunque como dicen, que las comparaciones son malas, pero siempre necesarias, jamás pudiéramos cambiar nuestro origen, nuestra esencia y menos a la ciudad de Oaxaca.
Cada ciudad, todos los lugares, tienen sus propios atractivos y encantos y sin menosprecio de ninguna de ellas, porque son parte de nuestra identidad de mexicanos y de la incalculable riqueza que poseemos, cuanto más conocemos, valoramos y disfrutamos, nos aferramos más a nuestra bella, querida e incomparable Oaxaca.
Por eso estamos de fiesta, por eso la algarabía de los oaxaqueños, porque nada, ni nadie, podrá dejar de reconocer, nunca, la belleza y la grandeza de nuestra 492 añera ciudad de Oaxaca, que tiene tantos o más encantos, que cada una de las milésimas de su larga existencia porque así la disfrutamos y a pesar del transcurrir de los años, sigue conservando su atractivo y su colosal figura.
Y pudieran pasar otros casi cinco siglos, o más, y nuestra majestuosa ciudad de Oaxaca, seguirá siendo la misma o mejor todavía y conservará por siempre su atractivo que conquista más y más a los lugareños, pero también a los que vienen de otros lugares, de otras partes de México y del mundo y se quedan maravillosos ante la señorial ciudad colonial.
A todos estos encantos de la ciudad de Oaxaca, necesariamente, porque son parte de ella, tenemos que sumarle la innegable hospitalidad de los oaxaqueños, que nacimos y estamos aquí, para ofrecer y compartir con nuestros paisanos y visitantes distinguidos, nuestros orígenes y nuestra historia; nuestras costumbres y tradiciones y, por todo cuanto les ofrecemos a los visitantes nacionales y extranjeros, pero sobre todo, la confianza de sentirse aquí como en su casa, como en su tierra, o mejor todavía.
Caminar por sus calles, por barrios, como el de Jalatlaco, reconocido hoy por hoy, como «Barrio Mágico» por sus múltiples atractivos y encantos, que son admirados y reconocidos por propios y extraños, es verdaderamente placentero.
Por eso, precisamente por todo cuánto ofrece a los visitantes nacionales y extranjeros y a nosotros mismos, Oaxaca, donde se concentra la principal actividad económica, política, social y cultural más importante de la entidad, también es el principal atractivo del turismo nacional y extranjero.
«Oaxaca vives en mí y yo por ti doy la vida», es el fragmento de una de las canciones que más entonamos los oaxaqueños, sin dejar de mencionar las notas musicales y la letra del himno oaxaqueño por excelencia y que a todos nos pone de pie: el insuperable e inigualable «Dios nunca muere» y que tampoco morirá, porque el espíritu festivo de los oaxaqueños, estará siempre presente entre nosotros.
Y si aceptamos y reconocemos siempre que «Oaxaca vives en mí y yo por ti doy la vida», no podemos dejar de expresarle, para que se esparza hacia los cuatro puntos cardinales y por todos los confines del mundo: ¡»Lindo Oaxaca de mi alma, no quiero morirme sin volverte a ver»!.
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