El episcopado ante el segundo piso de la 4T
De cabo a rabo
Por si no bastara la realidad mexicana, el proceso electoral en los Estados Unidos de América (EU) se pone cada vez más interesante, como debe ser, propio del país imperio de Occidente, cuyo sino natural en este primer cuarto del siglo 21 ha sido la sorpresa, más cercana a la incertidumbre que a la innovación, mayormente desahogo de sus contradicciones internas que razón de Estado, en el sentido de no ser resultado de alguna decantación conducida por grandes tomadores de decisiones, como se creería sucede.
Durante estos años el imperio de América no ha tenido ningún elemento revulsivo en su movimiento pendular bipartidista, arrancando el milenio con gobierno republicano reelecto en la figura de G. W. Bush, sucedido durante otros tantos años por el demócrata Obama para, inmediatamente, dar paso a la batalla entre sus últimos gladiadores de tempranos rounds, cortos periodos, Trump vs. Biden, el primero vencido en su intento reeleccionistapor el segundo y, el otro, por la decrepitud. A saber, entonces, quien aún encabeza la actual etapa (in) civilizatoria, ha tenido -en la era quizás llamada aún postmodernidad- como comandantes a un junior, un primer mulato, un bulli y un senecto, sin posibilidad de resumen, quizás de lo woke a lo coke.
Así como su sistema bipartidista no cambió en nada, tampoco lo ha hecho aquello que siempre han dado por llamar todos sus actores los valores democráticos estadounidenses, a saber, aquellos con sustento en varios pilares, de entre los que destacan el capitalismo rapaz, no sólo por la explotación del hombre por el hombre, sino por la destrucción continua y acelerada de la naturaleza; y, aquel de economía militar que promueve la guerra en cualquier país supuestamente aliado, ex aliado, en ascenso o que posea algún recurso natural o estratégico para el presente o el futuro, en los que se invierte primero en su destrucción para luego en su recuperación, la primera, vía la venta de sus armas y, la segunda, a cargo de sus innumerables empresas que, para el caso, son la mismas.
En estos últimos días la innovación de la política estadounidense fue el retiro casi a lo Benedicto del candidato Biden de la contienda presidencial, mismo que, al parecer, traerá aparejado otro elemento innovador, la candidatura de la demócrata Harris, gran abogada, mestizo-mulata de americano y de la civilización del Indo, a quien han dado por llamar la mujer de la primera vez en todo, encaminada a la posibilidad real de continuar con tal sino, ser la primera mujer presidenta del poderoso país del norte, nunca mejor planteada esta historia holliwoodense para este imperio. Juega a su favor el tiempo femenino del presente y la incertidumbre que siempre significa Trump, aunque, a éste, parece ser lo ha potenciado tanto la persecución que ha sufrido de parte del gobierno Biden, como el fallido atentado en su contra, dos desafíos de los que ha salido airoso, en un país con gran cantidad de votantes presos no sólo por el veneno de sus enlatados, sino hasta por el opio de la religión y donde gran número tratan de verlo más que como un factible electo como un elegido.
Sabiendo todo eso, Kamala rápida y finamente ha dejado claro que para nada es Biden, de entrada, resulta más joven que él y, de inmediato, no sólo ha hecho envejecer a Trump, sino también e inesperadamente para él mismo, ha comenzado a propinarle rudos golpes bajo su propio estilo, presentándolo como tramposo, buleador y en decadencia.
Hasta hoy, al parecer se han emparejado los momios y la moneda está en el aire para los sorprendidos y sorprendentes ciudadanos estadounidenses, quienes podrán apostar por más de lo mismo o la más reciente novedad.
*Politólogo y administrador público. [email protected]