Economía en sentido contrario: Banamex
Sus reconocidos éxitos de investigador estaban a punto de quedar en el olvido.
La agudeza de su olfato policiaco parecía ser superado por la moderna inteligencia artificial.
Veía con nostalgia, desde el escritorio donde su joven jefa lo había sembrado hacia un año y medio, cuando llegó a la dirección de la policía de investigación de homicidios.
Su tarea no se alteraba más que por su proclividad de ir continuamente a llenar su taza con café, al que aun no terminaba de acostumbrarse por que también, ahora era sintético y dietético.
Aunque su salario no se lo permitía, había intentado llevar su propio café, natural, al que su austera pero cómoda vida le había hecho afecto.
Permiso que le había sido denegado porque la venia la había hecho de forma verbal y la modernidad le imponía severamente que el trámite lo hiciera mediante el portal de la página electrónica de la Secretaría de Seguridad y la que su jefa revisaba en algunas ocasiones.
Por ello, decidió, tratar de acostumbrarse a tomar el moderno café que no era café.
Los constantes homicidios ocurridos en los últimos tres meses pintaban un diciembre más gélido para las familias donde con saña habían privado de la vida a las personas mayores de ochenta años, coincidentemente, la mayoría eran mujeres.
Lo que hizo que su jefa desde sus equipos electrónicos y con su renovado cuerpo de elementos policiacos dieran el sentido de buscar a un feminicida asesino serial.
No intervenía porque habiéndolo intentado, la mirada casi compasiva de su superior, lo hizo desistir ante la frase tajante de «gracias, pero no hace falta recordarle que no estoy aquí por que me sobre incapacidad».
Enmedio del festejo por el aniversario de la independencia nacional, ocurrió el primer homicidio, pocos días despues, aconteció el segundo.
Septiembre terminó con cinco sangrientos y despiadados crímenes de mujeres de entre ochenta a noventa años de edad, las diversas formas en que se cometieron, lo llevó a pensar en dar su opinión pero, había sido detenido por el recuerdo de las jóvenes palabras de su superior.
Octubre recibió en la primer semana cuatro cadáveres; sin que lo notaran sus compañeros, quienes a pie juntillas seguían órdenes, uno de estos pertenecía a un joven que no lo ligaron a los restantes y continuaron con la hipótesis del feminicida.
Noviembre recibió a la dirección de homicidios con la suma de trece homicidios y la notificación a la directora de que tenía quince días para resolver el caso y ningún cadáver más.
La noticia le llegó por una casual plática escuchada en el sanitario, donde dos integrantes del equipo de investigación quienes lejos de la preocupación por resolver los homicidios, tenían miedo de ser despedidos antes que la jefa o con ella pues estaban allí, a invitación de la directora.
Llegó la fecha que le habían concedido a su jefa para resolver los homicidios y capturar al culpable.
Reunidos en la moderna sala a la que él nunca, hasta ese momento tuvo acceso, esperaban a la jefa quien bastante demorada apareció al fin, ante el personal con sus infaltables modernos y caros equipos móviles de tecnología de punta.
Inició la reunión y como se esperaba, era un mensaje de despedida el que inició diciendo «al salir el último de ustedes de esta sala, daré enviar a mi escrito de renuncia, ya que iré al extranjero a estudiar una nueva especialidad en el uso de tecnología y redes sociales aplicada a la solución rápida de delitos cometidos en razón de género. Así que les deseo el mayor de los éxitos en este cuerpo de investigación».
Hubo un momento en que la sala quedó más fría que los tres grados centígrados que marcaba el termómetro ambiental y, armado de mucho valor levantó la mano a lo que la mirada fresca y sonriente de su casi, ya no jefa, le indicó que tenía el uso de la voz.
Respiró hondo, profundo, se puso de pie y sus compañeros en la sala despegaron los ojos de sus tabletas y teléfonos.
Risas y cuchicheos por la acción ya no usada.
Aclaró su voz y en tono solemne le dijo, «no pretendo distraerles sólo, por favor, superioridad reciba estas notas, usted se va a estudiar más y la felicito. Será usted mi última jefa porque ya cumplo treinta y cinco años de servicio y mi acumulación de años me hace cada vez más una pieza viva de museo.
Por lo que en el sobre le entrego la documentación necesaria para que me ayude con su gracia a dar curso a mi jubilación. No abono, ya en nada a los resultados de esta dirección.
Por favor le ruego su atención a mi petición».
Pasaron tres días después de la reunión y calzándose las botas perfectamente lustradas con el impecable uniforme de agente investigador, con amplia sonrisa escuchaba el noticiero matutino con la destacada nota de la conferencia de prensa, donde su aún jefa informaba que coordinadamente con otra área de investigación, se había logrado la captura de una peligrosa banda del crimen organizado quienes eran los responsables de los feminicidios de personas de la tercera edad.
*Texto de ficción*