¿Hacer tiro con Trump o aliarlo?
Unirse frente a una amenaza externa es actuar con responsabilidad y sentido común, pero primero debe responderse ante qué, por qué, para qué, con quién y cómo.
Cerrar filas de manera acrítica con la autocracia, solo para evitar ser blanco de la histeria patriotera, sería legitimar todo lo ilegal e inmoral que han hecho para imponerse y fortalecer su posición para consolidarse.
La unidad no se decreta, se construye. Quien debiera procurarla, en todo caso, es el gobierno, pero no ha habido una convocatoria al dialogo con fuerzas políticas y organizaciones sociales para establecer sus bases y alcances, así como para zanjar diferencias. Lo único que aceptan es el sometimiento.
Quieren el apoyo seguidista a cambio de nada, sin rectificar ni modificar un ápice la ruta del Plan C que destruye la democracia, polariza al país y tiene emplazada una reforma electoral, la cual agudizaría la inequidad de las contiendas, daría manga ancha al gobierno para intervenir en los comicios y reduciría la de por sí menguada pluralidad que ocasionó la inconstitucional sobrerrepresentación.
La presidenta Sheinbaum no acepta siquiera reunirse con la oposición a la que le demanda apoyo patriótico y, además, planea seguir atropellándola con la espuria mayoría calificada en el Congreso.
En esas circunstancias, respaldarla sin más sería afilar la guillotina que caerá sobre nuestras cabezas, pues ese capital político lo usará para afianzar la hegemonía de quienes estigmatizan al disidente como “traidor a la patria” y “enemigo del pueblo”.
La trampa está en el maniqueísmo. Es falso que quien no respalde incondicionalmente a Claudia Sheinbaum está con Donald Trump. Quizá no lo entiendan los populistas en el poder, pero una cosa es México y otra su gobierno; dicha distinción es básica para defender las libertades y ejercerlas, entre ellas la de tener una posición propia que coincida o discrepe de la oficial, completa o parcialmente. La falta de un espacio de deliberación en el que se escuche a las minorías con ánimo de incluirlas encarece los consensos.
Son tres los temas de la relación bilateral que ha planteado Trump –migración, aranceles y crimen- y sería un error ponerlos en el mismo saco. La deportación masiva de migrantes y el restablecimiento del programa Quédate en México podrían generar una crisis humanitaria. Ahí deben ponerse en el centro los derechos humanos, el cumplimiento de las convenciones internacionales sobre refugiados con supervisión de la ACNUR, contribuir en la defensa legal de los detenidos en las redadas, denunciar abusos, acopiar ayuda y proteger a los deportados de la extorsión policiaca, así como de las garras del crimen.
La amenaza de aranceles debe atajarse con los instrumentos que da el T-MEC y tomar en serio la acusación de que empresas chinas introducen sus productos a Estados Unidos a través de México, aprovechando el tratado para la competencia desleal. Eso afectaría intereses de quienes se asociaron con ellas y que, necesariamente, contaron con facilidades del régimen. Si, de cualquier manera, imponen aranceles se debería responder con la misma medida, pero de manera focalizada: solo donde duela a los soportes políticos de Trump.
Llama la atención que voceros oficialistas exalten el patrioterismo ante la sola mención de combatir a los cárteles que, de acuerdo al diccionario y al Código Penal, recurren a métodos terroristas con independencia de si EU decide así catalogarlos y lidiar con las consecuencias financieras, jurídicas y de seguridad nacional que eso implicaría.
Corresponde al Estado mexicano combatir ese flagelo, pero con López Obrador se olvidaron de dicha responsabilidad y el crimen organizado se empoderó política, económica y territorialmente como nunca, al grado de incidir en las elecciones. Ojalá se responda al problema en colaboración, de lo contrario confirmarían el contubernio que actores relevantes, tanto demócratas como republicanos, han señalado, aumentando con ello la posibilidad de operaciones extraterritoriales de fuerzas norteamericanas contra productores y traficantes de fentanilo en México.
En cualquier caso, es inaceptable confundir la defensa de la soberanía con la protección a criminales.