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¡Urge diálogo nacional!
INDICADOR POLITICO
La memoria política de la sociedad sigue funcionando con eficacia: a 35 años de que el presidente Salinas de Gortari le entregó Teléfonos de México, con 85 años a cuestas y como el principal contratista de los gobiernos de la 4T, el empresario Carlos Slim Helú no se ha podido deslindar del origen de su fortuna: un regalo del Estado priista.
El modelo de fortunas empresariales construidas al amparo de contratos u obsequios del régimen en turno, que fue una de las estrategias centrales del régimen priista, se le conoce ya en términos analíticos como “capitalismo político” o “capitalismo del poder”, es decir, el Estado priista en modo capitalista construye su casta empresarial con personajes que pasan a formar parte de la élite del poder.
El caso de Slim es muy singular: su grupo empresarial que lo potenció a ser el hombre más rico la América Latina con más de 100,000 millones de dólares de fortuna nació justo en el momento en que según la conseja popular a veces no alcanzaba siquiera a pagar los pasivos mensuales de sus tarjetas de crédito; recibió Telmex y a partir de ahí construyó un bloque de poder económico-político que se expandió a otras áreas de la producción, pero siempre con el beneplácito del poder público: López Obrador refrendó el título de concesión de Telmex.
Slim ha funcionado como un cártel empresarial en tanto que controla sectores productivos que dominan los precios y también ha funcionado personalmente como una muy personal cúpula empresarial aliada a los presidentes en turno que ejercen el centralismo económico-productivo del sector privado. Slim fue intocable en el sexenio de Zedillo, a pesar de las diferencias de este presidente con el expresidente Salinas de Gortari; luego se promovió como figura política de estabilización en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Cuando se esperaba que Slim fuera revisado en función de su relación personal-política-empresarial con Salinas de Gortari, el sexenio antisalinista de Andrés Manuel López Obrador encontró en el empresario Slim una figura aliada. Y las empresas del grupo Slim recibieron contratos de obra pública –que en realidad no necesitaba porque sus negocios estaban en otro lado no oficial– para convertirlo en el prototipo del empresario contratista –casi siempre con contratos de poca monta– que se convertirían en la estructura empresarial de la 4T con López Obrador y ahora con la presidenta de Sheinbaum Pardo.
En su función de empresario beneficiario de contratos públicos, Slim se transformó en una especie del “Fidel Velázquez de los capitalistas”, una figura era usada para estabilizar puntos de conflicto entre el Estado y el sector privado, sobre todo en los tiempos en que el Estado pudo mantener áreas exclusivas de actividad pública. Sin pertenecer a ninguna cúpula reconocida, Slim fue por sí mismo una cúpula de poder empresarial derivada de su poder económico.
El propio Slim y el encargado público de la privatización de las empresas, Jacques Rogozinski por parte de la Secretaría de Hacienda, han negado y presentando documentos para probar que la asignación de Telmex a Slim no fue manipulada, pero en sentido contrario existieron elementos analíticos que señalaron que la principal oferta para comprar la empresa telefónica fue en su momento de Roberto Hernández Ramírez, quien a cambio de cederle su lugar a Slim recibió la privatización del poderoso banco Banamex.
Slim evolucionó a figura prototípica del empresariado lopezobradorista, aunque sigue arrastrando los señalamientos de que el derrumbe de la línea 12 del Metro estuvo en la baja calidad de la obra, pero su primer señalamiento responsabilizando del accidente a la falta de mantenimiento del Gobierno de la jefa Sheinbaum Pardo llevo una negociación política de última hora para declarar un empate y aceptar que las empresas de Slim volvieron a construir la obra.
Durante el Gobierno de López Obrador, la figura más emblemática del empresariado sometido a las voluntades del poder fue la de Carlos Slim, con 80 años a cuestas y corriendo agitado a las oficinas de Palacio Nacional cada vez que era requerido para que su figura se utilizará para enfriar los ánimos críticos de otros empresarios que se quejaban de que no eran asumidos como sector productivo, sino como contratistas el gobierno. Y ahí están las fotos de un Slim, sudoroso, con carpetas de contratos bajo el brazo, para ingresar a Palacio nacional.
Este Slim fue el que montó en cólera en su conferencia de antier lunes cuando le recordaron que los premios Nobel Daron Acemoğlu y James A. Robinson lo habían señalado en su libro Por qué fallan los países de ser un empresario del poder político.
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Política para dummies: La policía domestica al poder empresarial.
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@carlosramirezh