
La importancia de la Psicología en la actualidad
LA X EN LA FRENTE
No sé qué tan común sea en el mundo, pero a los oaxaqueños nos encanta presumir Oaxaca.
Es común encontrar oaxaqueños que se sientan bendecidos de haber nacido en Oaxaca.
No es etnocentrismo, es algo diferente.
Y es que hace tiempo que Oaxaca dejó de ser un lugar y se convirtió en una experiencia.
Y hace tiempo que “oaxaqueño” dejó de ser un gentilicio y pasó a ser un título nobiliario entre los ciudadanos del mundo.
Y el primer referente, cuando se habla de Oaxaca es su ciudad capital, Oaxaca de Juárez, una Villa fundada formalmente hace 493 años, declarada (en su centro histórico y la zona arqueológica de Monte Albán) Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987.
Desde hace mucho, todo mundo quería venir a Oaxaca; de un tiempo para acá cada vez más extranjeros quieren quedarse a vivir en Oaxaca.
Y es que en la vorágine de la dinámica urbana europea y norteamericana, Oaxaca ofrece “bienes” altamente apreciados propios de las sociedades -permítanme la expresión – pre industriales.
Aquí el visitante o el residente encuentran un remanso, una pausa, un respiro.
Porque en Oaxaca el tiempo se detuvo y es una muestra palpable de que el pasado es mejor que el futuro.
Aquí, el que llega acorazado en la superioridad de su moneda, encuentra lo más apreciado en las modernas sociedades: la salud física y mental, que tienen que ver con la comida, un medio ambiente sano y el ritmo de la vida.
Eso para ellos no tiene precio.
Y si a ello le sumamos el mezcal como embajador estrella de toda la síntesis de nuestra cultura, cuya fama se sigue expandiendo en el mundo, tenemos Oaxaca (como conjunto de bienes altamente apreciados) para rato.
Oaxaca va, de boca en boca, por el mundo. Y cuando un oaxaqueño se encuentra con ciudadanos de otros países , la uniformidad de las opiniones o una positiva curiosidad por saber de Oaxaca, se traduce en más oaxacacentrismo.
Los oaxaqueños somos juglares modernos que cantamos las noticias de nuestra cultura y nuestras tradiciones dondequiera que vamos porque a medida que el mundo camina hacia su colapso de la mano de la ciencia y la tecnología, Oaxaca es un oasis no sólo para el cuerpo, sino también para el espíritu.
¡Felices 493 años, mi amada Oaxaca!
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca
*La publicación de la columna es independiente del Tribunal.