
México frente a la era de los líderes autoritarios
Nos formamos en una cultura de la transitividad en que los otros son los responsables de nuestros males y que en las dos últimas administraciones ha cobrado arraigo sobre todo con los servidores públicos y políticos de partidos diferentes al del grupo en el poder y no se diga de quienes piensan diferente que son señalados desde la máxima palestra pública como “nuestros adversarios”, neoliberales, nostálgicos de los gobiernos rapaces y otros juicios de valor que repiten hasta el hartazgo sus correligionarios, simpatizantes y sobre todo los beneficiarios de sus limosnas disfrazadas de programas sociales, propalando sin que sepan el significado de los enjuiciamientos ni mucho menos la trascendencia de apoyar el empoderamiento de quienes se autonombran de izquierda. Como lo he escrito en colaboraciones pasadas, una buena cantidad de los que hoy tienen la encomienda de administrar el bien común proceden de grupos contestatarios que en el pasado muy reciente por medio de las movilizaciones, bloqueos, retenciones de servidores públicos y formas de presión recibían cochupos, prebendas, concesiones, favores, colocación de sus recomendados si no es que obras para ejecutar en la más completa discrecionalidad, diezmos y jugosos pagos para dejar de presionar o incluso atacar a los enemigos y competidores de los políticos en turno.
Así no pocos de los que hoy son empleados públicos o representantes populares por medio del voto cuentan con sendas propiedades y fortunas que los hacen hoteleros, restauranteros, inversionistas de gasolineras y prósperos negocios, incrustando e imponiendo a sus familiares, cercanos, “amistades intimas”, incondicionales, cuates y cuotas en la administración pública, desplazando a los que operan como lo han hecho los otros grupos de poder al alternar la administración del bien común que ha llevado al conformismo y omisión de la población al acuñar frases como aquel en la primera alternancia después de tantos años del partido único que rezaba: Que se vayan los inútiles y regresen los ladrones, que ahora pareciera que es doble pertenencia. Como propalaba en la más completa complacencia y cinismo un servidor público de la más alta jerarquía en dos sexenios, el aquí no pasa nada cada que se calentaba el clima político y social, hoy de nueva cuenta en el síndrome de Layín que ya cobró naturalización en las administraciones locales y federal si hay asesinados, responden “solo fueron dos”, si hay enfrentamientos con muertos, heridos y desaparecidos, de inmediato señalan que es un problema de años e “invitan” a los contendientes a “serenarse” y pagan boletines de prensa donde aluden que recientemente firmaron la paz los grupos enfrentados gracias a los buenos oficios del gobierno en turno o si de desastres naturales se trata se afirmará en el más completo desparpajo que gracias a la prevención no pasó a mayores aunque en las redes sociales los afectados clamen ayuda y señalen las pifias y omisiones de los responsables.
En este tenor además de afirmar cada que hay ajusticiamientos, asesinatos, enfrentamientos a balazos, asesinatos, secuestros y desapariciones que son a causa de grupos enfrentados del crimen organizado como si fuera algo normal, aseveran que hay gobernabilidad en el territorio nacional y local y que la maña no tiene el control de regiones o zonas a pesar de la creciente presencia y predominio de estos en más del 30% del País y en importantes zonas de la Costa, la Cuenca, los Valles Centrales y señaladamente el Istmo en que el poder y el dominio de los malos en los últimos días ha sido más que manifiesto con señalamientos contundentes de colusión de figuras públicas sin que haya la más mínima respuesta aclarándolos o al menos desmintiéndolos. Con el petate del muerto que es el efecto cucaracha el que hace que los malos dominen en la Cuenca y que su predominio y control es claro y contundente, los viejos cacicazgos, señores feudales y su descendencia en la Costa han pasado a ser parte de los cárteles con predominio nacional, los Valles Centrales son escenario de ajustes de cuentas, ajusticiamientos motorizados frecuentes, robos, secuestros y desapariciones a todas horas y el clima de zozobra, temor, toques de queda ciudadanos auto impuestos, asociaciones, complicidades y silencios obligados son el pan de cada día en el Istmo de Tehuantepec. Por si algo nos faltara en este contexto de omisión, complicidad y complacencia tanto de los que deben cuidar del bien común como de la población omisa y temerosa, los fenómenos naturales producto del cambio climático tan anunciado, ahora se suman al cumulo de desgracias ante la pasividad, falta de previsión si no es que de pillaje de quienes al menos hasta ahora han privilegiado la foto promocional, las mesas de seguridad, la supervisión,la capacitación o las selfis insultantes que han servido para maldita la cosa.
Gerardo Garfias Ruiz