
Hallan restos óseos durante remodelación de iglesia en San Juan Lalana
OAXACA, Oax. 22 de junio de 2025.- Un camino de lodo divide los lotes. En el suelo, cocos esparcidos y restos de palmas caídas. Un gallo picotea con desgano entre los escombros.
Un niño de grandes ojos verdes observa en silencio. No sabe qué ocurrió, solo que llovió sin descanso y que el techo de su casa se desprendió de pronto. Lo poco que tenían se empapó. No alcanzaron a llegar a un refugio. Se quedaron, esperando que pasara la tormenta.
Es apenas una de las cientos de viviendas dañadas por el huracán Erick. Lo que más se perdió fueron los techos, y con ellos, la protección. Los muebles, la ropa, los alimentos: todo quedó expuesto a la lluvia.
En la comunidad Cerro de la Esperanza, agencia de Pinotepa Nacional, no hay electricidad. Y aunque el 11% de las viviendas cuenta con internet, ahora están incomunicados.
En pocas horas, perdieron casi todo. Ese «casi» es lo que les permite despertar, tomar aire y empezar a recoger lo que quedó. Sin embargo, lo hacen con las manos. Falta maquinaria que retire los escombros. Falta comida, porque en muchos hogares también se echaron a perder los víveres.
No tienen techo. No tienen ropa seca. No tienen agua suficiente. Pero se tienen unos a otros. No es la primera vez que enfrentan la furia del clima, pero esta vez, ni la teja ni la lámina resistieron.
Algunos improvisan refugios con lo que quedó en pie. Otros se sientan frente a sus casas derrumbadas, intentando entender el golpe. Los niños corren descalzos entre el fango. Hombres y mujeres encienden fogones improvisados y comparten lo poco que queda.
Ya se secará la tierra. Ya llegará la ayuda. Ya volverá la luz. Cerro de la Esperanza, como tantas comunidades de la Costa de Oaxaca, volverá a levantarse. Porque aunque perdieron mucho, aún les queda lo más valioso: la vida.