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La X en la frente
Sí, hay que festejar y festejarnos mucho.
Aunque no haya motivos, aunque el cielo de la profesión sea gris; aunque finjamos no saber que la abogacía está en crisis, aunque las universidades formen cada vez más profesionistas que no pueden llamarse a sí mismos abogados.
Hay que celebrar el día del abogado, porque mientras haya celebración habrá conciencia y mientras haya conciencia habrá esperanza.
Cuando a mí me dijeron que si no me gustaba leer no estudiara Derecho, no lo entendí en toda su dimensión hasta pasados los años y algunas generaciones.
Siendo el Derecho (antes que cualquier otra cosa) lenguaje, no hay forma de aprenderlo, enseñarlo, aplicarlo, adjudicarlo ni interpretarlo de otra forma que no sea con palabras.
Así que a quien no le guste ni hablar ni leer, no tiene absolutamente nada que hacer como abogado.
Los abogados no ejercen la justicia, ni defienden las libertades, ni son paladines de la legalidad.
Los abogados ejercen el lenguaje.
Hoy tenemos escuelas llenas de jóvenes adictos a las pantallas. No es esta la primera generación a la que no le gusta leer, sin embargo si es la que está amenazada por peligros que antes no existían, y especialmente por peligros digitales que hacen que sub utilicemos las ya de por sí escasas facultades intelectuales.
Cada vez recordamos menos, cada vez aprendemos menos, cada vez imaginamos menos.
Y con la Inteligencia Artificial vamos con rumbo a la incapacidad hasta de limpiarnos cuando vayamos al baño. Parece chiste, pero en el futuro podría ser anécdota.
Este es el origen de la crisis de nuestra profesión. Más profundo que el papel que el sistema educativo dejó de cumplir hace ya varios lustros.
No se cuando dejaron de ser abogados los referentes de la república y sus valores; no me di cuenta cuándo el abogado dejó de ser el más culto entre los profesionistas; hoy veo con tristeza que los abogados dejamos de ser interlocutores naturales del pueblo ante el poder.
Por lo mismo hay menos conciencia de profesión (que antes operaba casi como conciencia
de clase).
Hoy el abogado es el que chambea en los despachos y en los juzgados, el que resuelve o atenúa los problemas privados.
Hoy la abogacía es una chamba y ya no un ministerio, ni una misión -como me cuentan que era antes-
Hoy la abogacía está degradada, incluso desde el poder y los abogados voltean hacia otro lado.
Y es natural. Los abogados han sido convencidos de que su chamba corre por cuerda separada al poder.
Antes, los abogados ejercían el poder. Hoy lo critican, además infructuosamente.
Se llora como niño lo que no se pudo defender como hombre.
Pero festejemos, celebremos, abracémonos con la esperanza en la mente y en el corazón de que venga una nueva generación que haga de la tria iura praecepta la filosofía política de futuros gobiernos:
Vivir honestamente
No dañar a otros y Dar a cada quien lo suyo.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.
*La publicación de la columna no tiene ninguna relación con el TSJ