
Con Binni Bus no habrá pérdida de empleos para transportistas: Semovi
Había decidido disculparme con los generosos lectores por la falta de energía y sobre todo el ánimo por los suelos ante el reciente desajuste en la salud que me ha llevado a perder algunos catorce kilos de peso que con ahínco singular, tesón digno de aspirante eterno a un puesto de representación popular, tozudez ante las asépticas, desangeladas y sensatas recomendaciones nutricionales, he sorteado a lo largo de mi ya casi setentera existencia en que si bien he tenido cuidados, cierta disciplina y sobre todo siniestros momentos de cargo de culpas nada ajenas, he sido más propenso conscientemente que llegaría la hora de saldar cuentas, Suculentos y sendos platos de relleno al horno de mi pueblo, frituras y fritangas sobre todo de chilangolandia, tacos de cabeza de Hermosillo, pato laqueado en Tijuana y Ensenada de la comunidad China, el huato de coyotas y de discadas en Durango, los asados exquisitos de Shihuahua, el cabrito y no Arellano de Monterrey con sus respectivas glorias, las gloriosas corundas y uchepos en Michoacán, el colesterol concentrado en una camaroniza en Nayarit, los guisos de mariscos en especial las jaibas rellenas y manitas de cangrejo en Veracruz, la variedad de tamales que parecen un arcoíris en Acayucan, los tegogolos en Alvarado, la fuente gigante de camarón en Campeche, un delicioso jueche asado en el monte por los camineros en el tramo de palenque a la frontera, los kilos de cochinita pibil esta si de verdad pibil por ser cocinada en un horno de tierra, papadzules, salbutes, zij de venado, longaniza de Valladolid entre tantas delicias de mi añorado Yucatán.
Barbachas casi diarias por el trabajo en las cientos de comunidades, bistecs oreados a la mexicana de venados creados en unidades de protección ambiental, ¡gueta binguí” mamá recién salidos del comizcal en la estación del ferrocarril en Comitancillo, cuajada de chile con atole y tortillas horneadas en el mercado de Juchitán, tamales horneados de mole blanco de pescado acompañados por el delicioso caldo de ciruelas con jaibas en San Mateo del Mar o las suculentas empanadas de picadillo rebajadas con una “modelu con hielu” en el ojo de agua de Tlacotepec. Sin dejar de lado por supuesto al menso tres momentos al año del relleno de pato y Bacalao casero que mi vieja cocino tantas veces y que hasta hace un año he seguid consumiendo religiosamente sin enumerar los años de “ vegetariano” en mi extrañada Xalapa, Veracruz, así como los años de hijo de familia y los hipócritas gustos públicos por alguna que otra mujer de cutos menús ahora no quiero acordarme.
El estrés, la angustia simulada, el deficiente manejo de la perra ansiedad que me ha perseguido durante una buena parte de mi existencia aunadas a las condiciones económicas, laborales, políticas y de hacer prevalecer a toda costa una sola versión de nuestra coexistencia, me han llevado a casi ser dueño de un ingenio que aunque los índices y las conclusiones médicas hasta ahora no denotan algo grave, me empujaron a que me haya ido al extremo y en lo que me reeduco comer menos de la mitad de lo que tenía acostumbrado a mi cuerpo, así como decaer en mi ánimo porque si bien al ser hijo de madre diabética sabía que era propenso a adquirirla.
A pesar de ser un optimista irredento y de seguro que por el momento que estoy pasando, un mes de haberme enterado por las pruebas correspondientes y de tener produciendo al ingenio, ver circunstancialmente hace unos pocos días el caso de un hombre mayor que se quedó atrapado en medio de una calle inundada en la Ciudad de México dentro de su vehículo lleno de agua, clamó ayuda y dijo que vivía solo sin familia y tiene 94 años, me dio el azote existencial.
Aún con todo ello y a pesar de los pesares pecando de evenflo, tengo una hermana muy pequeña que se llama libertad, a mi Santi, a Biaani y a mi Biniza amigos y hermanos como Juanito y Luz que gracias al Dios de la vida, de la generosidad y de la hermandad como otras veces aquí están conmigo, cuento tal vez unilateralmente con profesionales prestigiados de salud como mi querido y respetado Dr, Marín, de quien jamás me ha olvidado mi extrañado Memo Jimenez Mondragón, así como Alfredo Vázquez, a mi reencontrada Verónica y a hijos que gané en la vida como Felipón empoderado, Por si algo me faltara lo lleno con la esperanza por un mundo mejor, por la poesía irredenta, por el amor de una mujer, por la música y mis composiciones porque como dice el Maese Fito Páez: ¡Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón!
Gerardo Garfias Ruiz