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OAXACA, Oax. 24 de agosto de 2025.- El arzobispo de Antequera Oaxaca, Pedro Vázquez Villalobos, exhortó este domingo a la feligresía a vivir la fe más allá de los templos y convertirla en acciones diarias de respeto, paciencia y caridad.
Durante la homilía del 18 Domingo del Tiempo Ordinario, el prelado advirtió que “no basta con venir a misa si regresamos al desorden en la vida” y subrayó que ante Dios “sólo contarán las obras buenas”.
Pidió a los creyentes evaluar cómo practican la fe en su entorno cercano: “¿Va a vivir en gracia en su hogar esta semana? ¿Va a ejercitar la paciencia, la comprensión, la caridad, la misericordia, el diálogo?”, cuestionó.
El arzobispo recalcó que hacer el bien implica esfuerzo constante, a diferencia del mal que “se hace fácilmente, nada nos detiene”. Añadió que la enseñanza del Evangelio llama a entrar por la “puerta angosta”, símbolo del camino difícil pero necesario para alcanzar la salvación.
Con un tono firme, pidió a los fieles no rendirse frente a las dificultades: “Sígase esforzando, no se detenga, que no le gane la flojera… Dios verá ese esfuerzo y lo reconocerá”.
Invocó la intercesión de la Virgen María para acompañar a quienes buscan perfeccionarse espiritualmente y llamó a mantener vivo el esfuerzo cotidiano por agradar a Dios.
Aquí la homilía completa:
Espero que la Palabra de Dios de este día domingo toque nuestro corazón. Usted y yo hemos sido llamados a vivir la santidad, porque Dios nos hizo santos desde el día de nuestro Bautismo y, todos nosotros formamos el pueblo santo de Dios, el pueblo santo de Dios y Dios quiere que vivamos la santidad en todos los momentos.
Dios quiere que, un día, participemos de ese banquete eterno y, hoy, nos ha dicho: esfuércense, esfuércense y tenemos que esforzarnos y nos hemos estado esforzando.
Fíjese que, para hacer el bien, hay que hacer siempre un esfuerzo. Para hacer el mal no hay que hacer esfuerzos. No, para hacer el mal es fácil, es muy fácil, nada nos detiene, nada nos importa, nada nos preocupa, nada nos angustia. Para hacer el mal no hay esfuerzo, ningún esfuerzo, ah pero cómo nos esforzamos para evitar hacer el mal, para evitarlo, cómo nos esforzamos, cómo nos pesa, cómo luchamos, por algo nos dice Nuestro Señor, esfuércense, si usted se esfuerza, va a poder entrar por la puerta que es angosta, al cielo. La puerta que es ancha, ahí el que se dedica a hacer el mal, por ahí entra fácilmente. Quien se dedica a hacer el bien y quiere entrar, va a encontrar una puerta angostita.
Al Señor le hicieron la pregunta, ¿es verdad que son pocos los que se salvan? Y no respondió esa pregunta, Él dijo, esfuércense, esfuércense, para ser contados entre los que se salvan. Que no vayas a ser tú el que está tocando para entrar y que te diga el Señor “no te conozco, no sé quién eres, apártense de mí los que hacen el mal, los que hacen el mal apártense de mí”. “Hemos comido y bebido Contigo y Tú has predicado en nuestras casas”.
Ante Dios, sólo contarán las obras buenas. Yo no voy a llegar con el Señor y le voy a decir, sacando mi credencial y diciendo: Señor, yo fui tu Obispo, me llamaste a ser Obispo y fui tu Obispo y predicaba. “apártate de mí, no te conozco, no sé quién eres, no sé quién eres”. No podemos nosotros llegar a allá y decirle: “todos los domingos iba a misa, todos los domingos, no te fallé ni un solo domingo, ahí estuve, escuchando Tu Palabra”. “No te conozco, no sé quién eres, apártate de mí, porque has hecho el mal”. Era un servidor, era un servidor en la sociedad, en la Iglesia, ¿no te acuerdas? Yo te servía en los enfermitos, en los pobres, en esto y en aquello. “No te conozco, no sé quién eres”.
Y, ¿por qué no nos va a conocer Nuestro Señor? Porque, ¿con qué espíritu hacemos las cosas? ¿con qué espíritu? ¿qué es lo que nos mueve y cómo estamos proyectando nuestra vida? ¿cómo la proyectamos? Sí, usted ha venido a la celebración este domingo ¿va a vivir en gracia y en santidad en su hogar esta semana, va a ejercitar la paciencia, la comprensión, la caridad, la misericordia, la escucha, el diálogo, la generosidad ahí en su hogar? ¿de veras va a tener un corazón bueno en su familia o va a regresar al ratito y va a comenzar la discusión, el grito, el desprecio, la desobediencia, la falta de respeto. ¿De qué sirvió venir a misa si voy para allá y sigo en un desorden en mi vida? y quiero que Dios me reconozca, fui todos los domingos a misa, y ¿cómo viviste en tu casa, qué hacías en tu casa, a qué te dedicabas en la semana, en el trabajo? ¿responsable, muy consciente de lo que te tocaba hacer? En esa relación con tus compañeros de trabajo, con respeto, con caridad, ¿de veras fraterno, buen amigo? ¿o ahí despreciabas, insultabas, maltratabas, humillabas? ¿Qué pasó?
El domingo le dijiste a Dios: Señor, lléname de tu gracia, inúndame con tus bendiciones, pero enseguida no fuiste bendición para los demás. El domingo le dijiste a Dios: manifiesta Tu amor y Tu misericordia y fuiste al encuentro de tus hermanos y no hubo amor y misericordia, lo seguiste condenando, lo seguiste despreciando, lo seguiste humillando, ¡Ah!, pero sí quieres que Dios manifieste Su amor y Su misericordia en tu persona y tú no hiciste eso.
Hoy, Dios nos cuestiona y nos pregunta cómo estamos viviendo la santidad, la santidad. El que yo diga esto ¿significa que ya no venga a misa?, no, sin el auxilio divino no es posible, venga, llénese de Dios, escuche Su Palabra, abra sus oídos y su corazón y disponga su voluntad, para que usted le dé una respuesta positiva a Dios y vayamos a hacer lo que nos toca hacer, para que ahí Dios nos reconozca, Dios nos reconozca como sus hijos y vea el esfuerzo que hacemos a diario. A diario nos esforzamos por practicar la virtud, por vencer nuestros defectos, nos esforzamos por hacer el bien. Que Dios vea todo ese esfuerzo y, así, nos reconocerá, sí nos va a reconocer y sí vamos a entrar por la puerta que es angosta, porque me estuve esforzando todos los días, todos los momentos, en este lugar y fuera de este lugar.
A veces hacemos un esfuerzo para venir aquí, sentimos flojerita, tenemos más ganas de dormir, de descansar, de ir con los amigos, de ver una película, de irnos a pasear por ahí. Nos cuesta a veces vencer todo esto, hacerlo a un lado para poderle dedicar a Dios ese ratito. Hay momentos en que tenemos que hacer un gran esfuerzo para venir, para venir, para estar aquí.
Sígase esforzando, sígase esforzando, no se detenga, que no le gane la flojera. “Ah, enseguida, voy, al cabo todos los domingos, enseguida voy”. No le diga eso a Nuestro Señor, venga y dígale, Señor, aquí estoy, quiero seguir esforzándome. Durante esta semana me esforcé, fallé en estos detalles, pero voy a luchar en esta nueva semana, voy a trabajar eso que me costó tanto en la semana que terminó, voy a trabajar estos aspectos y tal vez broten otros en los cuales le fallemos a Nuestro Señor, porque somos tan humanos y tenemos defectos. Ah, pero una cosa es tener defectos y otra cosa es el esfuerzo que estamos haciendo. Que Dios vea el esfuerzo y no se dé por derrotado, no diga usted: esto, para mí, es un imposible, yo no puedo. No lo diga, no lo piense, no lo crea. Usted dígale a Nuestro Señor: Señor, esto me está costando muchísimo, a ratos siento que es imposible, que no voy a poder. Usted dígale, Señor, hazme consciente de que sí voy a poder, de que me falta un poquito más de esfuerzo para lograrlo y verá que Dios le dará esa fuerza y, con alegría, usted vencerá, usted triunfará, usted saldrá adelante y el Señor lo seguirá reconociendo por su esfuerzo, por su lucha, porque no se da por vencido.
Lo invito a seguir teniendo presente esa invitación de Nuestro Señor en este domingo. Esfuérzate por entrar por la puerta que es angosta, esfuérzate. No se cansen de esforzarse, todos los días, en todo momento.
Que Dios siga llenándonos de bendiciones y de gracias, que sigamos en el esfuerzo de practicar la virtud y que Nuestra Madre María nos siga acompañando, Ella es nuestra Madre, Ella sabe lo que nos cuestan ciertas cosas. Que Ella interceda ante Su Hijo, Jesucristo, para que nos alcance la fuerza que nos hace falta para ir logrando ese crecimiento y esa búsqueda de perfección. No nos olvidemos esa invitación que nos hace Dios: sean perfectos, como Su Padre Celestial es perfecto.
Busquemos alcanzar más y más la perfección divina, es inalcanzable, sí, pero Bendito sea Dios que es inalcanzable, para que sigamos esforzándonos, queriendo ser mejores cada día. Si fuera alcanzable, y después de alcanzarla, ¿qué? Por eso es inalcanzable, para que haya ese esfuerzo y esa voluntad de salir adelante y de seguir siempre agradando a Dios.
Bendiciones para todos en esta semana que es la última semana de este mes de agosto, la última semana, que sea toda una bendición para cada uno de nosotros.
Que así sea.