A 5 años, no dejemos solo a nadie
México, D.F. 15 de marzo de 2011 (Quadratín).- Gran parte de los oradores de éxito caen en una trampa que ellos mismos construyen: por oírse a sí mismos, dejan de escuchar a los demás.
A la inmensa mayoría de los políticos les ocurren cambios de personalidad, porque están permanentemente preocupados más por lo que dicen los demás de ellos mismos o porque su única ambición es acrecentar su poder, en vez de servir.
El líder del Senado, Manlio Fabio Beltrones, dijo que Andrés Manuel López Obrador debiera leer más y hablar menos.
La recomendación es absolutamente adecuada y oportuna, pero debiera ampliarse no solamente para el precandidato presidencial perredista, sino para los políticos de todos los partidos políticos.
La recomendación debiera ampliarse también para los líderes empresariales y para los burócratas de distintas instituciones, incluidas las religiosas.
Los funcionarios gubernamentales, los grandes empresarios, los dirigentes políticos a medida que escalan puestos administrativos (la mayoría de los partidos están convertidos en burocracias cerradas) abandonan el de por sí escaso o incipiente hábito de la lectura.
La gran mayoría escatiman tiempo y dinero a su preparación o al mejoramiento de su carácter y personalidad, porque se sienten representativos o ejemplo de una sabiduría y un temple sobrehumano.
Se acostumbran más rápido de lo conveniente a conocer la realidad a través de los ojos de colaboradores permanentemente preocupados de que estén contentos y no de que profundicen en la vida de millones de mexicanos.
Para eso también se apoyan de todo tipo de encuestadoras o estudios que les diga (a través de colaboradores) cual es la realidad.
La lectura, no nada más de la síntesis informativa a la que casi todos los políticos tienen acceso, invita a la reflexión, despierta la inquietud y obliga a la mente al análisis.
El senador Beltrones puso el dedo en la llaga: los políticos deben leer más (no solamente telepromters), sino textos que los obliguen a pensar y a que cuando el músculo de la lengua se mueva es porque está recibiendo señales del cerebro.
A AMLO se le atribuyen prácticamente todos los males y maldiciones del país, pero si su ejemplo hiciera que los políticos experimentaran un milagro y leyeran, la salida del país a tantas calamidades podría verse más próxima.
Afortunadamente, la mayoría de los políticos y grandes empresarios no se dan por aludidos a la expresión de Beltrones, porque la gran mayoría viven pegados al twitter, al facebook, a una larga lista de correos de todo tipo que los hace sentir que leen mucho.
Ojalá para ellos la era del papel no culmine y en un acto de suerte caiga en sus manos un libro, el que sea, que les despierte la imaginación, el juicio crítico y, si se tratara de un milagro mayor, hasta podrían asomarse a la autocrítica.
Dejarían de pensar que lo saben todo, que lo pueden todo y que pueden aprender cosas importantes de la gente sencilla, de los niños, de la experiencia de los ancianos.
Hasta quizá podrían dejar de oírse solo a ellos mismos y también absorber la lucidez y brillo de la gente que no está ni en el escalafón ni en la búsqueda del poder.
Aunque no opinen como la mayoría de los políticos, de lo que no saben y, más aún, de lo que no entienden.
Para eso puede servirles leer más y hablar menos. Ojalá y la recomendación del senador Beltrones se escuchara, pero la estridencia política impide detenerse a abrir un libro, ni siquiera con ilustraciones para niños.