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De la misma manada
México, D.F., 20 de febrero de 2012 (Quadratín).- Desde hace mucho tiempo los mexicanos viven la sensación de llegar al fondo de los problemas, prácticamente en todos los rubros de la vida nacional. Lo mismo en el tráfico de vehículos y personas, que en prácticamente tema o punto que se toque. Siempre se llega más al fondo y se ha desarrollado cada vez una mayor tolerancia a la infelicidad, el desengaño y la impotencia.
Nos hemos acostumbrado a que nos vaya mal.
Siempre ha habido el pretexto de culpar al gobierno de tanto infortunio, no se trata de exonerarlo o exculparlo, pero su situación es causa y efecto de una problemática más profunda, más grave y cada vez más complicada.
El ejemplo más actual de la frustración, impotencia y desengaño o falta de esperanza lo constituyen las elecciones del primero de julio próximo en que se renovará al Congreso de la Unión, al presidente de la República y a varios gobernadores, así como congresos estatales. Cientos de ciudadanos serán elegidos en este proceso.
Hace seis años se vivió el agotamiento, aparentemente, del sistema electoral mexicano, se creyó que se había llegado al colmo del manejo de un proceso electoral. Se rasgaron las vestiduras desde el ex presidente Vicente Fox, el presidente electo Felipe Calderón, los partidos políticos decretaron la incompetencia del consejo general del Instituto Federal Electoral y decidieron impulsar una reforma al Código Federal de Procedimientos Electorales y seis años después, esa sensación de crisis está más grave y aguda que entonces.
Nadie está conforme. Ni los partidos políticos, ni sus candidatos, ni el gobierno en su conjunto. El IFE tiene más atribuciones que lo han empujado a mostrar más su impotencia e incapacidad para garantizar un proceso electoral, no sólo el día de las votaciones, que se ha complicado cada vez más.
Se incurrió desde hace tiempo en exceso de trámites, en un galimatías legal imposible de llevar a la práctica y que mueve, más bien, a risa o a llanto. El proceso electoral se vuelve cada vez más dramático.
No es una crisis nueva, es la sucesión de desaciertos de por lo menos dos o tres generaciones de políticos y de dirigentes que se culpan unos a otros.
Ayer se informó que el IFE aplicará un nuevo mecanismo para que, al minuto del cierre de las casillas de votación, se darán los resultados de la jornada electoral del próximo 1 de julio, adelantó el Consejero Presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, luego de precisar que el propósito es para garantizar la certeza en los resultados de las elecciones federales.
El Presidente del Consejo General del IFE prometió que en la noche de la jornada electoral habrá transparencia y cifras sobre los resultados de la elección presidencial.
El embrollo jurídico que se ha constituido ha arrinconado al IFE hasta la posición más incómoda, similar a la del cuetero, quien no queda bien con nadie.
Es bueno que se blinde el proceso electoral, pero debe reconocerse que la crisis de hoy no es nueva, sino es la acumulación de un largo, pesado y penoso proceso de una crisis que se empalmó a otra crisis, de otra crisis, de otra crisis. Ahí está el verdadero problema.