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Oaxaca, Oax., 05 de julio del 2011(Quadratín).- Hay una notable diferencia entre la ventaja acumulada por el gobernador Enrique Peña Nieto y la que tuvo Andrés Manuel López Obrador, a esta proximidad con la elección presidencial: la buena voluntad de la opinión pública.
Las elecciones del domingo en los estados de México, Coahuila, Nayarit, Hidalgo y Quinta Roo dejan a la ciudadanía el sabor del triunfo priista y la sensación de que la aplanadora viene por el carro completo.
Es decir que el PRI pretende recuperar el título de imbatible que ostentó estridentemente durante varias décadas.
Inclusive ya en los medios de comunicación comienza a recuperarse el lenguaje propio del priismo: !arrasó!
Tanto que hasta el dirigente priista, Humberto Moreira recuperó el color y, algunos dicen, hasta el habla, pues quedó enmudecido hace meses ante la andanada de ataques en contra de priistas connotados, empezando por él mismo, respecto al ejercicio de los recursos públicos.
Hoy Moreira, gracias a la contundencia de la victoria lograda en el estado de México puede dormir tranquilo hasta la nominación del candidato a la Presidencia de la República, en favor de Enrique Peña Nieto, quien logró con esto aventajarse a su más cercano seguidor, el senador Manlio Fabio Beltrones.
Ayer mismo, en varios estados ya se empezó a hablar de la bufalada atrás del gobernador mexiquense y de las rectificaciones de quienes pensaron que había que acercarse a Beltrones o mantener velas encendidas en los otros partidos, especialmente el PAN o el PRD.
Incluso ya se advierten movimientos de adhesión a la corriente peñanietista, tanto del interior como de fuera del priismo.
Es el gen que los mexicanos traen, comentó un genetista político que advierte la existencia y permanencia del alma priista que casi todos los miembros de la clase gobernante llevan dentro.
Se trata de un gen característico de las cúpulas gobernantes, que se identifican con el jefe gobernante en turno, más allá de la filiación partidista.
Una importante cantidad de empresarios ya ven hoy en Peña Nieto lo que observaron, en su momento, en el candidato Fox y en el precandidato Calderón: la esperanza para México.
También las huestes del gobernador del estado de México observan con recelo a arribistas, oportunistas y asaltantes del poder. Están alerta al canto de las sirenas que ya auguran el arrollador triunfo priista en las elecciones del 2012, cuando el imbatible recupere no solo la Presidencia de la República, sino también la mayoría absoluta en las Cámaras de Diputados y Senadores y las gubernaturas de los estados.
Mientras en el PAN y el PRD se hacen cruces y se buscan razones para encontrar los triunfos en la derrota, repartir responsabilidades y culpas. También en afirmar lo que todos saben, que una batalla no equivale a perder la guerra.
Lo cierto es que la cargada ya arrancó y con ella la recuperación del discurso del México con el que todos soñamos, la devolución de la esperanza y la certeza de que Peña Nieto si pondrá los caballos adelante de la carreta.
Eso por supuesto ocurriría si las elecciones fueran hoy. Pero falta un largo año de sangre, sudor y lágrimas, recordando a Churchill.