
Esperan estabilidad de temperaturas en gran parte de Oaxaca
México, D.F., 22 de agosto del 2011(Quadratín).- Se ha pensado que la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado es una batalla entre el bien y el mal.
Es cierto, pero lo verdaderamente importante es que el combate contra el delito tiene su base firme en la gobernabilidad, problema en el que priistas, panistas y perredistas tienen igual responsabilidad.
Aunque ahora unos a otros se lancen mutuas culpas por los platos rotos, la verdad es que más allá de los partidos políticos y de quienes ejercen el oficio de la política, se requiere recuperar la gobernabilidad disminuida o, para algunos, perdida.
El Estado tiene la obligación de garantizar a los habitantes del país mínimos de salud, educación, progreso, bienestar y, ahora, seguridad.
En todos estos rubros, a nivel federal, priistas y perredistas tendrían que rendir cuentas en serio de por qué se ha fallado al no estar a la altura de las necesidades y los retos.
Hoy el país vive con un enorme lastre de pobreza, un sistema educativo ineficiente para formar a los ciudadanos al tamaño de la competencia internacional, pero también es incapaz de garantizar seguridad a sus habitantes.
Lo ocurrido el sábado pasado en el estadio del equipo de futbol Santos, en Torreón, Coahuila, estado que recién dejó de gobernar (?) el presidente del PRI, Humberto Moreira, pudo ser una tragedia de mayores consecuencias que el pánico que vivieron los aficionados.
Es de sobra conocido que este tipo de acontecimientos cobran más vidas y heridos por la gente en estampida, que por la causa real del peligro, sea temblor, inundación o pánico.
Lo vivido en Torreón, dígase lo que se quiera, tiene que ver con la gobernabilidad, eso que no se ve, pero se siente en cualquier villa, pueblo o ciudad.
La gobernabilidad se trasmite en la confianza, tranquilidad y felicidad de los habitantes. Desafortunadamente de esto no hay estadísticas y tampoco la gobernabilidad se alcanza con un estudio o encuesta.
Hay gobernabilidad o no, así de sencillo, pero también de crudo.
Ya no puede soslayarse el hecho de que si el narco o el crimen organizado dominan plazas es porque no hay gobierno y una sociedad sin gobierno va a la deriva.
Priistas, panistas y perredistas de todos los niveles jerárquicos se dedican a culparse mutuamente, pero eso no resuelve sino que complica aún más la problemática de por sí grave.
Autoridades de municipios, estados y federación, podrían ya reconocer que más allá de lo electoral, es necesario actuar con responsabilidad y llamar a las cosas por su nombre.
Corrupción, impunidad, ilegalidad, tienen una sola consecuencia: ingobernabilidad.
Hay quienes piensan que hacia allá corremos; otros, en cambio, que la padecemos y sufrimos desde hace mucho tiempo, solo que se ofenderían los jefes oligarcas de que su pasión, entrega y trabajo, hayan dado ese resultado.
No será atiborrando de soldados vestidos de policías los estadios, las iglesias, los cines, los teatros, aeropuertos, terminales de autobuses, jardines y las plazas comerciales, como se ha de alcanzar o recuperar la paz.
La gobernabilidad es más, mucho más que la ausencia de guerra, es oportunidades, es seguridad, es preparación, crecimiento, armonía. Es, en síntesis, felicidad, identidad, orgullo, responsabilidad.