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De la misma manada
México, DF. 10 de marzo del 2012 (Quadratín).- Entre los países, como en los deportes, los partidos políticos o los profesionistas o trabajadores la competencia es inevitable y también, como en todo, existe la guerra sucia, el golpe bajo, la traición.
Aunque para la gente común es difícil imaginar que un país se aproveche de las penurias o problemas de otro, estas conductas son muy frecuentes. Por ejemplo, hay muchas naciones que se alegran de que a México se le cree la mala fama de que es un país en guerra, pues se espanta al turismo potencial, se ahuyenta a los inversionistas y se aprovecha, malévolamente, una situación coyuntural. La competencia entre los países es más fría, encarnecida y violenta de lo que pudiera imaginarse.
Esta es una más de las consecuencias indeseables del combate contra el crimen organizado y el narcotráfico, a más de los muertos y víctimas reales de esta realidad. Se tiene además el pretexto para hablar mal del país.
El partido que juegan desde hace años Brasil y México por el liderazgo de América Latina da la impresión de una goleada del gigante sudamericano. México mira desde arriba, solo geográficamente hablando, cómo sus vecinos del sur crecen y asombran al mundo y se mueven entre los grandes.
Admirado y respetado como hermano mayor, México ha perdido su ventaja y liderazgo en Latinoamérica. Las causas han sido múltiples, pero la más obvia se refiere al perjuicio que ha provocado la campaña contra el delito. Se construyó la percepción de inseguridad y violencia incontrolada, ingobernabilidad y sometimiento a mafias y bandas del crimen organizado y el narco.
¿Y cómo se supera este problema?
Algo parecido debió preguntarse el presidente Felipe Calderón. La respuesta quiso comprarla en el exterior. En 2010 contrató a un asesor político británico que jamás había puesto un pie en el país norteamericano.
Simon Anholt se trasladó durante cinco meses a México después de varias visitas y, precisamente fuera de sus fronteras, encontró una de las claves para explicar la débil reputación del país. La identidad de México en todo el mundo ha estado muy determinada por la forma en que Estados Unidos la ha presentado. La imagen que se da en las películas o en la televisión estadounidense no es ni precisa y ni halagadora, dijo el experto en Europa al diario español El País.
Prueba de que la imagen de México es la que ha pintado, en gran parte, Estados Unidos se descubre hasta en lo que en principio puede resultar más insignificante. Cualquier extranjero que se come una fajita lo hace convencido de que engulle uno de los platos más típicos de México, sin saber que un nacional nunca la incluiría entre su gastronomía. La fajita forma parte del menú tex-mex, popularizado por los mexicanos que emigraron a Estados Unidos y fruto de la unión de ambas culturas.
La imagen que Estados Unidos da de México no es ni precisa ni halagadora. Este es el momento de México para presentarse correcta y directamente al resto del mundo, sostuvo Anholt, que a su vez, alertó de que no existen fórmulas milagrosas ni rápidas. Tras la experiencia de haber asesorado a más 40 países como Chile, Tanzania, Irlanda, Canadá o China, el británico aseguró que un país no es como un detergente o un teléfono móvil que se vende a un consumidor. En los últimos 20 años he demostrado esta regla básica: ningún país ha logrado mejorar su imagen solo con decirle al mundo lo maravilloso que es.
Descartada la propaganda y la publicidad, el asesor cree que México debe ser reconocido, además de como un tesoro mundial por su patrimonio cultural, su gente, su gastronomía, su música, sus paisajes y quizás algún día por sus productos y servicios (
), por su contribución a la humanidad en la lucha contra problemas como la corrupción, la justicia, la violencia, el narcotráfico, la pobreza y el cambio climático. Esos son los temas que interesan a todo el mundo, añadió.
El flujo de noticias sobre la violencia y el narcotráfico es una prueba de ello. Las informaciones sobre este tema superan en número a las que tratan cualquier otro aspecto del país. Anholt, sin embargo, sostuvo que aunque el impacto ahora es serio, es poco probable que cause daños a largo plazo. El público no castiga a los países por tener problemas, los castiga por no resolverlos.
El asesor resaltó el papel que debe jugar el nuevo gobierno: que no huya de los problemas, sino continúe luchando contra ellos y ejerciendo a la vez cierto liderazgo internacional para demostrar que el país no es víctima de sus problemas, sino un líder en la solución de los mismos.
Quizás una prueba de que no se castiga a los países con problemas es que pese a la violencia, el turismo logró cifras históricas en 2011 con la llegada de 190 millones de turistas -22,7 de ellos extranjeros-, un 3,7% más que el año anterior. Según la Secretaría de Turismo, el sector aporta al país el 9% del Producto Interior Bruto (PIB).
Preguntado por el papel de los gobiernos mexicanos, Anholt dijo que la reputación del país pertenece al pueblo, no al gobierno. Sin embargo, reconoce la el papel que juegan los políticos, como ha pasado en Brasil. Otra vez EE UU ha tenido su influencia al presentar una imagen muy atractiva del país, en la cual ha sido crucial la figura del expresidente Lula, cuyo impacto compara con el de Nelson Mandela en la imagen de Sudáfrica.
El sentido común del asesor inglés es sorprendente. Quizá por ello sus consejos no resulten atractivos pues no implican grandes producciones ni pautas publicitarias que hagan creer que el resultado será de acuerdo al monto de inversión. Muy simple:
Pensar lo que se dice y cumplir lo que se ofrezca. Congruencia entre el decir y el hacer, nada más
pero nada menos.