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México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax., 13 de diciembre de 2011 (Quadratín).- Hablar de lucha de clases es políticamente incorrecto y quien lo hace socialmente demuestra su pobreza y se ubica en los estratos económicos inferiores; también hay quienes justifican sus críticas contra los ricos hasta igualarlos, formar parte de esa élite.
Plantear el problema de las diferencias de clase está fuera de moda (el comunismo desapareció salvo de la isla de Cuba y la dictadura de Fidel Castro Ruz), pero la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE), que por cierto dirige el mexicano ex canciller y ex secretario de Hacienda y Crédito Público, José Ángel Gurría, señaló en su último informe que la brecha salarial en los países miembros se ha disparado al nivel más alto en por lo menos 3 décadas.
Es decir, los ricos (países y personas) enriquecieron más, mucho más, pero los pobres también aumentaron en número y son aún más pobres. Por ejemplo, señala el documento, en los Estados Unidos el ejecutivo que ganaba 30 veces más que su empleado, ahora gana 110 veces más y paga, por supuesto, menos impuestos que entonces.
México, por supuesto, está en el segundo lugar de los países cuya brecha entre ricos y pobres es más grande, abismal. Los ricos pagan cada vez menos impuestos y obtienen mayores utilidades. Los salarios crecen menos que la inflación y la mejor prueba está en el nuevo salario mínimo aprobado por las autoridades mexicanas, cuyo incremento es notoriamente inferior al aumento de casi todos los productos de consumo, empezando por los combustibles.
Uno de cada cinco mexicanos con empleo gana un salario mínimo, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Se trata de 10 millones 145 mil 865 personas, contabilizadas hasta el tercer trimestre de este año, 21 por ciento de los 46.8 millones que conforman la población ocupada, que incluye trabajadores formales e informales.
Las cifras indican que estos trabajadores de mini salario o sin salario crecieron 7 por ciento en los cinco años que lleva el gobierno del presidente Felipe Calderón. Ahora hay 679 mil 869 trabajadores más en esta condición, en comparación con los registrados en el tercer trimestre de 2006.
Más de la mitad de los 6 millones que ganan salario mínimo son mujeres: 3 millones 107 mil y la cuarta parte son jefas de familia e igual proporción tienen hijos (de uno hasta más de seis). Más de 50 por ciento trabajan por su cuenta (3.2 millones) y sólo 3 por ciento aseguran tener acceso a instituciones de salud, públicas o privadas, otorgado por su trabajo.
El aumento de 4.2% a los mínimos que se aplicará a partir del primero de enero, contrasta con el incremento de 10.5% a las gasolinas, 130% a la electricidad y más de 45% a los artículos de la canasta básica.
Los polos de la desigualdad son claros y en México, los primeros diez municipios en encabezar la lista con mayor desarrollo humano se localizan en el Distrito Federal, Nuevo León, Estado de México, Morelos y Oaxaca; mientras que los de menor evolución son Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, y otro poblado de Chihuahua. Su IDH es comparable al de países como Alemania, España, Italia y Nueva Zelanda.
La desigualdad social y la lucha de clases es un problema vinculado a la ética, la justicia y también a los procesos electorales, en los que la oferta política de los candidatos o de los partidos contendientes ofrece lo que falta y denuncia a quienes han fallado.
Lo que las estadísticas dejan muy claro es que quienes en el pasado ofrecieron reducir la brecha entre pobres y ricos, mintieron. El sistema y las acciones que emprendieron fallaron y los hechos lo demuestran. Podrán los ricos argumentar que ellos sólo aprovecharon las condiciones que se les impusieron, pero de volver cuando sea, pero de regresar ¡nunca!.
Puede haber, como ya ha ocurrido en la mayoría de los estados de la República o en distintas partes del mundo, tensiones sociales cada vez más graves: irritación, injusticia, abuso, violencia. Pero en materia económica, ni un paso atrás.
Lo caído, caído.