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México y la semana aquimichú
México, D.F., 3 de noviembre de 2011 (Quadratín).- Para el ciudadano debe ser cada vez más complicado entender la política y, en consecuencia, vivir plenamente la democracia como un factor que contribuya a la felicidad individual y social.
México, ese factor es irrelevante, pues a gobernantes y políticos lo único que les importa es cómo son percibidos en lo personal, estrictamente siempre con objetivos electorales.
El presidente Calderón encabezó nuevamente la reunión del Consejo Nacional de Seguridad y justificó el programa en que, su gobierno, no va a dejar al zorro en el gallinero. Lo ha reiterado hasta la saciedad y, seguro, entre el legado a quien lo suceda (hombre o mujer) estará el presupuesto y el candado para que la guerra continúe y, si es posible, se intensifique hasta derrotar a ambos flagelos.
Mientras, la preselección de candidatos a la Presidencia en los tres principales partidos políticos se ha recrudecido y eso que la batalla verdadera todavía no empieza.
Las preliminares, como en el box, están siendo más duras, entretenidas y duras, que la estelar.
El jefe de gobierno, Marcelo Ebrard Casaubon, expuso que aspira a ser presidente de México porque hay que cambiar el rumbo del país. El país no va bien, estamos en una situación muy difícil, estamos preparados para cambiar el rumbo del país, por eso estoy diciendo que quiero ser candidato a la Presidencia, para unir a una nueva mayoría social y política que cambie el rumbo del país por una ruta más segura y justa, dijo.
¿Para qué deseo ser presidente?, se preguntó Ebrard para responderse a sí mismo que se compromete a reconstruir las instituciones y ponerlas al servicio de la sociedad, es decir, poner al Estado por encima de los intereses ilegítimos.
Es decir, lo mismo que ha declarado su rival Andrés Manuel López Obrador; o Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones, en el PRI, o Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel o Ernesto Cordero, en el PAN.
Porque el jefe de gobierno lo aprovecha y lo que promete hacer para el país, empieza a ejecutarlo en la ciudad.
Agregó que se debe dar paso a un nuevo régimen político, uno que nos saque de la parálisis y evite que regresemos a los excesos del presidencialismo autoritario y patrimonialista.
Sin dudas ni resquemores, debemos construir una gran alianza nacional, un gobierno de coalición, un gabinete con mexicanos y mexicanas íntegros y patriotas, sostuvo.
Lo predica y le falta la práctica. Como conciliar la oferta de gobierno con la realidad de los partidos políticos que sobreviven por los cuantiosos recursos del erario público, más que de su militancia o vigencia de sus propuestas o ideales.
Como pocas veces en la historia, la realidad se aleja de la plataforma electoral de los partidos, que cada vez entienden menos, porque dialogan menos con el pueblo al que desconocen.
Las luchas entre los precandidatos, se han convertido en cada partido en una suerte de guerra de guerrillas electorales, que ojalá terminen al concluir el proceso en julio del año entrante. No se ve que los perdedores, –como si dieron testimonio muchos competidores en los juegos de Jalisco–, tengan la galanura de también saber perder, reconocer que otro u otra ha de ser quien llegue a la Presidencia.
Por lo pronto, en los hechos, el Consejo Nacional de Seguridad se propone, ahora si todos y al unísono, a limpiar las policías de cada nivel de gobierno, lo que suena muy bien, pero habrá que ver por cuánto tiempo.
Foto:Archivo