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Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax., 16 de octubre de 2011 (Quadratín).- El síndrome comienza con la desazón, la sensación de aislamiento que crece conforme pasan los minutos y la pantalla y los sonidos de alerta se callan, se apagan, dejan de manifestarse, de gritar el arribo de un mensaje, un correo electrónico, un tweet o cualquier otra.
Los minutos comienzan a eternizarse y la angustia del aislamiento crece, a la vez que aparece una leve jaqueca, una sensación de malestar por sentirse, a través de la BlackBerry, que hay vida, que alguien quiere que lo escuchemos y a nuestra vez, que alguien, también nos escuche.
Recibir correos, mensajes o todo tipo de basura que corre cada vez más en la red, se ha convertido en el motivo y expresión de vida.
Por eso la caída del sistema de BlackBerry en el mundo produjo tanto daño. Fue el delirium tremens colectivo, ocasionado por la abstinencia súbita, intempestiva y prolongada de la adicción a la BlackBerry.
Como es posible, nos preguntamos los usuarios, esta incomunicación, este aislamiento, esta inexistencia.
Porque, en efecto, el activismo mediático suspendido de pronto ocasiona los síntomas de la abstinencia a cualquier tipo de droga, consumida durante largos periodos y que produce un hábito mental y físico.
La jaqueca y la desazón fueron en aumento y apareció un dolor de cabeza producto de la ausencia de mensajes, de tweets, el mundo no se manifestaba y la vida carecía de sentido. ¿Por qué no me contestan?, ¿Qué le pasa a este aparato? Lo más sencillo fue culpar a las empresas telefónicas que dan el servicio de transmisión, una falla más en sus sistemas, aunque el de su cobranza funcione a la perfección.
Mejor era meterse a la cama y tratar de dormir sin contacto con el mundo, con la realidad, con los colaboradores. La sociedad se acabó, no había forma de sentirla, acompañarla, sentirse parte, participar.
Afortunadamente sólo fueron 60 horas que se convirtieron en un verdadero delirium tremens. La abstinencia ocasionó convulsiones, pérdida de contacto con la realidad, dolores físicos y esa desazón que crece y crece. ¿Qué me, nos va a pasar?, ¿Hasta cuándo y hasta dónde llegará el problema? Tendremos que volver a la prehistoria del teléfono, del mensaje o del bip-bip y reconocerse en esa miseria de vida, sin messenger, sin correo electrónico, sin mensajes, en una palabra, muertos.
Ese es el infierno el que la BB no funcione, que la existencia se nos pierda y deambular como sonámbulos o autistas en un planeta de cibernautas muertos, sin oxígeno, sin hoy y sin mañana.
Lo bueno fue que sólo duró 60 horas. Con la Black regresó la vida, la sangre reanudó su paso por las venas y se recuperó la emoción, la alegría. La pesadilla pasó, el delirium tremens nos dejó marcados. Ojalá no vuelva a pasar. Quizá fue también que el espíritu o el alma de Steve Jobs, nos vino a jalar los pies.