Inicia el adiós de los órganos autónomos
Oaxaca, Oax., 17 de mayo del 2011 (Quadratín).- Unas son las prioridades en la campaña para un cargo de elección popular y otras, muy diferentes, cuando se alcanza el cargo anhelado y por el que tanto se invirtió y prometió
Dicen que las campañas tienen mucho de las promesa de los galanes durante los flirteos propios del noviazgo: educación, buenos modos, virtudes como la tolerancia, la generosidad, la amplia disposición para servir.
Todo ello adquiere otra cara desde la mesa del poder, acosada siempre por lo peor de la condición humana, la abyección, la lambisconería, el engaño burdo, el cultivo del ego y la negación permanente de la realidad con todos sus rasgos de crudeza y también de bondad.
Esta reflexión viene a cuento porque, al final, es el ejercicio del gobierno el que viene a cuento y el establecimiento y seguimiento de las llamadas prioridades, es decir, aquellos rubros que, por las características personales de cada individuo, se establecen en las agendas de cada gobierno.
La mayoría de los gobernantes aspiran a formar parte de la historia como los grandes reivindicadores de la sociedad. Solo excepciones lo logran, la mayoría son recordados por la magnitud de sus equivocaciones o desviaciones.
Buena parte de los gobernantes viven preocupados (obsesionados) por la imagen y ello los convierte en presa fácil de la charlatanería y el engaño, porque pocos se atreven a decirles que se ocupen de sus hechos y menos por si se habla bien o mal de ellos.
En el mundo de las percepciones hay más preocupación por construirlas a base de estratagemas y actitudes verosímiles, que en ocuparse en trabajo consistente, comprobable y verificable.
Si un gobernante se ocupara, en serio, a pintar y mantener los edificios escolares (y lo hace deveras) no necesitará de una agresiva campaña de publicidad personal en la que se le vea limpio, guapo, fresco y lozano, como si fuera anunciador de afeites para la piel y el pelo.
El dilema auténtico está en las prioridades que están a la vista: salud, educación y progreso (las auténticas) o las aleatorias: índices macroeconómicos que luzcan positivos, aceptación de los representantes o líderes de la oligarquía nacional o internacional, o adalides de la democracia.
Mantenimiento o adquisición de sentido común, cuya pérdida parece que va inherente al ascenso burocrático gubernamental. Entre más alto el cargo mayor la pérdida del sentido común, del contacto con la realidad.
Ese es el verdadero riesgo de cualquier gobierno, nuevo, avanzado o por concluir.
El federal, con el presidente Calderón al frente ha optado por el de la seguridad que dice todo y nada, cuyos resultados espantan a cualquiera: 40 mil muertos, extensiones territoriales cada vez mayores para narcos, delincuencia organizada o zetas, pero él se mantiene en ese camino.
Algunos gobiernos estatales quisieran imponer otras prioridades pero no se deciden y tampoco encuentran la forma de hacerlo.
Afortunadamente, las campañas electorales federales están ya a la vuelta de la esquina y su estridencia ojalá que permita, a algún sordo, retomar y reasumir que el pueblo lo que quiere y necesita es salud, educación y progreso. Y se decidan aunque sus encuestadores de cabecera les digan que es mejor construir la percepción de una buena imagen y se dediquen a hacer spots, como actores, sin ofender a ese respetuoso gremio.