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México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax., 26 de julio del 2011(Quadratín).- Por más que se quiera ser optimista, las perspectivas de la economía mundial, especialmente respecto a Estados Unidos y Europa, no son nada prometedoras.
Es más, quienes disponen de información dura se muestran escépticos, por decir los menos. Hay una perspectiva pesimista.
Si a los países con mayores índices de bienestar y crecimiento les va regular o mal, que pueden esperar las economías más atrasadas, como la que tiene nuestro país.
La mayoría de los males viene de fuera, argumentan siempre las autoridades mexicanas cuando se enfrentan a las estadísticas de poco crecimiento e insuficiente capacidad para enfrentar los problemas de salud, educación e insuficiente infraestructura.
A eso debe añadirse, sin embargo, el modelo equivocado adoptado por el país y que produjo el desmantelamiento del aparato productivo. Se importan hasta aguas minerales y la producción nacional, lejos de volverse más competitiva fue abandonando la plaza que han ido ocupando todo tipo de artículos y servicios extranjeros.
Claro que un país ocupado exclusivamente en organizar campañas electorales y en una guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico, carece de tiempo y de cabeza para organizar una estrategia que atienda problemas estructurales y deje de estar concentrada sólo en un tema.
Los datos son alarmantes:
Este viernes el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) presenta el Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza, que dará a conocer la capacidad adquisitiva de los trabajadores en compras de alimentos con el salario que perciben, el cual se obtiene a partir de medir el ingreso de las familias y el costo de la canasta básica.
En un adelanto de ese informe, el Coneval revela que 23.06 millones de personas (el 20 por ciento de la población nacional) no tienen suficientes recursos económicos para obtener los alimentos de consumo básico.
Hace pocos días, el INEGI dio a conocer la caída del ingreso en los diferentes niveles de la población mexicana en un 12 por ciento, lo cual se atribuye a los efectos de la crisis mundial.
El salario de los empleados está perdiendo la capacidad adquisitiva y se descubre una marcada pobreza laboral en el medio urbano.
En 2004, un trabajador de zona rural requería de 471 pesos para tener un bienestar mínimo, mientras que el trabajador urbano necesitaba de 675.70 pesos. En abril del presente año, el mínimo requerido para tener cierto bienestar es de 736.88 pesos en el medio rural y de 1039.58, en las ciudades.
El reporte que presentará el Coneval el próximo viernes avalará el pronunciamiento del INEGI respecto a la reducción del ingreso en las áreas urbanas.
Medimos dimensiones como la pobreza, el rezago educativo, y acceso a la salud.
La relevancia del reporte es que tiene un enfoque de derechos sociales, y que la medición ayuda a entender el fenómeno de la pobreza y mejorarlo para ser más eficiente.
El dato más impactante de este Índice es que la crisis que México ha vivido le pega a las zonas urbanas, ante el desarrollo de programas sociales.
El país tiene muchos y graves problemas, algunos muy complicados y trabados.
Los mexicanos saben hacer política sólo a imagen y semejanza del Presidente en turno, por más que haya más de uno, que se disputan el privilegio de ser anfitrión.
El país requiere un replanteamiento de estrategia y planes si desea evitar que los procesos electorales se conviertan en una pesadilla, por más de una razón, y no atendamos lo verdaderamente importante.
Ese sí es el dilema.